¿Podría estar el nuevo Mark Zuckerberg sentado en una prisión de California? Al menos eso es lo que esperan los participantes de una iniciativa pionera en la prisión de San Quentin, en Estados Unidos.
En este conocido centro penitenciario funciona un programa conocido como Last Mile, dirigido a educar a los reclusos en redes sociales, tecnología y convertirlos en emprendedores del sector.
Cada uno debe desarrollar una idea de negocio que combine tecnología con una buena causa, y presentarla a una mesa de directivos y ejecutivos de Silicon Valley.
¿El gancho? Poder usar internet, algo que muchos de ellos jamás han podido hacer.
Cuestión de números
El programa fue idea del financista Chris Redlitz, un emprendedor y socio capitalista de la empresa Transmedia Capital.
Impactado por el alto grado de reincidencia en la prisión (65%) y del costo de mantenimiento de cada uno de los presos (unos US$45.000 anuales), decidió enfocar el problema como un reto de negocio.
«Me puse el sombrero de inversor y dije, ‘este es un mal retorno de inversión’. Francamente, todos estamos pagando impuestos y el sistema de prisiones es un gran agujero hoy en día», cuenta.
Los números apoyan su argumento: el presupuesto de California en correccionales y rehabilitación ha aumentado en un 10% este año, mientras el gasto en negocios, transporte y vivienda ha sufrido recortes del 21%.
El estado predice que tendrá que gastar US$8.900 millones en su sistema de prisiones entre 2012 y 2013, poco menos que el presupuesto destinado a estudios superiores.
Pero Redlitz dice que el programa es más una causa social que financiera.
«Comenzó como un problema de negocios, pero ninguno de nosotros se dio cuenta de la pasión y el deseo de tener una oportunidad que tienen estas personas. Hay mucho talento dentro de esos muros».
Una segunda oportunidad
Algunos de los participantes cometieron crímenes serios, tales como homicidio, pero Redlitz insiste en que se han ganado una segunda oportunidad.
«Tienes que mirar un poco más allá del motivo de su condena. Tienes que enteder lo que estos chicos han hecho en prisión para llegar a este curso».
«Todos los admitidos en el programa tienen que pasar rigurosas pruebas y deben ser recomendados por la administración. Es duro entrar».
Para algunos, Facebook era poco más que una leve idea en la mente de Mark Zuckerberg cuando entraron en prisión, pero el programa trata de aclimatarlos en el uso de las redes sociales.
En lugar de acceso a internet, les proporcionan los «tweet sheets», un sistema a través del cual pueden preguntar y responder preguntas en Twitter a mano.
Cada recluso también tiene un perfil en la red social de preguntas y respuestas Quorra. Miembros del público les han preguntado cosas sobre su vida en San Quentin, y las respuestas han sido en enriquecedoras y a menudo conmovedoras.
Algunos criminales reformados tienen mucho que ofrecer al mundo de los negocios, asegura Liam Black. Él es uno de los emprendedores sociales más conocidos de Reino Unido y fue una figura clave en el proyecto Jamie Oliver’s Fifteeen, una cadena de restaurantes que pretende convertir a personas jóvenes con desventajas en chefs.
«Un amigo mío dice que un extraficante de cocaína es uno de sus mejores empleados. Entienden de dinero, son geniales haciendo negocios, lo único es que ya no usan sus habilidades para fines nefastos», asegura.
«Necesitamos una sociedad que no se dedique únicamente a castigar, debería rehabilitar, y no quiero que mis impuestos paguen por gente entrando y saliendo de prisión. Tanto si lo miras desde la izquierda o la derecha, tiene sentido ayudar a esta gente».
Cambio de vida
Tulio Cardozo sabe muy bien cuán valiosa es esta ayuda. En 2005 fue sentenciado a casi seis años de prisión por producir sustancias ilegales.
«Hice una decisión terrible y fui con alguien a un viaje para producir hachís y la habitación donde estábamos explotó. Sufrí quemaduras de tercer grado en el 47% de mi cuerpo», explica.
Terminó en San Quentin, donde gracias a la ayuda que le ofrecieron empezó a cambiar el rumbo de su vida.
«Si no hubiera ido a clases o tenido la oportunidad de aprender, no creo que estuviéramos teniendo esta conversación ahora. Me dieron la autoconfianza de probar que soy más que una suma de mis acciones».
Invirtió horas leyendo libros sobre cómo codificar programas de computadora, a pesar de no tener acceso a una. Ahora está haciendo unas prácticas en KickLabs, una empresa de San Francisco que ayuda a emprendedores de tecnología a hacerse un nicho en el mercado.
El pasado 18 de mayo su rehabilitación fue más allá cuando volvió a San Quentin por primera vez desde que recuperó su libertad. Fue para escuchar a los participantes del programa Last Mile que presentaban sus ideas.
En 1969 el cantante Johnny Cash fue a San Quentin e interpretó aquella canción que decía: «San Quentin, qué bien crees que haces/ ¿Crees que serás diferente cuando salgas?», letra que siguió el aplauso de los allí presentes.
Más de 40 años después, Tulio Cardozo y otros como él esperan demostrar que las cosas han cambiado
fuente: BBC