Hace unos años participé de un seminario sobre Educación y Tecnología en el que disertaba el Dr. Art Ong Jumsai, un ex líder de la Nasa, que nos explicó que en una nave de última generación son tan importantes el equipamiento tecnológico de avanzada como los bulones que fijan la cola.
Llevado este ejemplo a lo cotidiano, podemos asegurar que en una sociedad, es tan importante el presidente como el último de los ciudadanos.
Hilando aún más fino, esto significa que el ser humano alcanza su esplendor cuando vive con coherencia entre lo que piensa, lo que diga y lo que hace. La realidad es que el grueso de los habitantes pensamos una cosa, decimos otra y hacemos una tercera.
Si esperamos que el cambio llegue de arriba hacia abajo o de afuera hacia adentro, es como esperar que las sandías floten en el mar. La transformación que perdura y trasciende es la que se produce internamente y aflora; es la que se irradia e inspira. Esa transformación comienza en uno mismo. Comenzar a pensar con la razón y no con el bolsillo puede ser un inicio valioso para cambiar el estado de las cosas.
La gran crítica que suelen recibir los íconos empresariales, sociales o religiosos es su capacidad de mantenerse como líderes dignos de ser imitados y seguidos, a pesar de tener historias y hechos que harían indigna a la persona y que por lo tanto los llevan a perder la credibilidad de la cual gozaban y se convierten de un momento a otro en un anatema al que nadie quiere siquiera nombrar.
Nada mejor que releer al Mahatma Gandhi para tomar conciencia:
“He tomado sobre mis espaldas el monopolio de mejorar solo a una persona, esa persona soy yo mismo y sé cuán difícil es conseguirlo”.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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