El sitio español Cotizalia es uno de mis preferidos al momento de buscar inspiración. Sus artículos, si bien son locales, reflejan una problemática que parece ser más latina que ibérica. Es el caso de este artículo, que bien podría haber sido el testimonio de cualquier argentino emprendedor:
«¿Cómo cambiamos el sistema educativo para crear emprendedores? Y, sobre todo, ¿cómo se cambia la mentalidad y la predisposición de un joven que actualmente se encuentra mermado ante los escandalosos datos del paro? Éstas son algunas de las preguntas que se hicieron Julio Carlavilla, Luis Monge, Juan José Güemes, Álvaro Cuesta, Javier Garilleti y Pablo de Manuel en la mesa redonda sobre mercado laboral juvenil y emprendizaje, cuya primera crónica publicábamos ayer en exclusiva en Cotizalia.
Todos nuestros contertulios coincidían en la necesidad de potenciar la creación de empresas jóvenes, que son las que deberían liderar la creación de empleo en este país. Sin embargo, parecía que para ello habría que hacer profundos cambios en la educación y, sobre todo, en la educación de los jóvenes. ¿Cuál son los problemas de perfil a los que se enfrentan los jóvenes españoles? ¿Cómo podemos solucionar esos problemas?
Para Álvaro Cuesta, de AJE Madrid, se trata de un problema cultural: “Los jóvenes debemos hacer autocrítica y pensar que el hecho de que el 70% de los licenciados universitarios quieran ser funcionarios quizá tiene que ver con esa aversión al fracaso de la idiosincrasia española, de esa sociedad que critica ferozmente el fracaso y, por tanto, el espíritu emprendedor”. Además, Cuesta observa un aparente inmovilismo y resignación por parte de los jóvenes españoles: “Sin entrar en cuestiones políticas, a veces me indigno cuando la juventud se indigna respecto a lo que les tiene que dar la clase política. Que en la mayoría de estas quejas estoy de acuerdo, pero eso es una parte mínima del problema. No es más que la consecuencia del problema. Nuestra mayor barrera es cultural. No podemos caer en el victimismo de que como la clase política no nos da facilidades, no podemos salir adelante. En los años 80 los tipos de interés eran tres veces los que hay ahora, las hipotecas eran mucho más complicadas… y la gente seguía emprendiendo”.
Así, el presidente de AJE Madrid critica en cierto modo las aspiraciones que a menudo podemos tener los españoles: “Parece que en España tenemos una cultura de la propiedad, donde la mayor aspiración es tener una nómina estable con un contrato indefinido para que nos den una hipoteca en un banco, muchas veces enfrente de nuestros padres, y que nos den una hipoteca vivienda para, antes de casarnos, podamos tener ya la casa comprada y el Home Cinema montado”.
A este pensamiento, Juan José Güemes (IE Business School) añade una nueva palabra: innovación: “El emprendimiento no es sólo crear una empresa, es innovar. Pensar que en cualquier aspecto de la vida, las cosas se pueden hacer de diferente manera”. Un criterio al que también se une Álvaro Cuesta, que recurre a la película La Red Social , sobre el nacimiento de Facebook, para explicar lo que piensa: “No caigamos en el victimismo. En ‘La Red Social’ los gemelos Winklevoss van a hablar con el rector de Harvard porque les han quitado la idea, y el rector les dice que si les han quitado una idea, busquen otra, y que en Harvard la gente prefiere inventarse un trabajo antes que buscarlo. Mientras no nos inventemos los trabajos, no seremos realmente innovadores”
Inculcar el espíritu emprendedor en los niños
Para los participantes en nuestro debate, el problema básico está en la educación, sobre todo a edades tempranas: “La educación es demasiado pasiva. A los niños no se les pide que hagan cosas diferentes, innovadoras”, asegura Pablo de Manuel. Pero, ¿cómo se cambia la mentalidad y las actitudes de los más pequeños? Para Julio Carlavilla, lo conseguiremos en la medida en que “de una vez todos sepamos qué modelo educativo tenemos que llevar a cabo. Que, sea el partido que sea, todos sean conscientes de la necesidad de que los jóvenes desarrollen las soft skills”, un criterio matizado por Luis Monge, que considera que “a la educación hay que darle la importancia que tiene. No se puede delegar toda la importancia de generar emprendedores en la enseñanza reglada. Además, hay que tener cuidado con lo de la inteligencia emocional, ya que los estudios demuestran que hay una carga genética importante a la hora de ser emprendedor, de ser creativo…”.
