El avance del smart money revela que los emprendedores quieren, además de plata, que los inversores aporten contactos y visión empresaria.
Es de sobra conocido por todos que las formas de financiación se han diversificado en los últimos años, adaptándose de este modo a los negocios emergentes. Como alternativa a la entidad bancaria, surge la figura del business angels, los fondos de capital riesgo -también conocidos como venture capital-, así como vías de financiación colectiva: crowdfunding, y una de sus modalidades, crowdlending -varios particulares o empresas invirtiendo en un proyecto-.
Sin embargo, la existencia de tantas y tan diferentes opciones implica también un profundo conocimiento de ellas antes de optar por una u otra. Además, en la mayoría de los casos, los emprendedores buscan en sus inversores algo más que una inyección de capital. En relación a lo anterior, Javier Megías, consejero delegado de la comunidad de inversión en startups Startupxplore, afirma que «la idea es que el inversor aporte algo más que dinero; pueden ser contactos o veteranía en el sector o en la actividad de la empresa».
Capacidad de acompañamiento
Su capacidad de acompañamiento también es un punto que se debe valorar, sobre todo si se trata de compañías que se encuentran en fases iniciales de desarrollo: «no sólo se trata de que aporte capital, sino que pueda acompañar a la compañía en las siguientes rondas de financiación en el caso de que éstas tuviesen lugar». En el mundo anglosajón, esta tendencia se conoce con el término de smart money -dinero inteligente-. Además, en la mayoría de los casos, el inversor asume una parte de la empresa, de forma que conviene asegurarse que sus valores están alineados con los de la organización.
En lo relativo a la etapa de la entidad, el procedimiento habitual cuando se quiere hacer realidad una idea es acudir a FFF’s: fools, friends and family -algo así como tontos, amigos y familia-. Se trata de un término divertido que, al fin y al cabo, engloba a aquellas personas que apuestan por un proyecto cuando nadie más lo hace. Una vez superado ese periodo exento de inversores profesionales, le llega el turno a las aceleradoras e incubadoras, que suelen facilitar el proceso de obtención de financiación, y a las redes de business angels, así como al inversor ángel que actúe en solitario. En relación con esto, Megías admite que «si la firma está en fase semilla, acudir a un fondo de venture capital sería un error», ya que suelen imponer muchas condiciones. En estos casos, lo habitual es que la inversión la aporte una red de business angels, que según Megías contribuyen con cantidades entre 10.000 y 20.000 euros, aunque en otros casos, como en el de la red InnoBAN, las rondas de financiación más frecuentes oscilan entre 25.000 y 300.000 euros.
Para proyectos más asentados y con mayor empuje se suele apostar por fondos de capital riesgo. Así, como señala Megías, «los fondos de venture capital tienen el foco puesto en compañías que son capaces de generar un retorno económico considerable». En España, estas entidades inyectan en los proyectos hasta un millón o millón y medio de euros, aproximadamente.
Alternativas intermedias y menos frecuentes
Por su parte, los portales que ponen en contacto a startups y a inversores, como Startupxplore, están a medio camino entre las vías de financiación anteriores. «Apostamos por proyectos que ya han demostrado una validación en el mercado y que necesiten cantidades no muy elevadas: la inversión oscila entre 100.000 y 400.000 euros», reconoce Megías.
Por su parte, en el caso de la aceleradora SeedRocket, los mentores son los que aportan dinero e invierten en cifras modestas (20.000 euros) o en cantidades más grandes (150.000 euros). Lo hacen a título privado y por su aportación se llevan una participación de la compañía.
Con el mismo fin de conectar a inversores y a empresas, la plataforma de financiación participativa La Bolsa Social ayuda a los proyectos que tienen un buen modelo de negocio, potencial de crecimiento y un impacto positivo en la sociedad o en el medio ambiente. «Lo hacemos por medio de dos líneas: semilla -menos de 100.000 euros- y crecimiento -más de esa cantidad-«, concluye José Moncada, consejero delegado de la entidad.
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