Leí hace poco un excelente artículo de opinon de Candice Laporte y Sébastien Chartier publicado en el blog Mi Empresa del periòdico español Cinco Días.
Lo comparto porque, aunque los autores hayan pensado en España al momento de pensar la nota, es válida para los países de Latinoamérica,, o al menos para los que conozco, que son la mayoría.
A leer y reflexionar:
Hace unos días, Rafael Garrido (@rafaelgarrido), uno de los 2 fundadores de Vitamina K, una sociedad de capital riesgo especializada en invertir en empresas de base tecnológica, puso un par de tweets:
En el primero preguntaba por qué algunos emprendedores que están a punto de cerrar un proyecto por falta de cash no piden un crédito al banco avalando con su casa.
En el segundo, comentaba lo último que acababa de escuchar de un emprendedor: “Tengo una start-up, donde he puesto 50k y la valoro en €1M” donde él le contestaba “y el colega y la idea valen 950k?” pidiendo un poco de seriedad… (¡La empresa tenía pocos meses de vida!).
Estos 2 comentarios son muy habituales en el sector: los inversores se suelen quejar por una parte de que los emprendedores no apuestan por sus propios proyectos y que las valoraciones que piden suelen estar muy alejadas de la realidad de sus empresas.
Por el hecho de haber estado en todos los lados de la negociación en los últimos 15 años (varias veces emprendedor, asesor de varias start-ups en su búsqueda de capital, e inversor, tanto privado como gestionando fondos de capital riesgo), no puedo estar más de acuerdo con los comentarios de Rafael.
En España, a pesar de lo que se creen muchos emprendedores, sobra el capital disponible (desde business angels, incubadoras, fondos de capital riesgo, bancos, etc.). Desgraciadamente lo que menos hay, son proyectos ambiciosos susceptibles de ser respaldados financieramente.
Muchos confunden auto-empleo con empresa, o sueldo “garantizado” con emprendimiento.
Añadiendo mi grano de sal a estos comentarios en internet, básicamente diciendo que los emprendedores no apostaban lo suficiente por sus proyectos, produje una avalancha de comentarios.
Algunos intentaron explicarme que ellos aportan su tiempo, la idea, su dedicación y pasión, y que otros tendrían que aportar el dinero. Siento mucho comunicarles que estas características, por muy honestas que sean, se asemejan más bien a cualquier trabajo asalariado, pero no al de por cuenta propia. En efecto, si yo decidiera trabajar para una gran empresa, esta última esperaría que por el sueldo que me paga, le dedique efectivamente mi tiempo y entusiasmo en intentar hacer lo mejor posible el trabajo para el que me pagan… pero por muy bien que lo haga, esto no me daría derecho a tener un % de su capital.
Desgraciadamente, emprender es algo más que esto. Si quieres lanzarte por tu cuenta, es que has decidido tomar las riendas de tu vida, para lo bueno y lo malo que esto representa, y por lo tanto ¡vas a tener que asumir riesgos! Y esto significa inevitablemente, aportar recursos económicos para poder lanzarte. No puedes esperar a que otros financien tu idea (o si no, por lo menos ¡no aspires a quedarte con la mayoría del capital de la compañía que lanzas!). Es frecuente oír “no tengo dinero pero trabajaré 15 horas diarias”. Si estás en esta situación, es probable que lo que intentes es auto-emplearte. Cuidado, no quiero para nada dar la impresión de menospreciar la multitud de profesionales que se lanzan por su cuenta (muchos se deciden a emprender más por necesidad que por vocación, pero no por esto les tenemos que menospreciar), pero no puedes aspirar a que otros te financien tu empresa, si tú mismo no apuestas en ella. En lugar de buscar inversores, deberías dedicar tu tiempo en buscar clientes. El capital riesgo es muy selecto (sólo invierte en un 2-3% de los proyectos que analiza), y no todos necesitamos su respaldo para emprender. No hay idea ni empresa pequeña, lo único es que tendrá s que ingeniártelas para sobrevivir de manera “low-cost” hasta que tu negocio te permita crecer.
Volviendo al tema de cuánto debería invertir cada uno en su empresa, sólo diría que cualquier emprendedor tiene que mojarse. Todos tenemos algo de dinero: ahorros, una indemnización que acabamos de recibir de nuestro último trabajo, la posibilidad de capitalizar el paro, algo con lo que avalar (bienes si los tienes), familiares que te pueden prestar algo, etc. Y si realmente no tienes nada, tienes que reducirte drásticamente el sueldo hasta que seas capaz de generar valor para la compañía, demostrando al inversor que si él no gana, ¡tú tampoco! En fin, hay que alinearse con el inversor.
Y como último consejo, para los que piensan que no pueden lanzarse sin apoyo de un inversor financiero, no seas demasiado “greedy” en la valoración de tu start-up. Hasta que no seas capaz de vender y obtener beneficios, tu empresa no vale mucho… por mucho que la idea te parezca genial. Ideas hay muchas, pero la ejecución es lo importante… y si al final necesitas captar financiación para poder desarrollarla, esto tiene que ser lo más importante para ti, con lo cual olvídate al arrancar del famoso “mi start-up que he lanzado con mi amigo hace 3 semanas ¡vale un millón de euros!”. Pon hitos de valoración ligados a facturación, beneficios, etc., y si los cumples, el inversor estará encantado de rebajar su participación, cediéndote parte del capital que adquirió al principio por un euro simbólico.
El que no arriesga no gana… y este dicho se aplica tanto al inversor como al emprendedor.