Las librerías rebosan de libros de autoayuda. Hay miles de ofertas en diferentes formatos para alcanzar mágicamente la felicidad, con métodos invencibles para convertir al lector en un arma de triunfo letal. Estamos a cien páginas de adelgazar para siempre, convertirnos en perfectos seres sexuales, generadores de atmósferas de paz y amor, emerger de las ruinas y convertirnos en miembros del ranking de multimillonarios Forbes y todo con mínimo esfuerzo.
El ser humano nace con diferentes capacidades emprendedoras. Una maquinaria perfecta, capaz de crecer, desarrollarse y expandirse en los planos material y espiritual. Pero así como nacemos con condiciones impecables, también es cierto que nosotros mismos, solemos transitar por la senda de las imperfecciones en detrimento de nuestro potencial. Como una renuncia voluntaria a aferrarnos a nuestros mejores recursos y contentarnos más con sobrevivir que con aprender a bien vivir.
Hace tiempo leí en Telépolis una frase que me quedó grabada: nacemos originales y morimos copias. A lo largo de la vida vamos renunciando a ser creativos, y nos dejamos ganar por la comodidad y confort que brindan la copia y la imitación. Nos dejamos invadir por excusas del tipo «todos lo hacen«, «¿quién me garantiza el éxito?» o “¿cómo se que no voy a fracasar”?
Lo cierto es que esta actitud timorata y poco emprendedora es la que hace que muchas personas con posibilidades de ser los número uno en lo suyo, deben conformarse con descender. En esa misma nota de Telépolis, el autor (cuyo nombre no recuerdo), definía a la gente que no puede completar su fracaso, ni avanzar hacia el éxito, como Empatadores en el juego de la vida, porque no pueden aprender de sus errores ni de sus éxitos, porque para eso deberían completar una cosa o la otra. Nunca aprenden. No tienen éxito ni en sus fracasos.
Los fracasos, cuando son bien comprendidos, asimilados y aprovechados, son fuente de nuevos conocimientos y experiencias, que pueden usarse en futuros emprendimientos. Aceptar el fracaso y entenderlo como una oportunidad, es liberador y estimulante. La gente que lo vive así tiene más chances de éxito que antes.
No podemos evitar ganar o perder, sufrir o gozar. El emprendedor es un artista que cincela su vida y la convierte en una pieza de arte construida con las piezas indestructibles de la pasión, el anhelo de superación, la autoestima y apoyada en los pilares de las experiencias, los aciertos y los fracasos. Podés ganar y podés perder, lo que no debés permitirte es ser un empatador.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
[email protected]
Excelente la nota. Coincido plenamente con los conceptos vertidos. Sé que no es fácil salir de ser empatador cuando nos acostumbramos, pero lucho con todas mis fuerzas para alejarme día a día de ese lugar, y sé que eso me transforma en una persona exitosa.
Amigo Marcelo:
Sus ideas manifestadas dan una luz de persistir hasta lograr ganar, mejorar y compartir nuestros éxitos relativos, por que la lucha es diaria y toda la vida
Este espiritud ganador debemos trasmitirle a las nuevas generaciones que es la esperanza del cambio de nuestra sociedad Latina.
un abrazo
José Chero
Muchas gracias!