La vida es cambio y transformación constante. Nada es estático y todo está en movimiento.
El mundo de los negocios, como la vida misma, también es dinámico; y en esta etapa de la historia, más todavía. Hasta hace un tiempo atrás, el escenario económico se basaba mayormente en el cálculo y beneficio, hoy la aguja también la mueven la tecnología, la innovación, las ideas y la información.
De hecho, la realidad está generando un positivo impacto en el ecosistema emprendedor. El entorno digital, por ejemplo, permite crear estructuras de operaciones flexibles, escalables y globales, con su consecuente mejora en términos de eficiencia.
Es tal el dinamismo, que las habilidades y las competencias que requiere actualmente un emprendedor son diferentes a las que necesitaba hace diez años. Internet revolucionó las formas de relacionarse entre empresas y consumidores pero además propone nuevos desafíos permanentemente.
Este panorama alienta a millones de jóvenes en todo el mundo que se lanzan a crear empresas creyendo que ser un emprendedor digital es sencillo. Pero no lo es.
El entorno digital tiene muchas ventajas por sobre las prácticas empresarias de antaño: Mayor visibilidad, más transparencia, menores montos de inversión inicial y mayor posibilidad de presencia global. Pero estas ventajas esconden también un gran riesgo: Cualquier error de estrategia es mucho más visible y perjudicial para su negocio.
Respecto a esto, leí hace unos días en el diario español La Vanguardia una visión del empresario Alex Konanykhin, CEO y fundador de la empresa de producción multimedia KMGi, desarrollador de la plataforma TransparentBusiness.com. Esta visión es muy interesante y debería, a mi criterio, ser leída por cualquier joven que quiera lanzarse a crear empresa, antes de iniciar su start up:
1. No cualquiera puede ser un emprendedor en la era digital. Parece muy simple: alguien crea un sitio web promocionando un producto o servicio a través de la red y, automáticamente, se convierte en un emprendedor. Pero un líder de negocios es mucho más que eso. Es, en primer lugar, alguien que tiene un proyecto con objetivos claros, que ha estudiado detenidamente el mercado en el que ingresa, que está dispuesto a correr riesgos (invertir tiempo y dinero para alcanzar sus metas), y que tiene el conocimiento y las habilidades necesarias para adaptarse a los cambios del mercado y reformular sus planes si es necesario.
2. Una empresa ya no es un lugar. En la nueva era de los negocios online, las empresas se parecen más a redes de contactos y relaciones que a espacios físicos. Ya no es tan importante el tamaño de las oficinas, ni la cantidad de empleados. Ni siquiera cómo están distribuidos alrededor del mundo. La clave está en generar estructuras flexibles, que puedan responder rápidamente a los cambios del mercado y que permitan adaptarse a las necesidades puntuales de cada proyecto. Un emprendedor debe estar preparado para configurar equipos de trabajo de forma rápida y eficiente. Por este motivo es fundamental que logre tejer una red de contactos amplia, que le permita establecer modalidades de operación que minimicen los costes fijos y maximicen el rendimiento de las tareas.
3. La visibilidad es un factor vital. Mantener secretos no es una política corporativa recomendable en la etapa de las redes sociales y la visibilidad online. Al contrario, cada vez son más los proyectos que triunfan apostando por la máxima transparencia, tanto hacia al público en general como hacía la competencia o los consumidores. Mostrar cómo son los procesos de trabajo, tratar de brindar la mayor visibilidad posible en las etapas de desarrollo de productos y servicios, y plantear incluso las dificultades y desafíos que debe enfrentar un negocio son excelentes prácticas para despertar la confianza del mercado y evitar crisis que dañen la reputación de un proyecto. En una época en la que es prácticamente imposible controlar el flujo de la información, la máxima transparencia es sin lugar a dudas la mejor opción.
4. Es imprescindible la capacidad para adaptarse. Para triunfar en el mundo de los negocios actual es necesario poder responder rápido a las demandas del mercado. Resulta imprescindible contar con la escalabilidad suficiente para ampliar la capacidad productiva de nuestros proyectos de la manera más rápida y eficiente posible. En la actualidad, las oportunidades surgen y se desvanecen con una velocidad nunca antes vista, y nuestra predisposición para responder a este contexto cambiante puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Lo dicho aquí no implica que haya caminos directos al éxito. En cualquier caso, la misión de emprender –y no morir en el intento- implica entender que en esta era dominada por la velocidad del conocimiento y la continua evolución tecnológica siguen siendo fundamentales las actitudes, un “tercer capital” que con frecuencia perdemos de vista
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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