El futuro de cualquier nación está sentado en el banco de la escuela. Definitivamente, libros sí, alpargatas no.
Esta frase se le atribuye al primer demagogo, autocrático y populista que sembró una semilla, el árbol creció y desarrolló raíces profundas. Es el árbol de la ignorancia. El resultado es un país que perdió su rumbo. Inmerso en la demagogia, en la corrupción, en la impunidad.
En 1945 el premio Nobel de economía Paul Samuelson creyó que Argentina sería la próxima potencia. No sabía que se aplicaría la receta: “a país rico gobierno populista”. Por eso Argentina no fue la Noruega latinoamericana. Siendo hoy el 58 entre 65 países en educación es previsible cómo será su futuro. La solución argentina es dejar de creer en políticos y empezar a creer en la POLÍTICA que hizo grandes a países como Finlandia donde la estrella es el maestro. Crear un proyecto país administrado por señores honestos que nadie conoce y que no se hacen ricos y famosos de la noche a la mañana. Como dijo Vargas Llosa: “Un pueblo educado no puede ser engañado”
Producir acero o caramelos
En temas cruciales no se pueden tomar decisiones al galope. Sin embargo el cerebro sólo medita sobre lo que sabe y cuando no sabe acepta el criterio del experto. En una reunión de directorio figuraba la compra de café para la firma y la compra de un costoso equipamiento. En la compra de café participaron todos y el debate fue arduo. El equipamiento se decidió en 5 minutos con el dictamen del experto. El problema es tratar los grandes problemas como si se tratara de la compra de café. Dar prioridad al árbol que no deja ver el bosque. El drama que no se quiere ver es el de la pobreza. Son millones los que se levantan cada mañana sin la luz de la esperanza. Cualquier debate debe esperar al debate ético de la pobreza. Que una industria genere empleo no es bueno en sí mismo. La industria armamentista lo genera pero contribuye a la violencia, a la miseria y a la muerte. La polémica sobre producir Acero o Caramelos fue resuelta por el marketing. Se produce lo que es rentable.
La reverencia por el empleo hace perder de vista la noción integral de humanidad: es cuando la gente se define por su rol laboral (soy ingeniero, abogado, plomero) y no por lo que es como persona. Del mismo modo es inconcebible que un país se defina por su industria: «Lo que es bueno para la General Motors es bueno para EEUU». Así produzcan millones de empleos el problema de la humanidad no pasa por la cantidad de autos que se fabriquen sino por la producción de alimentos para que todos podamos vivir mejor. No es ir en contra de la tecnología sino de usarla con sentido social y no para el bienestar de unos pocos. La teoría de que la copa derramada del vaso de los ricos caería sobre los pobres fue un fracaso. Hoy la revolución alimentaria provoca demanda interna de acero y petroquímicos, mueve bancos y telefonía, consume gasoil y neumáticos, explica la venta de camiones. Es decir que los caramelos son de fierro. La base competitiva se logra analizando la cadena de valor, incrementando su valor, apoyándose en la calidad de la mano de obra, en el desarrollo de tecnología de punta y con un estado que promueva los cambios.
La tecnología se lleva puestos de trabajo
En 2055, el 50% de los empleos de hoy estarán automatizados. En los sectores de comida y hostelería, la cifra es superior. En el Reino Unido, la disminución de puestos de trabajo del sector público para 2020 llegará a 800.000, gracias a los resultados del programa «Amelia», donde robot se encarga de resolver los problemas. La desaparición masiva de puestos de trabajo no tiene tiempos muy lejanos, aunque se lo niegue. Los despedidos por causa de la automatización son contemporáneos. Hasta los chicos que hacen entregas a domicilio están amenazados por los drones. Son económicos, no se quejan ni enferman, no piden horas para estudiar. Hasta la secretaria se reemplaza con recursos tecnológicos y su función de servir café pierde sentido con las máquinas expendedoras.
Los diputados europeos piden que se cuantifique la destrucción de puestos de trabajo por el uso de robots y plantean la posibilidad de exigir a las empresas que informen del porcentaje en que la robótica y la inteligencia artificial contribuyen a sus resultados económicos.
El radar o la brújula
La sociedad de consumo impuso que hay valorarse desde afuera, ofrece un radar que lleva a imitar a la moda o a ricos y famosos. Ni siquiera uno sospecha que posee un centro propio y vital. Al perder la conciencia, se actúa en piloto automático. Esto genera seres vulnerables, dependientes, reactivos, adictos, que se frustran, se tensionan y se atemorizan. Seres que se irritan si no sucede lo que desean. La brújula interior es la fórmula del cambio. Antes de cambiar todo eso está afuera y desde el consumo se regula la existencia.
