Vamos a dejarlo bien claro: los inventores hacen cosas nuevas. Los innovadores hacen cosas nuevas que se usan. Los emprendedores crean valor, hacen cosas que se usan y ganan dinero vendiéndoselo a clientes que pagan por ello más de lo que cuesta fabricarlo y venderlo.
Nosotros -léase emprendedores, políticos, académicos, observadores de la sociedad- nos hemos hecho un lío con palabras de moda muy atractivas pero insípidas, y la «innovación disruptiva», que solía ser una metáfora útil, ha pasado a ser una palabra de moda y hueca. Prácticamente todos los días se oye un «¡Qué innovación tan disruptiva!» en boca de un admirador de ojos febriles, sin pararse en absoluto a pensar en las implicaciones de lo que dice, a menudo con tono de auto-bombo.
A los emprendedores, la innovación disruptiva les da igual. Se nos ha olvidado que disruptivo es malo, es justo lo contrario de creación. Significa «desmembrar, separar, romper, hacer añicos». Los emprendedores crean valor, la creación es lo contrario de ruptura. Es más, como he defendido muchas veces, hay muchas formas de emprender que crean valor y tampoco son innovadoras.
La diferencia entre ruptura y creación es muy práctica y relevante. Para empezar, la innovación disruptiva puede destruir valor en vez de crearlo. No hay más que mirar la actualidad, y ver la innovación disruptiva de ISIS (los terroristas del Estado Islámico). Los terroristas del 11 de septiembre también eran innovadores disruptivos. El narco Pablo Escobar también era un innovador disruptivo. Estos lamentables ejemplos nos demuestran que la ruptura no es ni el objetivo ni la estrategia de los emprendedores, a veces es una consecuencia accidental.
Tal y como defendí en Worthless, Impossible and Stupid, emprender es crear y capturar un valor extraordinario. Poner la creación de valor (normalmente económico) en el centro del emprendimiento nos ayuda a identificar (y por tanto, participar en) el emprendimiento donde a menudo es ignorado. La creación de valor económico (y social) de los medicamentos genéricos ilustra cómo se pueden crear centenas de miles de millones de euros de valor todos los años sin innovación alguna. Las empresas de genéricos compiten con farmacéuticas innovadoras, no han generado ruptura. Uber se enorgullece de ser disruptivo, y de hecho, precisamente es ese el valor social negativo que crea. Modelos parecidos a Uber, que apoyan el taxi, como Get Taxi en el sudeste asiático, crean valor sin ruptura. ¿Innovación disruptiva? ¡No! ¿Creación de valor extraordinaria?¡Sí!
La creación de valor es emprendimiento sólo cuando existe la posibilidad de «capturar» valor -normalmente económico- por parte de los emprendedores. Independientemente de la tendencia política, la gran mayoría del emprendimiento implica que el emprendedor busca enriquecerse. Incluso cuando el objetivo explícito del emprendedor sea la creación de valor social, casi siempre está alineado con la creación de valor económico, a pesar de que emprendedores adinerados, como Bill Gates y Richard Branson, le han quitado importancia a la riqueza (después de haber generado miles de millones, todo hay que decirlo). Si quitamos la captación de valor, gran parte del emprendimiento desaparece también.
Así que olvidémonos de crear valor con palabras pomposas: las palabras prodigiosas y golosas no crean mercados ni empresas exitosas ni innovación. La claridad de conceptos e ideación ayuda a emprendedores, clientes y sociedades.