Emprender es una conjugación de factores que deben amalgamarse sabiamente para que el resultado final sea el esperado.
La sabiduría del emprendedor no es otra cosa que la experiencia adquirida en acción. Generalmente en los inicios estamos solos para hacer frente a una avalancha de cosas que en las empresas suelen ocupar a varias personas. Somos los creadores y creativos del negocio, los vendedores, los compradores, los publicistas y hasta el cadete. Es una etapa fantástica, adrenalínica y romántica en la que el emprendedor tiene una fuerza increíble pero en la cual también se dilapida mucha energía y tiempo.
Y el tiempo es un capital precioso en los emprendimientos (extensivo a todo orden de la vida). Cuando iniciamos el start up sentimos que todo el tiempo es nuestro tiempo y que nunca es tarde.
Pero todo en la vida tiene su tiempo y es parte del buen emprender, conocerlos y respetarlos, porque el tiempo extra que usamos en algo se lo sacamos a la familia o al descanso o al estudio o a los afectos.
En la India milenaria enseñaban que «Tiempo perdido, es vida perdida.
Administrar prolijamente el tiempo es parte esencial de la buena salud del negocio. Quizás esta vieja enseñanza que da vueltas por Internet nos sirva para darnos cuenta del valor del tiempo:
“Para poder entender el valor de un año, pregúntale a algún estudiante que perdió el año de estudios.
Para entender el valor de un mes, pregúntale a una madre que dio a luz a un bebe prematuro.
Para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de un semanario.
Para entender el valor de una hora, pregúntales a los amantes que esperan encontrarse.
Para entender el valor de un minuto, pregúntale a una persona que perdió un tren.
Para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que evitó un accidente en un instante.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Para entender el valor de una milésima de segundo, pregúntale a la persona que ganó una medalla en las olimpiadas”
Marcelo Berenstein
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