Conocimiento o zapatillas
Hoy les decimos a los chicos que el mejor trabajo que pueden conseguir lo obtendrán si terminan la escuela, que el saber es poder. Pero ellos prefieren tener buenas zapatillas que los hacen sentir seguros, fuertes, atractivos. La escuela no les hace sentir eso, sienten que en su escuela los profesores no lo quieren. Que con esas zapatillas, en cambio, van a ser apreciados por todo el mundo.
El 80% de los chicos no aprueban alguna materia y deben estudiar solos o recurrir a profesores particulares para aprender lo que no aprendieron en la escuela. Repetir es el mecanismo, pero no remedia el problema, afecta la autoestima y es el paso previo al abandono definitivo. No se deja de un día para el otro, se va madurando o la realidad se los impone. Las inasistencias son el preanuncio. Faltar, llevarse materias, repetir, abandonar. Los alumnos de hogares más pobres carecen de capital cultural familiar y son los más perjudicados. El estado de “vulnerabilidad”, es previo a la pobreza, y dependen de la calidad y fortaleza de los mecanismos integradores por excelencia: el trabajo y la educación. Se puede salir de la vulnerabilidad accediendo a la zona de integración, o caer, perdiendo las relaciones laborales y educativas. Un millón de jóvenes NINI no estudian ni trabajan, no terminaron la secundaria y es un problema que se arrastra de generación en generación. Las escuelas no logran ser un lugar de sentido, de pertenencia, ni de conveniencia. Los profesores mediocres atentan contra la enseñanza, el saber y el amor por ambos.
El populismo pedagógico
El acceso a las zonas de integración lo da una base de formación cultural que permita leer cierto tipo de textos, eso lo debe brindar la escuela secundaria. La catástrofe de la educación hace que tengamos colegios públicos y privados de elite y el resto quede atrás. El colegio secundario marca de una manera indeleble, da cierta destreza de lectura y es imposible leer un texto periodístico simple sin esa base.
Hay ciertas formas de populismo pedagógico como creer que la gente lee todo el día por tener un teléfono móvil. Esa idea es aceptada en las escuelas. El populismo pedagógico es la forma en que encaramos la enseñanza de los jóvenes que no tienen acceso a la cultura.
Hay una crítica abierta a la clase política que manda a sus hijos a escuelas privadas, aunque en sus discursos defienden lo contrario. Los padres que pagan, pagan doble, porque también ayudan al mantenimiento de la escuela pública. Nadie los obliga a contratar colegios privados, pero saben que la educación es el futuro, pero una educación con calidad, igualitaria, innovadora, creativa, que inculque valores cívicos, solidarios y democráticos, que forme buenas personas y ciudadanos, y que vincule las aulas con el trabajo y con las nuevas tecnologías.
Fomentar la curiosidad
El primer pecado de la educación actual es dar respuestas forzosas a preguntas que los chicos no se han hecho. Ese palabrerío no les significa nada: no les evoca imágenes, no nos estimula, no despierta sus emociones. Darles respuestas a preguntas que aún no se han formulado, no enriquece su propio concepto a partir de sus propias imágenes y emociones. El desafío es antes que nada generar preguntas, despertar la curiosidad, como paso previo a la respuesta. Una de las claves para ello es eliminar la idea del error como fracaso y sinónimo de mala nota, para volverlo una parte normal del proceso de búsqueda y construcción. La transición hacia un aprendizaje basado sobre la curiosidad y los interrogantes es promisoria, pero no sencilla ni para los docentes ni para los alumnos. El desafío de reinventar la educación es enorme. Pero si logramos hacer el cambio, la experiencia de adultos guiando a nuestros niños a preguntarse, descifrar enigmas y descubrir los secretos del mundo será muchísimo más rica y estimulante de lo que nos tocó vivir cuando fue nuestro turno de ser estudiantes.
