Como un juego de mesa, emprender es un camino lleno de sorpresas. Nunca será un sendero lineal ni una ruta recta sino todo lo contrario. Al iniciar tu empresa iniciás también un vertiginoso sube y baja físico, económico, emocional, material, financiero, etc.
Tu día a día no sabrá de rutinas aburridas ni de mecanicidad, todo será adrenalina, incertidumbre, pruebas de fe y saltos sin red. Si tu espíritu es genuinamente emprendedor, será una aventura fantástica y te aseguro que difícilmente tendrás ganas de volver a aparente seguridad de un salario.
A los ojos de los demás, el proceso emprendedor parecerá tortuoso, sufrido y esclavizante pero para el que tiene el ferviente anhelo de la empresa propia solo se trata de obstáculos a superar. Como una prueba atlética de salto con vallas, cada prueba que se presenta es un desafío a dejar atrás pero con el aliciente adicional de la recompensa.
¿Hay premio en las dificultades? Por supuesto, fortalecimiento del carácter, consolidación de la fuerza de voluntad, templanza de espíritu, experiencia práctica y errores que se convierten en maestros, son algunos de los tesoros que se camuflan en los escollos…
Cada obstáculo puede esconder una oportunidad y un emprendedor es un cazador nato de oportunidades. Ponele el pecho a las dificultades y hacé como el hombre de este cuento:
“Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Luego se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra.
Algunos simplemente la rodearon. Muchos culparon a la autoridad por no mantener los caminos despejados, pero ninguno de ellos hizo nada para sacar la piedra del camino.
Un vecino del pueblo que vivía en el sitio más descampado, pasaba por allí exhausto con un fardo de leña sobre sus hombros; y la vio. Se detuvo, luego se aproximó a ella, puso su carga en el piso trabajosamente y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y empujar hasta llegar a fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró. Mientras recogía su fardo de leña, vio una pequeña bolsita en el suelo, justamente donde antes había estado la roca. La bolsita contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el premio era para la persona que removiera la roca como recompensa por despejar el camino”.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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