Los fundadores de BuckFeet atribuyen el éxito alcanzado a su visión clara sobre lo que quieren lograr y aprendieron de los errores de la inexperiencia.
Era enero de 2011. Raaja Nemani y Aaron Firestein esperaban la entrega de 2,600 pares de zapatos deportivos, que llegarían a su casa en Chicago, EE.UU. Hasta que abrieron la puerta y vieron que se trataba de un enorme contenedor, estos dos amigos se dieron cuenta de que no habían pensado en toda la logística.
Además, el chofer no sabía dónde descargar la mercancía ni quién se haría cargo de ello. Tampoco había zona de descarga, pues se encontraban en un fraccionamiento residencial. Los emprendedores novatos, ante la falta de opciones, pensaron en hacerlo ellos mismos, no tardaron mucho tiempo en concluir que eso les llevaría una eternidad. Llamaron a unos cuantos amigos, pagaron al repartidor US$100 para que los ayudara y pasaron las siguientes tres horas descargando cajas de zapatos en la nieve.
Ni Raaja ni Aaron tenían experiencia manejando inventarios. El problema con el camión de carga fue sólo uno de los muchos errores que cometieron al lanzar BucketFeet, una marca de calzado con diseños de artistas de todo el mundo. Otra equivocación, por ejemplo, fue que para el primer pedido compraron el mismo número de pares de cada talla. Como era de esperarse, las tallas más comunes se agotaron mientras que el resto no se vendían. “Fue muy tonto”, confiesan. Sin embargo, desde ese primer pedido, cada contratiempo o error no sólo los ha motivado a buscar una solución inmediata y eficaz, también les ha dejado lecciones importantes. Y lo mejor: a la fecha han vendido casi medio millón de pares de zapatos y han levantado más de US$16 millones en capital de riesgo. Ahora están en etapa de planeación para introducir nuevos modelos en 2017.
Unión de talento
A pesar de los tropiezos al inicio, ambos fundadores atribuyen el éxito alcanzado hasta ahora a que siempre han tenido una visión clara sobre lo que quieren lograr con BucketFeet: crear una comunidad de gente creativa en torno a los zapatos que venden. Actualmente, cuentan con una red de más de 30,000 artistas que envían su trabajo para que sea considerado en los diseños de la marca. Cuando se elige una propuesta, la empresa se encarga de la manufactura y distribución; en tanto el creativo recibe un pago inicial de US$250 más US$1 por cada par de zapatos vendido, el cual viene acompañado de su historia.
La idea del negocio surgió en 2008, en Argentina. Raaja acababa de dejar su carrera en áreas financieras en Chicago para recorrer el mundo; mientras que Aaron recién se había graduado de la universidad y también quería explorar varios países. El destino los reunió en Buenos Aires: ambos buscaban encontrar a personas afines a sus intereses, trabajaban como voluntarios y jugaban futbol con los niños por las tardes. Pronto se hicieron buenos amigos.
Antes de que Raaja siguiera con su viaje por el mundo, compró un par de tenis que Aaron había decorado a mano junto con un artista y fotógrafo. “A donde sea que iba, ese par de Converse personalizados generaba interés. Sin importar si estaba en Botswana, Nepal, Reino Unido o Australia; en todos estos lugares tan diferentes, con culturas e idiomas distintos, a la gente le llamaban la atención mis zapatos. Me di cuenta del poder que tenían”, comenta el exfinanciero.
De hobby a negocio
Raaja buscó a Aaron para averiguar si le interesaba llevar su hobby al siguiente nivel. ¿Cuál era el problema? Ninguno tenía experiencia fabricando zapatos. Lo primero que hicieron para crear BucketFeet fue consultar Google. Esto para hacer búsquedas básicas: “¿cómo hacer zapatos?” y “¿dónde hay fábricas de zapatos?”. Así, concluyeron que la mejor alternativa era fabricar los tenis fuera de Estados Unidos.
Segundo reto: conseguir los datos de productores externos. Un día, mientras Raaja caminaba por las calles de Chicago, pasó por una tienda de ropa propiedad de los padres de uno de sus amigos. Aprovechó para preguntar si tenían algún contacto de fabricantes. De esta manera, llegaron con Li & Fung Ltd, en China.
Los emprendedores invirtieron US$30,000 cada uno para lanzar la empresa. Durante los primeros dos años no recibieron sueldo. Poco después, Andy Dunn, fundador de la tienda de ropa Bonobos, descubrió los productos de BucketFeet. Le gustaron tanto que decidió apostar por la compañía y subir sus modelos a Bonobos.com. Además de esa exposición, Raaja y Aaron lograron entrar a otras cadenas como Nordstrom y Bloomingdale, que resultaron ser clave para crecer. Hoy, las líneas de BucketFeet se comercializan en sus cuatro tiendas propias, en línea y por medio de cientos de minoristas en 25 países.