Eva y Adán fueron expulsados del Paraíso por probar el fruto prohibido por Dios. En el árbol del conocimiento residen dos capacidades distintas, una racional -distingue la verdad de la mentira- y otra ética – separa el bien del mal. Desde entonces el hombre es libre.
La maldición del conocimiento se refleja en el cuento de Borges Funes el memorioso donde afloran las paradojas de la inteligencia. El protagonista es incapaz de reflexionar pero recuerda absolutamente todo lo que le pasa. Una memoria así, lejos de ser placentera, es una maldición. Su memoria es un depósito que procesa y duplica todo lo que hace.
Funes fallece de congestión pulmonar. La muerte fue su salvación.
T.S. Eliot se preguntó una vez: “¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información? ¿Dónde está la sabiduría que perdimos con el conocimiento?”
La información es como el carbón en la era industrial, donde un dato -el carbón en la mina- se convirtió información útil – la bolsa de carbón-. El conocimiento lo transformó en acero y la sabiduría usó el acero para construir un puente, uniendo la información externa (conocimiento) e interna (experiencia). La sabiduría es inteligencia aplicada.
El conocimiento se puede transmitir; la sabiduría nace de la experiencia y usa el capital intelectual. Como señaló Eisntein “la imaginación importa más que el conocimiento” y sin sabiduría no se puede generar valor. En la creactividad – el creador que es el imitador de Dios en la tierra- se asocia con el intelectual que trabaja con conceptos y palabras, y con el hombre de acción que lo hace con personas y cosas.
No aclares que oscurece
Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. El mundo de Funes era habitado por detalles sin jerarquías. ¿Cómo pensar sin elegir lo sustancial? Un depósito infinito de datos es la maldición de la inteligencia. Hay que recordar lo valioso y borrar lo que no sirve.
La red de internet como la memoria de Funes, no es jerárquica, es un laberinto borgiano donde se busca la novedad. W. Benjamin dijo: “el hombre actual dejó los relatos tradicionales (los de la sabiduría) por la noticia (que sobrevalora la novedad).”
Funes estaba inmóvil, lo mismo que la inteligencia americana el fatídico 11 de septiembre. Para bajar el peso de la información sólo cabe adoptar un modelo coherente. No se puede vivir sin tomar decisiones. El exceso de análisis provoca parálisis.
Edipo Rey en la obra de Sófocles no temió a la acción y buscó la verdad como objetivo. Recogió información para salvar a su comunidad de una peste. De esta forma alcanzó el conocimiento en su raíz y se conoció a sí mismo. El reconocimiento posterior al drama de Edipo encuentra la sabiduría en la experiencia. Otros la hallan en la infancia, el tiempo del descubrimiento. Por eso Wordsworth expreso que “el niño es el padre del hombre”.
El disfrute del presente, la incredulidad ante la virtud, el individualismo a ultranza, es la ética del placer. Estando a la moda, viendo TV basura, y viviendo en el caos informático, la sabiduría es pasado. Si el éxito es para mañana, pasado mañana hay que buscar otro. Así el cambio se orienta a la satisfacción inmediata que paraliza. A Funes el peso de la memoria acaba por aplastarlo. Durante siglos el hombre creció entre el intelecto y la moral, la auténtica sabiduría requiere que la información se armonice con la experiencia.
La bendición del conocimiento
Un conocimiento, hace 10.000 año logró que la naturaleza hiciera lo que el hombre quería. Fue la invención de la semilla Así pudo afincarse y almacenar. Los poderosos se quedaron con el beneficio, la maldición fue para los pobres. A fines del xvii un conocimiento nuevo combinó la energía de los combustibles con tecnologías de producción en serie, educación, medios de comunicación y cultura de masas. La riqueza surgió de la ciencia.
La economía del conocimiento avanza desechando y creando teorías.
La ciencia no se adueña de la verdad pero se acerca. Hoy que los recursos de fácil explotación se acaban, hay que crear un petróleo verde con energías alternativas no contaminantes.
La economía del saber agrega a los recursos tradicionales -tierra, mano de obra y capital- el conocimiento. El tercer mundo debe salir de la maldición del conocimiento aprendiendo de los países desarrollados.
El conocimiento recolector encontró alimentos, el agrario los hizo crecer de la tierra, el industrial los fabricó. El saber usa la mente: pensando, aplicando, experimentando. Detrás de la apariencia de cualquier producto industrial se encuentra el saber que lo hizo posible.
Descubrir el fundamento de la época que nos toca vivir es el desafío del presente.
Si para Heráclito lo constante es el cambio, para Parmenides se mantiene la esencia.
Fábrica de pobres
La maldición del conocimiento es la brecha entre ricos y pobres. El conocimiento optimiza la agricultura con tecnología. La brecha puede reducirse si la economía del conocimiento desconcentra la producción y transforma el campo para que en el futuro se produzcan artículos de alto valor agregado.
El cambio pasará por la educación
Si no probemos con la ignorancia. Como Adán y Eva estamos en un momento clave. Un discípulo preguntó al maestro la diferencia entre el cielo y el infierno. El Maestro dijo: es pequeña pero tiene grandes consecuencias. Le mostró una habitación con un gran recipiente con arroz y allí varias personas hambrientas y desesperadas. Cada uno tenía una cuchara que llegaba hasta la olla, pero tenía un mango tan largo que no podían llevarla a la boca. Eso es el infierno. En otra habitación idéntica todos estaban felices. No comprendo ¿Por qué ocurre si todo es igual? ¿No te diste cuenta? Como las cucharas tienen los mangos largos aprendieron a alimentarse los unos a los otros. Esto es el paraíso. ¡Probemos con el conocimiento!
* Dr Horacio Krell, director fundador de Ilvem. [email protected]