La Generación Y busca autonomía, trascendencia, compartir, desafiarse a sí misma, etc. ¿Qué mejor lugar que un emprendimiento, y en especial el social, para lograrlo?
Un emprendedor es un cazador de sueños, un realizador de ideas. La flexibilidad profesional de un emprendedor, así como los horizontes humanos que está en capacidad de alcanzar, no tienen límite, como sí puede tenerlo en algunas organizaciones que, a pesar de ofrecer buenos salarios, no fomentan el desarrollo integral de sus colaboradores.
El gran reto contemporáneo, no solo para las instituciones que buscan un retorno económico, sino para las organizaciones que promueven la rentabilidad social, es encontrar la manera de ilusionar a los jóvenes, para hacer posible ese camino de trascender en la sociedad, y que lo vean no sólo como un trabajo al que se pueden dedicar de lleno, sino como una vocación, humana y profesional, que colmará sus expectativas.
El emprendimiento debería ser un tema que se aborde en todos los segmentos educativos (escuela, colegio y universidad), de muy diversas maneras, no como un fin es sí mismo, sino porque su desarrollo supone formar una serie de habilidades personales y profesionales necesarias para el mejoramiento de cada individuo. Esto podría ser posible a través de la definición de proyectos acordes con las circunstancias vigentes y el público de interés.
Con frecuencia se dice que la mejor forma de ayudar no es regalar el pescado sino enseñar a pescar, pero antes debemos cuestionarnos si lo que hará feliz a esa persona es ser pescador.
Cualquier oficio dignifica, pero perfecciona más el que satisface los anhelos más hondos, y sobre todo aquel que subraya la entrega a los demás por un bien noblemente ambicioso. Solo entonces veremos el emprendimiento como un proyecto más humano que empresarial, como una realización individual, y si es un emprendimiento social, como un proyecto de alcance insospechado. Al final del día, se trata de explorar vías nuevas para alcanzar la felicidad.
¿Quiénes son?
El Centro de Intercambio de Conocimientos (CiC, ciconocimientos.org ), realizó en el 2013 una encuesta sobre el estado de los emprendedores sociales en Latinoamérica y encontró que de 465 proyectos activos en 23 países, un 56% están liderados por varones, el 64% de los emprendedores tienen menos de 40 años, un 85% goza de preparación académica y todos cuentan con experiencia en su área. Del total, 48% son ONG o empresas públicas, el 25% son Start Ups y 21% son empresas sociales o inclusivas. Además, que educación, salud, agricultura, reciclaje y arte son las áreas que atienden la mayor cantidad de estas iniciativas.
Más que cantidades y números, cifras y volúmenes, son vidas, familias, comunidades enteras, economías emergentes, las que se tocan desde la base, las que se transforman con acciones donde en ocasiones ni el Estado ni las empresas son capaces de impactar de forma sistemática y eficaz. Los emprendedores sociales logran convertir los sueños en realidades, pasar del cielo a la tierra.
Particularmente, los emprendedores sociales en Latinoamérica son gente capacitada y, con el pasar del tiempo, serán personas menos instruidas, provenientes de situaciones más desfavorables, las que repliquen y escalen estos esfuerzos. Son ellas quienes conocen con detalle las situaciones más complejas del entramado social. Se logrará entonces que los beneficiarios se conviertan en protagonistas de un liderazgo más trascendente.
Como afirmó Roberto Artavia, Presidente del CiC, en un taller para más de 70 emprendedores sociales llevado a cabo en el Incae Business School a finales del año pasado, nosotros tenemos muy pocos éxitos propios: necesitamos de ustedes. Esta es una labor quijotesca, inalcanzable. Nuestra vida no es un gran triunfo, sino una sumatoria de esfuerzos. Nosotros no actuamos sobre las comunidades, no actuamos sobre el campo, eso lo hacen los emprendedores sociales que apoyamos.
por Roy Campos
fuente: El Financiero