No se trata de abrir un local, crear una tiendita en Facebook, Instagram o poner algo de plata en un negocio nuevo. Emprender es mantener inquieto el espíritu de superación, buscar crecer día a día, alejar el fantasma del conformismo e ir siempre en busca de más.
Para el emprendedor, la excelencia en un santo grial y no existe en su interior, el “hagamos lo mínimo necesario como para zafar”. La mentalidad mediocre no tiene espacio en un alma emprendedora.
Cada persona construye su propio destino, no solo con sus acciones sino también con sus pensamientos, palabras y actitudes.
El presente se edificó en nuestro pasado; y el hoy construye nuestro futuro. Con esto en mente, debemos pensar, ver, decir, hacer, poner y ser la mejor versión de nosotros mismos a cada instante para que el mañana (o el eterno ahora) sea sólido, próspero y feliz.
La vida es un permanente estado de sorpresa; por eso, construyamos cada segundo con lo mejor de nosotros, despreocupados del resultado. Que la excelencia sea el camino más que la meta; que encontremos la ganancia en el proceso y no sólo en el resultado final.
Que no nos pase como el constructor de este cuento:
“Un maestro mayor de obras ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.
El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacía. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.
Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. “Esta es tu casa, querido amigo —dijo-. Es un regalo para ti”.
Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!”
Marcelo Berenstein
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