«Soy por naturaleza un destructor de monopolios». Así se define Travis Kalanick, el CEO de Uber, la polémica aplicación que pone en contacto a conductores con pasajeros.
El perfil de Kalanick encaja a la perfección en el manual de emprendedor estadounidense: genio precoz que montó con 18 años su primer negocio y abandonó los estudios de informática para dedicarse de lleno a su aventura empresarial. Con 31 años ya tenía US$ 19 millones en el bolsillo tras vender su empresa de intercambio de archivos Red Swoosh. Hace cinco años, tras un largo viaje en el que recorrió medio mundo, creó Uber junto a otros socios.
Uber es hoy la empresa que no cotiza en bolsa con la valoración más alta del mundo: US$ 51.000 millones.
Es considerado por muchos como la pesadilla de los taxistas. Su base de operaciones no para de crecer, con presencia en 300 ciudades de más de 50 países –a los que recientemente se sumó Uruguay– y más de 8 millones de usuarios. Francia es uno de los países de los que prefirió retirarse. La paradoja es que, al mismo tiempo que el presidente Francois Hollande exigía hace unos meses la «disolución» de la compañía, al otro lado del Atlántico, Uber cerraba una ronda de financiación por US$ 1.500 millones.
Inicios
En 1998 Kalanick abandonó sus estudios universitarios par fundar el motor de búsqueda Scour, que devino en una red de intercambio que contaba con 250.000 archivos de música y películas. Debió enfrentarse a una demanda millonaria por derechos de autor y se declaró en bancarrota. Al poco tiempo volvió al ruedo con Red Swoosh, una versión mejorada de su primer emprendimiento, con el que consiguió aliados en los medios. En 2007 la vendió en US$ 19 millones.
A finales de 2008, junto con otros emprendedores, creó UberCab, destinada a que ejecutivos pudieran disponer de un lujoso vehículo con chofer. Era más caro que un taxi y la idea fuerza consistía en la simpleza. «Estaba en París con mi socio y no podíamos encontrar un taxi. Quisimos tener la capacidad de apretar un botón y que alguien nos llevara. Así de simple», recordó al español ABC en una entrevista concedida el año pasado.
Esta primera versión evolucionó hacia lo que hoy es Uber y obtuvo su primer éxito en San Francisco, luego de la contratación de Ryan Graves como director a principios de 2010. La empresa creció aceleradamente y a los seis meses ya obtenía una inversión de US$ 1,25 millones, en gran parte proveniente de Shawn Fanning, uno de los fundadores de Napster.
En una entrevista con The Wall Street Journal, Kalanick fue consultado acerca de qué lección aprendió de los fracasos de sus primeras startups. Respondió que el fracaso es una cuestión de perspectiva: «En Uber tenemos esta cultura que llamamos mentalidad de campeones. No siempre significa ganar. Se trata de poner todo lo que uno tiene en el campo de juego, hasta la última gota de pasión y energía. Y si uno es derribado hay que superar la adversidad».
Lo cierto es que con Uber, Kalanick y su equipo se reúnen permanentemente con autoridades, y se enfrentan con gremios de taxistas y regulaciones (o su ausencia). Uno de las tantas críticas señala que los denominados socios-conductores deberían pagar impuestos. «Todo el mundo debe pagar impuestos. El transporte tradicional es mayoritariamente un terreno de dinero en efectivo, y a menudo se pagan muy pocos impuestos por ello. Uber es todo digital, todo deja rastro. Los conductores deben pagar impuestos, no tienen otra opción. Lo que hace Uber es convertir una industria muy orientada al dinero en efectivo en una industria de pago digital y, por tanto, más controlable», argumentó Kalanick a ABC.
Comida y autos sin conductor
Uber también viene incursionando en el reparto de comida. Uno de los lugares donde está operativo este servicio es en España (en Barcelona) luego que la plataforma fuera excluida del transporte de pasajeros por decisión judicial.
Otra área donde Kalanick pone su energía es en el desarrollo de automóviles sin conductor. Consultado sobre si estos intentos son defensivos u ofensivos, recordó que existe una razón para que Google esté invirtiendo en esta área desde 2007. «Cerca de 30.000 personas mueren al año (en EEUU) en accidentes de tránsito. ¿Y si esto se reduce a cero? Piense en todas las otras lesiones además de esto. Eso es solo en EEUU. ¿Qué pasaría en el resto del mundo? Se salvarían literalmente millones de vidas. Ni siquiera hay que pensarlo. Esta tecnología está llegando. Entonces la pregunta para nosotros es, ¿quiere Uber ser parte del futuro o vamos a resistir el futuro como tal vez la industria de los taxis antes de nosotros. Somos una firma de tecnología, por lo que nuestra elección es ser parte de eso», comentó a The Wall Street Journal.