¿Una impresora 3D en tu cocina? Pretenden revolucionar el mundo de la alimentación, aunque quizá no en términos de rapidez y calidad. Pero lo cierto es que con estos objetos se pueden hacer cosas tan divertidas como réplicas de nuestra cabeza en chocolate o hamburguesas que son un zapato
Las impresoras 3D, que tantos titulares acaparan, empiezan este año pisando fuerte. Estos dispositivos, que están revolucionando la manera de producir todo tipo de objetos, están tratando ahora de colarse en las cocinas de los hogares proponiendo una nueva forma de alimentarnos.
Una empresa de Barcelona llamada Natural Machines es la primera en poner a la venta un electrodoméstico que imprime comidas. Otras empresas del sector ya habían presentado otras impresoras 3D de alimentos, pero solo especializadas en repostería y con un precio nada asequible. Esta impresora en cuestión se llama ‘Foodini’ y trabaja con todo tipo de alimentos. Tiene la apariencia de una tostadora de diseño y cuesta unos 1.000 euros.
Solución para los astronautas
El funcionamiento de estas máquinas es bastante sencillo: se inserta en unos tubos comida con una determinada consistencia y esta va depositándola capa por capa en determinados sitios, según se le indique en el diseño que se le ha proporcionado. Y aunque el proceso parece bastante simple, empresas tecnológicas de medio mundo ya están creando su propia versión e investigando todo tipo de posibilidaes.
Incluso la NASA está llevando a cabo un estudio para determinar la capacidad de esta tecnología de permitir a sus astronautas una alimentación variada y equilibrada, usando únicamente ingredientes básicos y minimizando el gasto de tiempo y de alimentos. Creen que las impresoras 3D de comida pueden ser la solución para que en el espacio los astronautas puedan comer algo más que comida congelada, deshidratada y enlatada.
Los fabricantes de estas máquinas nos dicen que el propósito no es que comamos de manera menos sana, sino todo lo contrario. Que a través de las impresoras 3D de comida preparemos platos con ingredientes naturales que nosotros mismo hayamos comprado. Pero no es tan sencillo como parece. A los tubos de la impresora hay que meterle los alimentos con una determinada consistencia para que funcione correctamente, por lo que la mayoría de los ingredientes tendrán que tener un proceso químico anterior para licuarlos, espesarlos o lo que se requiera.
Encarecer el precio del plato
Si definitivamente estas máquinas llegan a nuestras cocinas lo que ocurrirá será probablemente que los propios fabricantes surtirán a los supermercados con cápsulas de ingredientes que ya vienen preparados con la consistencia y proporción adecuadas. Para preparar, por ejemplo, un plato de raviolis, tendrás que comprar las cápsulas necesarias. Así, el plato se encarecerá y, en mi opinión, dejará de estar hecho con ingredientes completamente naturales.
Aunque en términos de rapidez y calidad las impresoras 3D de comida no creo que vayan a convencer en un futuro inmediato, en cuestión de creatividad no tienen límite. Creo que por el momento ese va a ser su punto fuerte, ya que algunas de las formas que pueden dar a la comida son completamente imposibles de realizar mediante un proceso manual. Con ellas se pueden hacer cosas tan divertidas como réplicas de nuestra cabeza en chocolate, fabricar azucarillos con formas geométricas o falsear alimentos (por ejemplo, crear una loncha de bacon pero con ingredientes vegetales).
fuente: Gonzoo