por Dr. Horacio Krell*
La clave ya no es simplemente acumular conocimiento, sino transformarlo proyectos y habilidades que se articulen con las exigencias del futuro. El concepto de neuroplasticidad, que describe cómo el cerebro genera nuevas conexiones al aprender, subraya la importancia de practicar y dedicar tiempo a integrar lo conocido con lo nuevo por conocer.
Abraham Lincoln afirmaba que antes de cortar un árbol, es necesario afilar el hacha y dedicarle tiempo a la tarea. En el aprendizaje, esa hacha es el cerebro, y afilarla implica conectar el saber con objetivos claros. Cuando lo que hacemos nos aleja de nuestras metas, es señal de que nos falta conocimiento o habilidades. El caso de King C. Gillette, quien transformó un problema cotidiano en una innovación multimillonaria, ilustra cómo la creatividad y el aprendizaje constante generan crecimiento y éxito.
¿Qué aprender?
Es muchas veces encontrar una idea interesante para alcanzar un objetivo, mediante una observación que surge de detectar un problema que otros no pueden ver.
Gillette era un señor cansado de su trabajo y decidió dejarlo. Tenía un propósito: “inventar un producto que obligara a los hombres a comprárselo durante toda su vida”. Su mirada inquisitiva descubrió muchos rostros cortados en las calles. En su época la gente se mataba para afeitarse. Cuando diseñó un objeto con cuchilla y soporte, dirigió su mente a una visión concreta que le daría fama y dinero, y su plan le permitió crear el aparato de afeitar. Sus herederos vendieron la empresa al grupo Procter and Gamble en 60.000 millones de dólares.
Hoy, el conocimiento envejece rápidamente
Lo que antes aseguraba la competitividad de un producto o servicio, ahora se vuelve obsoleto si no se reinventa continuamente. Países como China y Singapur son ejemplos inspiradores. China pasó de producir artículos de bajo costo a dominar mercados de alta tecnología, mientras Singapur lidera en educación e innovación. Su secreto radica en aprender más rápido, invirtiendo en talento, anticipación estratégica y pensamiento disruptivo.
El aprendizaje del futuro no puede basarse únicamente en datos del pasado, como hace la inteligencia artificial. Para enfrentar la incertidumbre, necesitamos imaginación, creatividad y pensamiento crítico, capacidades humanas que permiten improvisar y adaptarse como hacen los músicos de jazz. Las brújulas para el futuro son estas habilidades, no los viejos mapas.
La experiencia del pasado sirve cada vez menos
Hay que desarrollar la habilidad de anticipar escenarios e incorporar los retos del futuro en las decisiones de hoy.
La ciencia y la tecnología se guían por la imaginación y por la razón. La imaginación rompe los límites de lo posible y con la razón, se trae el futuro al presente.
Eso es aprender del futuro. Hace falta una huida hacia adelante en lugar de las instrucciones de la historia para desenvolverse en el mundo actual.
Pero no se enseña a imaginar ni se fomenta la curiosidad. A pesar de lo valioso que es nuestro pasado, es insuficiente.
La velocidad a la que cambia el mundo provoca incertidumbre: lo que sucede hoy no se parece a lo que ya hemos vivido lo que nos hace muy difícil predecir lo que ocurrirá mañana. Eso significa que el conocimiento del pasado no alcanza para afrontar los retos,
Para inventar el futuro, las competencias que se requieren son radicalmente distintas a las que reinan en el sistema educativo y también las conocemos de sobra: imaginación, creatividad, pensamiento crítico y flexible, resiliencia, flexibilidad, reflexión, colaboración, empatía, proactividad etc. Son capacidades innatas que nos permiten aprender y que todos traemos de fábrica.
Imitar modelos exitosos no basta; hay que transformarlos
Aprender más rápido que tus competidores es esencial para mantenerte relevante en cualquier ámbito. Si el saber caduca, la capacidad de aprender garantiza tu supervivencia y éxito. ¿Qué sabes? ¿Qué necesitas saber para avanzar? Gestionar este aprendizaje continuo es la verdadera promesa del futuro en un mundo hipoerconectado.