Las startups tal vez puedan estar experimentando una cierta sobreabundancia de riqueza. En una época de valoraciones vertiginosas, hay quienes aseguran que las jóvenes empresas necesitan prestar más atención a la forma en que atraen capital.
Entre los que hicieron sonar las alarmas se encuentra Marc Andreessen, inversor de riesgo. En una serie reciente de tuits, Andreessen advirtió de que “las startups que gastan montantes elevados de capital [antes de producir un flujo de caja positivo] casi nunca sobreviven a capitalizaciones futuras [down rounds]. Se evaporan. Además, para llegar a dónde han llegado, las startups, probablemente, hayan tenido que levantar mucho capital a un nivel de valoración anterior demasiado elevado”.
Se trata de un consejo importante formulado en 140 caracteres, pero muy oportuno en un año en que historias de startups valoradas en miles de millones de dólares acaparan los titulares de los medios. Uber, Airbnb y Dropbox fueron valoradas de forma reciente en más de US$ 10.000 millones. En realidad, en el primer semestre de 2014, había 14 empresas de tecnología respaldadas por el capital riesgo valoradas en más de US$ 1.000 millones, dos veces más que la cifra de todo 2013, según datos de CB Insights.
Las startups están “captando montantes fabulosos de capital”, dice Doug Collom, vicerector del campus de Wharton en San Francisco. “Es una fiebre del oro, y todos quieren formar parte de ella”.
¿Son las semillas de una próxima burbuja tecnológica? “Creo que el Valle del Silicio, en general, o la comunidad de capital riesgo o de startups, están incurriendo en un riesgo demasiado grande actualmente, un hecho inédito desde 1999″, dijo Bill Gurley, inversor de riesgo, al Wall Street Journal. Socio de Benchmark, empresa de capital riesgo, su empresa invierte en Uber, OpenTable y Zillow.
Un mar de capital
Actualmente, los fundadores “argumentan (y, con frecuencia, de manera convincente) que sus startups revolucionarias serán un día tan valiosas como los gigantes actuales de la tecnología cuyas acciones son negociadas en los mercados bursátiles”, según un informe de PitchBook, empresa proveedora de datos y de tecnología. Recientemente, WhatsApp, servicio móvil de mensajes de texto, fue adquirida por Facebook por la fantástica suma de US$ 19.000 millones. En una reciente conferencia de Internet.org, en India, Mark Zuckerberg, consejero delegado de Facebook, dijo que aún no sabía cómo ganar dinero con la aplicación, según informó el Business Standard.
Cuando se cierre el año, la operación con WhatsApp pasará a la historia por el montante récord de capital negociado después de la recesión de 2008-2009, además de ser también la mayor adquisición de una empresa respaldada por la inversión de riesgo.
Recaudar capital para una startup es algo que ha cambiado de forma significativa en los últimos cinco a siete años, dice Collom. No hace mucho tiempo, “la financiación era simple. Había tres fuentes de financiación: la primera era la familia, los amigos y los tontos. La segunda eran los inversores ángeles con dinero sobrante en el bolsillo y que habían tenido éxito en otro sector. La tercera era el camino institucional de la inversión de riesgo”, explica Collom. En el mundo actual, la financiación es mucho más compleja con fuentes que comprenden los ángeles, los superangeles, el crowdfunding, los inversores corporativos, las incubadoras, las aceleradoras y los fondos hedge”.
La comunidad de capital riesgo de la región de la Bahía de San Francisco es un verdadero mar de capital. El sujeto que quiera abrir una empresa no necesita tener una idea factible para conseguir financiación. Basta con ser convincente en su argumentación”, observa Collom.
Actualmente, el capital está relativamente accesible, y las empresas de software, como WhatsApp, Snapchat (valorada en US$ 10.000 millones) y Pinterest (US$ 15.000 millones) son valoradas, con frecuencia, por el número de personas que visitan la web [eyeballs], y no por el beneficio que producen. En realidad, en el primer semestre de 2014, los inversores de riesgo invirtieron US$ 22.700 millones en EEUU, lo que corresponde a un 71% más en el mismo periodo del año pasado, según datos de PricewaterhouseCoopers y de la Asociación Nacional de Capital Riesgo.
“Inversores no tradicionales como fondos hedge, fondos mutuos y empresas de private equity forman parte hoy en día de ese escenario […] compitiendo con fuerza total por esas inversiones, empujando aún más arriba las valoraciones”, según datos de PitchBook. El resultado son valoraciones aún más elevadas nunca vistas desde los días del estallido de la burbuja tecnológica puntocom de finales de los años 90.
