Hace rato que la política dejó de lado los ideales, hoy su centro es manejar programas.
José Ingenieros decía que “la mediocridad es más contagiosa que el talento”. “La vulgaridad es su fuente y la psicología de lo vulgar consiste en ostentarla”. “La mediocridad es la falta de cualidades que permitan distinguir al individuo de la sociedad”. “Para el mediocre es mejor malo conocido que bueno por conocer”.
La evolución es el mecanismo de adaptación a los cambios. Evolucionar es variar las respuestas y las variaciones útiles son las que se consolidan. Con el lenguaje verbal el hombre creó los conceptos que sintetizan las experiencias vividas y los alojó en el hemisferio cerebral izquierdo. Una ruta de neuronas lo une con el derecho donde las emociones mandan. Allí la imaginación apoyada en el saber y la experiencia, se atreve a saltar por encima de todo creando hipótesis que unen el pasado, el presente y el porvenir. El pensamiento vuela más alto cuando vincula el corazón y el cerebro.
Los ideales. Los ideales son como las estrellas porque nunca se alcanzan, pero como el navegante, con ellos se dirige el rumbo de la vida. Hasta la fuerza de una idea depende de la fuente, del ideal que anticipa un futuro mejor. Es el instrumento del progreso que anticipó Bernard Shaw: “el hombre razonable se adapta al mundo, el hombre irrazonable adapta el mundo a él, todo el progreso depende del hombre irrazonable”.
El ideal nunca es absurdo, no enfrenta las leyes naturales, no se basa en la razón pura, ni en la verdad, ya que puede tratarse de una ilusión falsa. La imaginación se nutre de él y compara su perfección concebida con la realidad bruta. Así el ideal de la ciencia es la Verdad, el de la moral el Bien y del arte la Belleza. Cuando la realidad y el ideal coincidan, la imaginación ya estará intuyendo nuevas ideas.
La imaginación es más importante que el conocimiento. La frase de Einstein no reniega del saber ya que nada surge de la nada. El concepto deriva de los hechos que caminan, el ala puede errar la senda, el pie pisa firme; pero una idea que vuela puede rectificarse, mientras que el pie nunca podrá volar.
La imaginación perfecciona lo real y lo adorna con la energía, el entusiasmo y la libertad que le brinda el ideal. Imaginar es la forma experimentar que posee la ventaja de poder corregir los errores sin causar daños.
En el hombre hay dos tendencias en pugna, una lo lleva a preservar la herencia, la otra a crecer y a promover el cambio. La lucha es entre la estabilidad y el progreso. El ideal los reúne asociando la síntesis del razonamiento con la continuidad de la pasión.
Un ideólogo no es idealista. El idealista no depende del credo La experiencia y el tiempo controlan la verdad de sus ideales. En el curso de la vida sobreviven los que prevén correctamente la evolución. Cada época tiene sus ideales que, son seguidos o ahogados por la indiferencia, hasta encontrar el momento justo y el clima propicio.
Hay ideales que mueren por falsos, pero sin ideales no existiría el progreso. Los hubo, los hay y los habrá, en ese palpitar que se agita el corazón tras el esfuerzo realizado.
Los hechos son puntos de partida; los ideales son faros que alumbran el camino. Pero la mediocridad, que es la incapacidad de sostener ideales, es su principal enemiga.
Hasta la ciencia debería cargarse de ideales sin oponer la imaginación a la experiencia, ni el ideal a la verdad. La ciencia normal apaga las luces del camino para no desviarse de la meta. Imaginación y experiencia deben ir de la mano, solas se extravían.
El hombre mediocre. “El espíritu mediocre condena lo que está fuera de su alcance”, decía Rochefulcauld. “Ser original es en cierto modo poner de manifiesto la mediocridad de los demás”, expresó Ernesto Sábato
El idealista se sale del rebaño: es soñador frente al utilitario, entusiasta contra el apático, generoso e indisciplinado con el dogmático y el calculista. El hombre práctico se torna mediocre cuando se adapta y renuncia a luchar contra la imperfección.
El hábito organiza su rutina y nada crea; el idealista, en cambio brinda a la ciencia sus hipótesis, al arte su vuelo, a la moral el ejemplo y a la historia sus páginas de gloria. Mientras tanto el hombre práctico vegeta a su sombra.
La inspiración es la clave para crear, es la chispa que enciende la imaginación que luego la acción convertirá en hoguera. Del equilibrio entre inspiración y sabiduría nace el genio. La humanidad nunca llega a donde quiere el idealista pero siempre irá más lejos de donde habría ido sin él. Es que al sembrar ideales se cosechan vergeles.
Para incentivar un mundo mejor la escuela debe cambiar su sesgo de instrucción que sólo transmite información por la verdadera educación que lleva a vivir con ideales.
“Es una locura pensar en progresar haciendo más de lo mismo”, dijo Einstein. Lo malo es carecer de ideales. Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor momento. “El individuo luchó siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.” Friedrich Nietzche
Dr. Horacio Krell. CEO de ILVEM [email protected]
Horacio, una columna mejor que la otra, te felicito.
Germán.-
Me gusto mucho 🙂