Proteccionismo
El cuidado de los niños en una familia funciona así: Cuando son jóvenes, los protegemos al 100%, les damos todo para que crezcan, se vayan haciendo independientes de nuestra ayuda, hasta que crecen y los dejamos solos. Este principio general no rige cuando seguimos dándoles plata cuando tienen 45 años. Que las peores condiciones laborales y salariales de algunos países les dan ventaja para competir es un argumento incompleto porque le falta considerar en esos países tampoco hay buena infraestructura, no hay buen sistema educativo y el sistema no funciona bien. Los bajos salarios de esos trabajadores son un reflejo de la baja productividad de sus economías. No es justo que exijamos que esos trabajadores tengan la misma protección que los alemanes, suecos, o estadounidenses, porque así no podrían competir. Exigir eso es no reconocer que trabajan en un ambiente más hostil a la productividad. El dinero que va llegando al sector educativo lo están usando para cosas equivocadas y tampoco se hacen bien las cosas. El dinero no está fluyendo hacia la tecnología, las máquinas y la capacitación. Muy poco va hacia mejoras en la productividad. Se busca la ganancia a corto plazo sin un marco institucional que fomente la gestión de largo plazo.
Los países que mejor funcionan en el mundo han hecho de la educación su política de estado.
Hijos nuestros
“Y nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán”, dice la canción futbolera. Tenerlos de hijos es ser capaces de derrotar y humillar a quien sufre el rol filial. Qué imagen tan cruel es la de transformar la función paterna en un ritual de humillación. Todos quieren ser padres. Abundan los cursos de liderazgo, pero no de seguidores o subordinados, vistos como sometidos y mediocres. Todos caciques, ningún indio, no hay nada bueno sino en mandar, dominar y someter a seres manipulables. De ese modo toda autoridad es considerada mala. Entenderlo es saber por qué la autoridad es repudiada y anhelada, por qué los adolescentes librados a su suerte, anhelan ser contenidos pero sienten aversión al poder.
Hay otras maneras de entender la relación paterno-filial que no pasa por la competencia ni por el vil aprovechamiento abusador que ejerce aquel que tiene mayor capacidad de dominio. Las jerarquías existen y es bueno que así sea, pero se ligan a su función eficaz y amorosa y no a ser «más» o «menos» que el otro, en términos absolutos. Ser hijos es saber de la entrega, saber aceptar la autoridad del padre a partir de la confianza y el amor. Ser padres es una de las mayores responsabilidades. Es un lugar posibilitador del crecimiento del hijo. Es como el embarazo, dentro del cual hay cobijo, pero cuando llega el momento que marcan las normas biológicas hay «pujo» hacia el mundo de «afuera», para poder nacer y generar la propia responsabilidad. El padre no domina, conduce, y hace lo que tiene que hacer para ofrecer suelo, cielo y horizonte a sus hijos.
La idea de una paternidad abusiva y una función filial abusada está entre nosotros. Cuando decimos «hijos nuestros», pensando en habilitar el crecimiento y el despliegue de los hijos, podemos entender que no todo acto de autoridad es tiránico y no todo capricho es sinónimo de liberación. Nada mejor que ser hijo de buen padre. Y nada mejor que ser padre para generar capacidad en los hijos y conducirla hacia el bien común. La conclusión se resume en una palabra: educación. Es la gran apuesta de los países que supieron salir de sus crisis y que van a un esquema de empleos cada vez más competitivos y menos «reiterativos». La educación es gran motor del desarrollo de mentes creativas, pujantes, innovadoras.
El cerebro es un espejo
Tiende a imitar lo que ve, a través de las neuronas espejo. Este mecanismo es automático y fundamental en cada instancia de la vida. Animémonos a pensarnos, a escucharnos, a mirarnos. Intentemos pensar, escuchar, mirar qué ocurre en el día a día; qué solemos escuchar, contestar, conversar, discutir; quiénes nos rodean; qué intenciones, qué sentido tiene cada relación, cada palabra, cada momento.
Cuando algo del otro nos cautiva, o nos sorprende, de manera consciente o inconsciente; imitamos su acción. Estas neuronas son vitales en el aprendizaje y en la vida social. Así se despliega en nosotros la empatía (la capacidad de ponerse en el lugar de otro) ¿Qué puede resultar de un padre tan atareado o tomado como rehén por una ambición desmedida? ¿Qué puede aprender un hijo que escucha a su padre ausente cada día? ¿Qué puede resultar de un conductor o un peatón estresado al límite de velocidad permitida? ¿De un jefe o líder autoritario, de un empleado sin pasión o de un maestro, de un médico o de un policía mal pago? La cultura del ejemplo servir para imitar a los inteligentes y no a los vivos.
El futuro de cualquier nación está sentado en el banco de la escuela.
Dr. Horacio Krell Director de Ilvem, [email protected]