“Las valoraciones elevadas pueden ser preocupantes para la salida de capital a causa de las presuposiciones con que los inversores de riesgo tienen que trabajar”, evalúa Alex Lykken de PitchBook. “Si un inversor hace una inversión en la Serie C, por ejemplo, la norma general es esperar un retorno de dos a cuatro veces la inversión realizada para que las matemáticas surtan efecto en sus fondos. Si esas ventanas se contrajeran en el transcurso de los próximos años, lo que es un motivo de preocupación, los montantes de salida serán menores de lo que esperan hoy”. Lykken añade que la mayor parte de las startups y de los inversores, sin embargo, preferirían “mucho más tener valoraciones cada vez más altas, de manera que puedan estimular sus propias inversiones hasta la hora de la salida [del capital]”.
Ciertos sectores, como el del software, son mucho más valorados que otras industrias como, por ejemplo, la industria de startups de las áreas de salud y de ciencias. Según la Asociación Nacional de Capital Riesgo, las empresas de software acumularon US$ 11.200 millones en financiaciones de capital riesgo en 2013, lo que corresponde a un montante superior a un 85% en comparación con 2013. Las empresas de software son más “resistentes” en el sentido de que son menos propensas a ser abandonadas y tienen niveles recurrentes de beneficios más elevados, observa Lykken.
Gurley advirtió en un artículo en el Wall Street Journal que el riesgo del sector del software como servicio es “posiblemente uno de los mayores”. Aunque las startups sean conscientes de que las empresas cotizadas se devalúan cada mes, ellas siguen valiendo miles de millones de dólares, dijo Gurley. Al mismo tiempo, las startups reciben propuestas de capital en volúmenes cada vez mayores, lo que implica más riesgos. Airbnb está valorada en US$ 10.300 millones, es decir, más que la red de hoteles Hyatt y Wyndham. Ante eso, es preciso cuestionar si las valoraciones no estarían infladas, observa John Mullins, profesor de Actividad Emprendedora de la London Business School. “Cuando estamos en medio de una burbuja, la pregunta que se hace es la siguiente: ¿todavía tenemos algo más de tiempo dentro de la burbuja o va a estallar?”, dijo.
¿Nubes en el horizonte?
Según PitchBook, las startups tienen una perspectiva pre-OPV mucho más saludable que en los días de la primera burbuja de Internet. “Uno de los subproductos de ese cambio fueron algunos aumentos en los precios de las acciones después de la OPV, por lo menos en comparación con hace 15 años”, informó PitchBook. “En realidad, los inversores profesionales obtuvieron valores mayores antes de la salida, lo que respaldó valoraciones posteriores en el proceso”.
Por otro lado, algunas startups están tomando el dinero que levantaron y colocándolo en el banco en anticipación al momento en que el capital sea más escaso en una posible corrección futura de mercado. Luke Taylor, profesor de Finanzas de Wharton, aconseja a las empresas: “No se avergüencen de poner un buen volumen de dinero en el banco y de dejarlo allí. Las economías viven tiempos buenos y malos. En los tiempos malos, es difícil levantar capital. Nunca sabemos cuándo vamos a necesitar ahorrar para los malos tiempos”.
Netflix es un ejemplo de empresa que hizo exactamente eso. Poco antes del estallido de la burbuja de las puntocom a principios de 2000, la empresa recibió una financiación de US$ 50 millones cuando su principal negocio era el alquiler de DVDS por correo. “Aunque nuestro modelo de negocio estuviera yendo muy bien, no teníamos acceso al capital y habríamos tenido que cerrar la empresa si no hubiéramos recaudado un dinero extra”, dijo a New York Times Barry McCarthy, ex director financiero de Netflix.
Pero lidiar con los enormes mercados de capitales no es algo que se haga sin incurrir en riesgos. Uno de ellos es la tasa elevada de consumo de capital, o el volumen de dinero que una empresa gasta. Eso involucra una cantidad de cosas: gastos en una fuerza laboral excesiva, arrendamiento durante diez años de un inmueble caro, comidas gourmet en la cafetería, entre otras cosas, sin que haya un céntimo de beneficio siquiera. “Se necesita tener disciplina cuando se tiene mucho capital, si no se acaba tirando el dinero por ahí”, observa Xenios Thrasyvoulou, fundador de iniciativas empresariales como PeoplePerHour.com y SuperTasker.con en Londres y Nueva York. “Contratar a mucha gente antes del momento adecuado aumenta su tasa de consumo de capital”, añade Taylor. “Ahora la empresa tiene una cantidad de salarios que pagar cada mes, y ese no es un coste fácil del que librarse. A las empresas no les gusta despedir a las personas”.
