Hay quiénes se levantan cada mañana de buena gana y otros sin ganas de nada. Los primeros tienen ideales que son como las estrellas que nunca se alcanzan pero que guían al navegante. La buena gana se nutre de esos ideales que anuncian un futuro mejor. Como dijo Bernard Shaw: “el hombre razonable se adapta al mundo, el hombre irrazonable adapta el mundo a él, todo el progreso depende del hombre irrazonable”.
Esto no implica que el ideal sea un absurdo que enfrenta las leyes naturales. La imaginación lo concreta haciendo que la realidad imite su perfección. El ideal de la ciencia es la Verdad, el de la moral el Bien y del arte la Belleza. Una tendencia preserva la herencia, otra promueve el cambio. La lucha es entre la estabilidad y el progreso. El idealista es soñador frente al utilitario, entusiasta contra el apático, generoso e indisciplinado con el dogmático y el calculista. El hombre práctico se hace mediocre cuando se adapta a la rutina y renuncia a luchar contra la imperfección.
¿Hábitos o ideales? El hábito se repite y nada crea; el idealista brinda a la ciencia sus hipótesis, al arte su vuelo, a la moral el ejemplo y a la historia sus páginas de gloria. Nunca llegamos a donde querría el idealista pero nos acercamos. Al sembrar ideales se cosechan vergeles, sembrando vientos se recogen tempestades.
Para incentivar un mundo mejor la escuela debe cambiar su sesgo de instrucción que transmite información por otro que lleve a vivir con ideales. Su foco en socializar y uniformar retrasa la identificación de las fortalezas. Invierte recursos para pasar de la incompetencia a la mediocridad cuando debería convertir la competencia en excelencia apuntalando las fortalezas sobre las debilidades y la capacidad de descubrir oportunidades antes que la de protegerse ante las amenazas.
Algunos conocen su misión desde chicos otros la detectan. Hay que relacionar fortaleza y oportunidad porque como dijo Pasteur “el azar sólo favorece a las mentes preparadas”. Ante la situación hay que saber cómo contribuir y medir el resultado de la acción en el tiempo. El desafío debe ser alcanzable y cuantificable. De aquí saldrá el plan.El pasado ofrece la experiencia, el presente la novedad y el futuro el ideal. La trampa del pasado es aplicar viejas recetas, la trampa del presente es atenerse a los hechos perdiendo de vista la misión. El riesgo es olvidarse de construir el futuro
El que falla al planear planea fracasar. Para alcanzar una meta se necesita un plan. No se construye a ojo un edificio pero en la vida dejamos todo librado al azar. Planear no es un don que se lleve en la sangre. Para moverse en un mundo cambiante hay que adelantarse a los hechos. La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo y para construir proyectos se requiere visión. Un plan tiene un cómo y un cuándo del cómo, el objetivo debe alcanzarse en tiempo y forma. El tiempo es el juez de todas las cosas.
En 1726 en su viaje a Filadelfia un joven marinero trataba de planear su vida. Insatisfecho, listó las virtudes que quería convertir en hábitos. Este genial planificador fue Benjamín Franklin. Perfeccionamos sus inventos -como el pararrayos- pero no pudimos superarlo en cómo planear nuestra vida. Hay que invertir en planear. Muchas veces seguimos metas utópicas o confundimos ilusiones con visiones concretas. Cuando se trata de cumplir con un propósito, se necesita también asociar los recursos. La estrategia parte del propósito, selecciona metas y confecciona planes que ejecuta y controla.
Vaciar el cerebro. La buena gana debe ocupar el vacío. El espacio abierto es el más importante pero sentimos horror al vacío. Aristóteles creyó que la naturaleza lo aborrecía. Nada debía quedar vacío. Algunos artistas precisan llenar su obra y otros se paralizan ante el vacío del silencio o de la página en blanco. Entonces se apuran a copiar y pegar. Así se retrasó por siglos la idea de Demócrito según la cual los átomos se mueven en el espacio vacío hasta que Einstein mostró que el vacío podía transformarse en energía y que es el substrato de lo real. Entonces se dejó de considerar al vacío como opuesto a lo real y hasta se aspira a que sea la solución de los problemas energéticos.
Sobre el poder del espacio vacío LaoTse dijo “Treinta radios lleva el cubo de una rueda; lo útil para el carro es su nada (su hueco)”. “Se agujerean puertas y ventanas para hacer la casa, y la nada de ellas es lo más útil. Así, pues, en lo que tiene ser está el interés, pero en el no ser está la utilidad”. Para oriente el vacío es la realidad profunda, occidente tardó en aprender que era necesario para la presencia de las cosas. Pero el vacío no se llena porque el universo se encuentra en continua expansión. Hay que llenarlo con ideas que generen valor. Las buenas ideas –que no ocupan espacio- promueven un futuro mejor.
Darle cursos a la buena gana. Cuando Einstein murió los científicos estudiaron su cerebro. Era parecido al de cualquiera, la diferencia estaba en como lo hacía funcionar. La excelencia puede ser imitada y superada. Después de la 2da guerra mundial Japón imitó los productos creados por los americanos, los mejoró y terminó exportándoselos.
El pensamiento creativo se incentiva con la palabra y con la imagen. “Por qué” orienta a lo racional, a buscar la causa y al pasado. “Cómo” lleva a la acción, a la imaginación y al futuro. “Fracaso” es una declaración de culpa, “error” induce a un nuevo intento, remite a aprender. Edison erró 999 veces pero inventó la lámpara eléctrica en el experimento 1000. “Problema” tiene una connotación estática, “objetivo moviliza hacia el logro”. Hay un “no” paralizante y otro que descarta lo que no corresponde al objetivo.
El “Sí” estimula a experimentar, si las cosas no salen hay que variar el cómo. Einstein dijo que “el que hace lo mismo obtiene el mismo resultado”. Al variar la conducta cambian la visión y la creencia. Hay creencias sanas y enfermas. Para Ford “siempre tenemos razón, cuando pensamos que nos irá bien o que nos irá mal”.
La PNL muestra que el hombre programa su conducta según sus experiencias pero como la realidad cambia nada fracasa tanto como el éxito. Un curso acelerado para potenciar el rendimiento es responder a la realidad siguiendo a los ideales, sueños y deseos: 1- Seleccionando objetivos magnéticos con alto valor agregado. 2- Observando o que hacemos hasta lograr la agudeza sensorial que permita afinar la acción con los fines. 3- Controlando el proceso para cambiar objetivos, planes o acciones según corresponda.
La teoría del océano azul ofrece un método sencillo para el cambio. Diseñar es crear soluciones preferibles a las existentes. Toda situación tiene factores que la producen. Pareto descubrió que el 20% de los factores provocan el 80% de los resultados y Arquímedes que con una palanca y un punto de apoyo se puede mover el mundo. Aplicando la palanca sobre esos pocos vitales, priorizando lo urgente sobre lo importante se crea más valor en lugar de correr para abarcar todo con mentalidad de bombero. Saber administrar el tiempo es imprescindible para crear el tiempo vacío en el que se generan los cambios.
La teoría del océano azul ofrece la estrategia: eliminar lo que se hace mal, disminuir lo que no es importante, aumentar lo valioso y crear un nuevo factor todavía oculto o inexistente con ideas innovadoras, productoras de alto valor agregado. Para inventar el futuro el idealista, de buena gana, no permite que la realidad sea una barrera sino la palanca de Arquímedes para lo que puede y debe llegar a ser.
Dr. Horacio Krell. Ceo de Ilvem, contacto [email protected]