Ante la misma situación el pesimista elige el lado negativo y el optimista el positivo. El pesimista ve la amenaza y el optimista la oportunidad. Si la botella está por la mitad uno opina que está medio vacía y el otro que está medio llena.
¿Qué es mejor: ser optimista o pesimista? Henry Ford dijo “Siempre tenemos razón, cuando pensamos que nos irá bien o mal”. Pensar en una dirección aumenta su viabilidad, el que cree en algo lo hace posible. Es que la mente posee una capacidad autosugestiva que le permite convertir en acto todo aquello que se decide aceptar.
A veces confundimos el optimismo. El iluso, por ejemplo, construye castillos en el aire. El optimista, en cambio, tiene los ojos en el cielo pero los pies en la tierra. En los cursos de entrenamiento intelectual se educa la mente para cambiar las actitudes primarias con el juego del role playing ( ponerse en el lugar del otro) y los sombreros para pensar.
El “Yo” queda protegido porque el papel es interpretado y el ego sale de vacaciones. Es una técnica que orienta la atención modificando la dinámica del cerebro.
El sombrero blanco. El actor busca los hechos objetivos y se pregunta: ¿ qué tengo?, ¿ lo puedo verificar ?. No busca encajar los datos, asume la neutralidad.
El sombrero rojo. Se legitima la expresión de la emoción sin tener que justificarla: me huele mal ¿no me pregunten por qué? Aflora la intuición sin ocultar el sentimiento.
El sombrero negro. El interprete es pesimista. Actúa como el abogado del diablo. Critica lo que está mal sin temor a destruir, porque esa es su función.
El sombrero amarillo. Es el sombrero del optimismo. En oposición al negro, busca el lado positivo para lograr que las cosas ocurran. Aplica mejor las viejas ideas, es constructivo.
El sombrero verde. Es la esperanza, la prima hermana del optimismo, busca promover la novedad generando el movimiento.
El sombrero azul. Coordina, dirige, afina y escucha valorando los aportes que sintetiza en función de la prioridad. Define la agenda: ¿ cómo encaja esto en la estrategia global?
Cambiar los sombreros. Estimulando opciones se evita el automatismo. Si el sombrero negro pesimista señala un peligro se afronta la amenaza con una solución. Como es más fácil destruir que crear, si se trata una idea nueva conviene usar el sombrero amarillo. Para comprender es mejor usar el sombrero blanco que provee información y el rojo que aporta la emoción. Para analizar las causas el blanco, para evaluar el negro; para generar el verde, para decidir o planear el rojo y el blanco, para dirigir el azul.
En la vida práctica … Al optimista se lo ve como ingenuo y el ceño tosco del pesimista aparenta sabiduría. El pesimismo brota de la duda, de la desconfianza, es como la certeza que se cierra a la experiencia, evitando el cotejo con lo real. Mientras que el pesimismo es fácil, el optimismo demanda un esfuerzo de la voluntad. La alegría no tiene autoridad de la tristeza que goza de un gran respeto. Cuando se asocia a un pensamiento la tristeza se convierte en pesimismo. Hay que resistir al pesimismo en esta época en que tiene tan buenas razones. La victoria es el arte de continuar cuando otros se detienen. Churchil dijo: “un optimista ve una oportunidad en cada calamidad y el pesimista una calamidad en cada oportunidad”. La mejor guía es el pensamiento positivo. Para Platón “el comienzo es la parte más importante del trabajo”.
Cambiar de ánimo. Hay personas que amanecen con una energía incontenible, otras que apenas pueden levantarse. Esa virtud misteriosa es como el poder transformador del viento, invisible pero efectivo y ante el cual hasta las hierbas se inclinan. El entusiasta despliega libremente su energía porque su fe mueve las montañas. Es proactivo, no se ata a los sucesos. Como la profecía que se autorrealiza, logra lo que anhela porque cree. Su libertad es plena, y la potencia no la otorga el intelecto, ni el objetivo intencional, sino la fuente de la cual se nutre. El optimismo facilita el entusiasmo, y ambos se contagian a los demás.
Dr Horacio Krell. Director de Ilvem. Propulsor de UP Unión de Permutas [email protected]