Thrasyvoulou advierte de los peligros del rápido crecimiento de una empresa demasiado pronto. Su empresa tenía seis empleados inicialmente, pero después de un año ya eran 50. “Recortar plantilla no es algo fácil de hacer”, dice. Es importante ser transparente y abierto, sobre todo cuando tienes que decir a alguien que vas a recortar en un 60% su salario o tendrá que tomar la decisión sensata de dejar la empresa, observa Thrasyvoulou.
David Hsu, profesor de Gestión de Wharton, añade que un cambio de tendencia de los mercados puede llevar a una caída vertiginosa en la valoración de una empresa. Si una empresa ya ha consumido todo su capital, y si los inversores creen que ha habido una utilización imprudente de los fondos, será difícil conseguir capital en la próxima ronda.
Quién lleva el control
La buena noticia para quien abre una empresa es que las altas valoraciones significan también que los inversores están abiertos a correr pequeños riesgos en su empresa. En el pasado, por ejemplo, las rondas de la serie A implicaban que los emprendedores cederían en torno al 33% de sus empresas. Este año, la media se situó en torno a un 27,7%, según datos de PitchBook.
“No importa cuánto recaude, los inversores esperan algo a cambio y serán dueños de parte de la empresa”, explica Taylor. “La parte de los fundadores se diluirá. Por lo tanto, mientras más capital levante, más parte tendrá que ceder de la empresa”. Si la empresa vale más dinero, la parte del fundador será más modesta, sin embargo el pastel será mucho mayor.
El momento escogido también es importante. “La mayor parte de los emprendedores valdrán más con el paso del tiempo”, observa Hsu. “Si cree que el año que viene valdrá el doble de lo que vale hoy, tampoco va a querer ceder lo que posee demasiado deprisa. Diluir más deprisa de lo necesario” es algo a lo que tenemos que estar atentos.
Quien funda una empresa, en general, quiere tener el máximo control posible sobre ella. “No ceder demasiado, y tener el control del consejo, de manera que no puedan sacarte de él”, advierte Thrasyvoulou. Él destaca también que los inversores quieren ganar dinero rápidamente. En su caso, los inversores de riesgo esperaban que su empresa quintuplicara de tamaño en 12 meses. Aunque para él su empresa tuviera una tasa de crecimiento saludable y sostenible, no cumplía con las expectativas, lo que le obligó a contratar un equipo gestor caro y grande. Por último, Thrasyvoulou recuperó el control de la compañía, pero él recuerda a otros emprendedores que “la salud empresarial es más importante que la vanidad”.
Mullins añade: “El dinero trae consigo una cantidad de cosas. Los inversores no serán dueños mayoritarios de la empresa, pero tendrán un cierto control sobre ella, podrán incluso despedir al emprendedor”.
Si las cosas no salen bien, “los inversores se verán obligados a exigir a la empresa que haga ciertas cosas para protegerla”, dice Hsu. Una empresa que esté en su etapa inicial y que venda un número significativo de acciones a terceros también cede su control. Los inversores podrán exigir un número mayor de asientos en el consejo y mayor grado de supervisión, advierte Hsu.
Simplificada y perfeccionada
“Las mejores startups son las del tipo beligerante y que permanecen beligerantes”, dice Thrasyvoulou. Collom añade: “La mayor parte de los fundadores de empresas y de los inversores aprendieron a gestionar de forma simplicada y perfeccionada. Esa lección se vio reforzada por la recesión de 2008-2009”.
Cuando un emprendedor se aproxima a un inversor debe tener un número en mente respecto a cuánto será necesario para sobrevivir durante 12 a 18 meses. Ese cálculo afecta al tipo de inversor al cual la empresa debe aproximarse, explica Colom.
Hsu añade que pedir dinero es un acto de equilibrio, las empresas no quieren pedir muy poco, pero tampoco quieren pedir demasiado. Es preciso que haya fondos disponibles para “lidiar con un número indefinido de cosas imprevisibles, como escala y logística, pero tampoco se debe diluir el control de forma innecesaria”.
Collom recomienda pensar en capital en términos de benchmarking. El emprendedor puede querer alcanzar tres benchmarks, pero los inversores tal vez estén dispuestos a invertir en sólo uno. Una vez que el emprendedor alcance ese benchmark, sin embargo, resulta más fácil aproximarse a los inversores y pedir más dinero.
A fin de cuentas, son las historias de la alta valoración de “uber” las que acaparan los titulares. “Hay miles de fundadores de empresas que captan fondos, el negocio va mal y fracasa”, observa Collom.
fuente: Kwnowledge Wharton