Dentro de las propuestas que se pueden llevar a cabo, Álvaro Cuesta alude a Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, un libro que en Estados Unidos se ha convertido en referente y que incluso sirvió de modelo a Michelle Obama, que en su momento promulgó “los cinco hábitos saludables para preescolares”. Cuesta ve esta iniciativa como una buena propuesta para que a largo plazo se instaure “el gen no de emprendedores, sino de personas creativas e innovadoras en general”.
En cuanto a las posibles diferencias que puede haber entre la idiosincrasia española y la de otros países, todos los participantes en el debate disciernen, pero Cuesta ve una situación muy negativa en España: “El emprendedor no nace ni se hace; al emprendedor lo deshacen”. Y para argumentar su visión, tira de anécdota: “Un español y un americano van patinando por el Retiro y tropiezan. El americano comprueba que todo está bien, que no hay roturas, que todo está en su sitio, limpiarse un poco y continuar patinando. Lo primero que hace el español es comprobar si le ha visto alguien. Eso está en nuestro ADN cultural, y es lo que hay que eliminar”.
Los padres, parte fundamental
No obstante, no todo va a ser culpa de los jóvenes; Julio Carlavilla también plantea las posturas de los propios padres, que incluso siendo ellos mismos emprendedores, no inculcan ese espíritu a sus hijos: “Los padres también tenemos mucha parte de culpa, cuando les decimos a nuestros hijos: ‘Métete en el Banco de España a ver si apruebas la oposición, que es para toda la vida’”.
En cualquier caso, parece ser una tarea de todos: “Quienes educan son los padres. Los colegios, con mayor o menor éxito, te canalizan, pero los que creamos un entorno y una cultura somos los padres. Tenemos que educar a los chavales para que entiendan que el mañana no está garantizado y que está en sus manos. Tenemos que educar a los padres, a los hijos, a los centros educativos y a las empresas. A los empresarios no debería frustrarles que sus trabajadores se vayan a la competencia, sino que sus trabajadores no se vayan para mostrar su propia compañía”, sentencia Javier Garilleti».
Autor: C. Otto
Fuente: Cotizalia
No me parecen muy adecuadas las funciones del emprendedor directivo, son funciones más bien del Management tradicional, hoy no son la esencia.
Autor: Alejandro Schnarch
http://www.gestiopolis.com/innovacion-emprendimiento/educacion-emprendedores-y-el-efecto-pigmalion.htm
La dificultad de la relación educación-emprendimiento comienza con nuestros modelos educativos, en la escuela tradicional no se fomenta la capacidad de soñar, por ello no extraña que cuando somos adultos nos cueste montar empresas o ser innovadores. Pero para el emprendedor es muy importante saber que los sueños pueden hacerse realidad y que para hacerlo se debe tener coraje y motivación, además del autoconcepto de que sí puede lograrse. Lo que piensa el emprendedor que es, condiciona lo que haga y lo que de hecho sea en un futuro próximo.
La dificultad de la relación educación-emprendimiento comienza con nuestros modelos educativos, ya que durante mucho tiempo se creyó que aprender era acumular datos en la memoria y la enseñanza estuvo basada en la clase tradicional o textos, donde el protagonista era el erudito profesor, poseedor de la sapiencia, guardián de las verdades del pasado que se dignaba a transmitir a sus alumnos, quienes asumían una actitud pasiva, sólo escuchando, ejercitando la percepción y memoria. Se le daba más importancia a saber cosas que a saber hacer cosas.
