“Yo quiero” es un formidable medio de transformación que combina la voluntad, la imaginación y la capacidad del cerebro para autoformatearse. A diferencia del animal que nace programado el niño nace incompleto, su cerebro es una página en blanco que completará según sus experiencias en la vida. Y cuando no nazcan más neuronas el cambio se dará en los circuitos que las conectan. Creer en la estabilidad del cerebro es olvidar que la neuroplasticidad permite cambiar al cerebro según la actividad que se realiza.
Querer es poder
Cuando un deseo se vuelve muy grande cualquier obstáculo se vuelve pequeño. Tenemos la capacidad de convertir dolor en sabiduría, envidia en compasión, angustia en esperanza; de ser los arquitectos de un destino mejor.
Otros asumen que el cerebro que es el capitán del comportamiento no cambia, y enfatizan que las neuronas perdidas no se recuperan. Sin embargo, así como el entrenamiento fortalece los músculos, el entrenamiento mental dirige los circuitos del cerebro a la meta.
Desarrollar el potencial
El entrenamiento mental cultiva cualidades dormidas, lo que no se usa se pierde. Lo primero es generar el deseo y que la voluntad dirija la mente al objetivo. Entonces se forman autopistas cerebrales para la inteligencia emocional
La lucha entre el corazón y la razón debe centrase en el reemplazo de creencias. Que el corazón tenga razones que la razón entienda. Los científicos admiten que las pruebas de imagen cerebral muestran que las redes neuronales cambian. La simple educación mental reduce los circuitos cerebrales de la enfermedad. La realidad exterior es en gran medida el producto de nuestras creencias. Henry Ford decía que siempre tenemos razón, al creer que nos irá bien o mal. La mente tiene una poderosa capacidad autogestiva que transforma en acto lo que decide aceptar. De modo que modificando el interior, el resto también cambiará.
Influencia del entorno
En la Universidad Bar Ilan de Israel, Shaver y Mikulincer convocaron a estudiantes israelíes judíos para evaluar a otros. Aunque los examinados eran todos judíos, les hicieron creer que algunos eran árabes. La percepción fue mucho más negativa con ellos: los encontraban impulsivos, vagos, conflictivos. Si los examinadores recordaban antes momentos en que alguien les daba amor, las calificaciones eran positivas.
Cuando el mundo interior está en paz y armonía, el mundo exterior acompaña. Una de las técnicas orientadas a generar empatía entrena la mente para revivir el amor de la madre.
El “querer” puede doblegar la genética y el determinismo biológico. Los cambios basados en cultivar lo mejor de nosotros mismos se transmiten a las generaciones futuras.
Amor maternal recuperado
Los trabajos de Michael Meaney en Montreal (Canadá) sobre ratas nacidas de madres poco amorosas mostraron que repetían el comportamiento. Sin embargo, si eran criadas por otras cariñosas y solícitas las querían como sus progenitoras adoptivas. Si se puede lograr con el instinto animal, imaginemos que pasaría con la voluntad consciente. Definitivamente “querer es poder”.
Hacia un poder inteligente
Así como las alteraciones eléctricas o químicas del cerebro afectan a los pensamientos, emociones y creencias, éstos influyen en la dinámica cerebral. El cambio puede darse por el influjo de la acción en el mundo exterior o propiciados en el mundo interno. Por ejemplo, cierto discurso sintetizado puede alterar la corteza auditiva de los niños disléxicos, evitando la confusión auditiva.
Helen Mayberg descubrió que pastillas inertes, los placebos, funcionaban como los antidepresivos. Pensó que la terapia que busca el cambio desde el interior enseñando a pensar de manera diferente, produciría el mismo resultado.
Con el Dr. Zindel Segal usaron imágenes cerebrales para medir la actividad cerebral de deprimidos. Algunos recibieron paroxetina y otros terapia para aprender a eliminar el hábito de pensar pesimista, como por ejemplo creer que nadie los amaba.
La depresión desapareció en ambos grupos, sin importar si fue por el medicamento o por pensar diferente. Lo notable es que mientras que la terapia había silenciado la actividad de la corteza frontal, lugar del razonamiento, los antidepresivos elevaron la actividad allí. La terapia elevó la actividad en el centro emocional del cerebro. El medicamento la redujo.
Con la terapia el cerebro creó redes con diferentes circuitos de pensamiento.
La percepción parece ser algo errático que va y viene por la mente sin presencia física. Sin embargo, puede alterar el esquema del cerebro como un escultor modifica una piedra.
El sistema educativo heredó el concepto estático del cerebro y no su cambio continuo por el deseo y la experiencia. Esto llevó a una educación basada en el conocimiento, en la lógica y en el enciclopedismo. Sin embargo hay una parte reprimida, un gigante dormido que necesita que la educación se ocupe de él. El cerebro del científico que reside en el hemisferio izquierdo del cerebro debe entrenarse del mismo modo que el cerebro del artista que sobrevive en el hemisferio derecho. Cuando ambos se alíen estratégicamente el hombre alcanzará la plenitud de su realidad virtual. Al mejorar el hombre mejorará su familia, al mejorar la familia mejorará la sociedad, al mejorar la sociedad mejorará el mundo.
Dr. Horacio Krell, Director de Ilvem y propulsor de la UP. Consultas a [email protected]