Todo empezó en una etapa en la que me fui a vivir a Londres…
Hace tres años, como miles de jóvenes que acaban su flamante carrera y con mi título de Administración De Empresas recién estrenado, decidí marcharme una temporada a Londres para aprender inglés. Con una mano delante y otra detrás, como se suele decir, tomé un avión Ryanair, con el horario del vuelo más barato, que te hace estar en el aeropuerto de madrugada con una maleta de equipaje de mano aprisionando la ropa y con un abrigo puesto y dos en el brazo colgados (que no caben en la maleta) deseando no tener que ponérmelos todos para que me dejaran pasar sin exceso de equipaje.
Al llegar allí, la primera aventura fue encontrar piso compartido. En primer lugar conseguí una “flamante” habitación de 20 m2 con una pequeña cocina en una esquina en la que estuvimos viviendo 3 personas durante varias semanas en una litera y otra cama pegada, al precio del alquiler de un piso entero en Madrid.
Mientras tanto, empecé a patearme todos los locales y comercios posibles para poder desempeñar cualquier trabajo. Y lo conseguí… en un local con especialidad de “pollos a la parrilla”, de camarero. A pesar de todo yo era feliz con ese trabajo de escasa remuneración y limpiando y sirviendo más que en toda mi vida junta. Conocí mucha gente de distintas nacionalidades en mi misma situación y pasé de tener un inglés “infrabásico” a hablar perfectamente en cualquier conversación.
Mientras tanto, mi madre acababa de montar una pequeña agencia de viajes consecuencia de haber tenido un local de su propiedad puesto en alquiler durante casi dos años sin resultado. Sus ahorros terminaron en ese proyecto empresarial, el cual, y dada la crisis y todos los gastos que generaba, terminó por menos que dejándonos sin un euro. Pero para intentar rescatar el barco hundiéndose, decidí volver de Londres y hacerme cargo de aquél proyecto que era totalmente desconocido para mí.
Al mismo tiempo que cometía miles de errores profesionales, me di cuenta de que un negocio tiene que ser distinto a los demás o a la mayoría para que funcione, por lo que empecé a darle un giro total y comenzamos a desarrollar la actividad de organización de viajes para jóvenes exclusivamente. Estos paquetes tenían que ser atractivos y llevar otras cosas añadidas para este colectivo. Entonces incluimos fiestas, viaje en barco, barra libre, música, excursiones y sobretodo conseguimos crear un grupo familiar en cada salida, en el que la gente lo pasara tan bien que decidiera repetir y divulgarlo.
Había estado investigando sobre el mercado electrónico y la única manera que entendía para poder competir con las grandes marcas era poder especializarnos en un destino y ofrecer experiencias y sensaciones que no se pudieran encontrar en las webs ni en las páginas de reservas importantes.
Decidimos crear unos paquetes con todas las necesidades y servicios que las personas jóvenes buscan en Ibiza, que junto con la sensación de conocer a gente de toda España en un mismo viaje, hacen actualmente que nuestros packs sean lo que ellos buscan.
En aquellos días empecé a echar cuentas de los gastos que generaba tener el local abierto y fui consciente de que tanto la clientela que buscaba, como las oportunidades que necesitaba no iban a pasar por la puerta de ese local mal situado en un barrio de Madrid. Por eso convencí a mi madre a que lo pusiera en alquiler de nuevo y que lo rebajase hasta que consiguiera un inquilino y que proseguiríamos de forma on-line nuestro negocio. De esta forma el ahorro en gastos de personal, alquiler y servicios era sustancial.
El primer año fue el más duro, ya que fue un constante aprendizaje y no parábamos de recibir información nueva que teníamos que procesar, ordenar y entender. Formalismos, marcas, acuerdos, desarrollos comerciales, contactos con proveedores, atención a clientes… todo fue pasando con muchas dificultades… pero poco a poco fraguando la experiencia. Es increíble la cantidad de cosas que hay que saber para poder desarrollar cualquier actividad, pero con constancia y trabajo fuimos saliendo adelante.
Toda la inversión siempre ha venido de recursos propios, de pequeños ahorros y de diferentes procedimientos que incluyen trabajar en otros sitios para poder generar dinero para reinvertirlo en el proyecto.
Sobre las barreras de entrada siempre existen, ya sean económicas o relacionadas con la experiencia y el conocimiento. Nosotros nos encontramos en un sector muy competido, donde tenemos que analizar muy bien a la competencia, estudiar cómo llegar a la gente y cuidar mucho la imagen online, que hoy en día en el mercado digital es lo más esencial, ya que la gente no se fía de cualquier sitio web (como es comprensible).
Gracias a la experiencia que hemos ido acumulando, hemos perdido el miedo al comercio electrónico, hemos visto donde hemos fallado, dónde tenemos que mejorar, fijando los procedimientos a seguir y todos los desarrollos que lleva un negocio online, que son muchísimos.
Como consecuencia de este bagaje nos hemos decidido a crear otra línea de negocio totalmente diferente a los viajes, www.kotton-loop.com, una marca de complementos de ropa, pero que comparte muchas experiencias anteriores del comercio electrónico y que nos permite iniciarnos desde una perspectiva ya más avanzada, pero con mucho por descubrir y aprender.
En cuanto a TuloIbizas, es un proyecto que cada año va evolucionando progresivamente y para próximas ediciones tenemos pensadas muchas ideas nuevas que queremos probar, aparte de consolidarnos en el mercado y perfeccionar nuestros procedimientos.
Para nosotros, todo este aprendizaje y puesta en marcha de nuestros proyectos, proceden de la necesidad de tener que sacar adelante nuestras convicciones e ideas, de no darnos por vencidos. Llega un momento en que le dedicas tanto tiempo a los proyectos, que en realidad no son un trabajo sino una forma de vida. Es como una droga, cada paso que vas dando te motiva para dar el siguiente y así sucesivamente.
La variable más temida y con la que más me cuesta lidiar, es la incertidumbre. Siempre que empiezas un proyecto y más de forma online, la mayor parte de las decisiones que tomas, sobre todo al principio, y al no tener un jefe que te diga lo que tienes que hacer, suponen arriesgarte sin saber el resultado. Mi experiencia al respecto es que siempre se gana, ya sea porque esa decisión ha salido bien y obtienes tus resultados, como si ha salido mal, que aprendes lo que ha fallado y te servirá para no cometer ese error en el futuro.
Lo más importante es tener paciencia, constancia y al caer, levantarte con más fuerza.
Álvaro Alcazar Rodríguez, Ceo & Founder de TuloIbizas