La concepción de la educación estaba basada en un profesor, que al igual que el padre de familia, enseñaba durante años de forma autoritaria. Las normas, mandamientos y prohibiciones eran la base del mecanismo unilateral de socialización; la autoridad hacía que se mantuviera el orden y conducía a una adaptación más rápida. El educando debía ser enseñado y controlado por aquellos que poseían la autoridad. El sistema jerárquico, impregnado en nuestra cultura, estaba inherente en todo.
En la escuela tradicional no se fomenta la capacidad de soñar. Los métodos clásicos están más basados en la obediencia, en ajustarse a unas reglas y en memorizar unos datos, pero No a desarrollar la creatividad, a cuestionar lo establecido y mucho menos a soñar con poner en juego el potencial que toda persona lleva dentro… Por ello, no extraña que cuando somos adultos nos cueste montar empresas o ser innovadores. Nuestro entorno educativo no ha sido el más adecuado… Pero se puede comenzar a soñar ahora y pensar en los proyectos que nos gustaría hacer o en lo que nos gustaría convertirnos.
Dentro de esto, es muy importante saber que los sueños pueden hacerse realidad y que para hacerlo debe tener el coraje y la motivación suficientes además del concepto personal de que sí puede lograrse, así como ciertas competencias y conocimientos que debe desarrollar un emprendedor.
Mark Twain, decía: “Un hombre no puede sentirse cómodo si no cuenta con su propia aprobación”. Se refiere naturalmente al autoconcepto: lo que piensa el emprendedor que es, condiciona lo que haga y lo que de hecho sea en un futuro próximo. Se comporta como cree que es… (En esto también influyen los roles que ha desempeñado, la comparación social, los juicios de los demás, las experiencias de éxitos y fracasos, la cultura e incluso influencias genéticas).
Esto está relacionado con la adecuada actitud mental positiva. Como dice Sun Tzu, en su libro el Arte de la Guerra: “El vencedor antes de entrar en la batalla ya ha ganado”. Y es cierto. Si piensas que vas a perder, pierdes. Si crees que puedes ganar, tienes muchas más posibilidades de conseguirlo. Por ello, si el emprendedor desea desarrollar su talento, el punto de partida ha de comenzar en él mismo y en su lenguaje interior.
Y como decíamos, este autoconcepto está influenciado por lo que piensen los demás del emprendedor; el llamado Efecto Pigmalión, que Robert R. Merton denominó profecía autocumplida según la cuál, las personas se comportan de modo tal que tienden a confirmar sus deseos, miedos y temores; es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad. En las palabras de Goethe: “Trata a un hombre tal y como es y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede ser y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser”.
Es decir, el emprendedor será lo que sea capaz de soñar y lo lejos que pueda llegar depende del alcance de sus deseos; lo que sea capaz de conseguir obedece a sus expectativas. Su futuro está escrito y lo escribió él mismo con sus sueños y confianza en lo que pueda hacer.
En consecuencia, podemos ayudar a los emprendedores dándoles el apoyo y seguridad que requieren, mediante el Efecto Pigmalión, pero la confianza, seguridad, deseo, motivación y esfuerzo necesario para emprender los debe desarrollar él mismo… Esto último se puede graficar con el siguiente ejemplo del Efecto Pigmalión: Si alguien le dice que le hará cosquillas, sólo con pensarlo le cogerá la risa tonta y hasta podrá darle un espasmo de la alegría…pero trate de hacerse cosquillas a sí mismo…Nada reemplaza la importancia del esfuerzo y la constancia, con ilusión suficiente para aliviar la fatiga del camino y saborear anticipadamente el triunfo.
En Argentina el Modelo Nacional Socialista, importado durante 1943 a 1955, ha contribuido a crear un modelo Papa Noel, donde el estado tiene que regalar todo. Solo se le pide el voto. Argentina tiene el potencial para ser Canada, creo que tendria que importar 50.000.000 millones de personas del primer mundo como Canada, Suecia, EEUU, Australia y Dinamarca. Hay que cambiar la mentalidad del Fascismo Italiano, que hundio a Argentina es una Republica Bananera.