Cuando hablamos de liderazgo, muchas veces confundimos el ejercicio del concepto con el cargo en una compañía o con la posición en una comunidad. Lo cierto es que, haciendo un análisis con una perspectiva corporativa, el liderazgo se construye desde adentro, dando ejemplo, acercándose a todas las personas que trabajan en una organización y que contribuyen a que una persona sea percibida y, en últimas, reconocida como líder.
El hecho de que alguien sea nombrado presidente o gerente de una empresa, o cabeza de una comunidad, no significa que adquiera la etiqueta de líder de manera automática. Esa capacidad de liderazgo la tienen quienes logran una aproximación con su gente y consiguen que lo perciban como alguien humano, relativamente cercano, que está al día con las tendencias tecnológicas y de los negocios; que, con su actuar, demuestra no solo conocimiento, sino capacidad para transmitirlo, y competencias para guiar y trabajar en y con equipos multidisciplinarios.
Estas capacidades ayudan a ese líder a minimizar la brecha que existe entre la visión, la misión, los valores y los estándares que tiene y transmite, y los que perciben y entienden todas audiencias de interés con las que se comunica.
Vemos a diario ejemplos de líderes que reaccionan y hablan de manera intempestiva, improvisada y/o emocional, sin pensar en las consecuencias, causando un serio impacto en la reputación o imagen de la organización o entidad que dirigen. Esto aplica a cualquier empresa o institución, sin importar el tamaño o la actividad que lleve a cabo, y los efectos se miden tanto en el ámbito interno como en el externo.
Por otro lado, también vemos ejemplos de líderes que tienen una capacidad de reacción y comunicación que demuestra preparación y planeación, y que con la práctica logran hacer que parezca que transmiten sus mensajes sin hacer mayor esfuerzo, como el deportista que con práctica y disciplina hace ver que su destreza le llega naturalmente.
Una característica que siempre se ha resaltado de los que han sido catalogados por los historiadores como líderes, es la humildad. Un ejemplo que hemos presenciado en los últimos meses es el del papa Francisco. Con gran naturalidad comunica con actos sencillos mas no simples, sino contundentes. En una reciente intervención afirmó que “todos en la Iglesia somos discípulos durante toda la vida”, con lo cual le recuerda a la gente que el ser humano a lo largo de su existencia nunca deja de aprender.
Y no se queda en lo dicho. Nos da ejemplos permanentes de liderazgo y comunicación, alejándose de la imagen de los pontífices intocables. El papa Francisco transmite con sus actos que es de carne y hueso cuando tiene la ‘osadía’ de invitar a un párroco a subirse al papamóvil con él. Todo lo anterior hace eco al concepto de que ‘para ser grande primero tienes que aprender a ser pequeño’.
Con ese ejemplo en mente, al momento de transmitir su mensaje, el líder se gana su título procurando tener en cuenta todas las variables que rodean una situación dada, y comunicándose adecuadamente con sus audiencias de interés, proyectando seguridad y cercanía, dominio del tema e incluyendo la dosis de humildad necesaria.
A su vez, el líder debe procurar utilizar un lenguaje propositivo, que denote avance y una mirada hacia el futuro, y transmitir ojalá que el haber llegado al lugar en donde está significó trabajo en equipo, lecciones aprendidas y, sobre todo, muchos aciertos en su comunicación.
Daniel Feged. Director General Grupo Albión Colombia – Comunicación Estratégica
Fuente: Portafolio