Emprender es una actividad espiritualmente elevadora pero que puede ser mentalmente desgastante… o no. Solo depende de tu actitud.
En 10 años de periodismo entrepreneur conocí centenares de emprendedores. Conozco serios, vendedores de humo, de bajo perfil, los que no hacen dinero pero hacen buen branding personal, confiables, impresentables, quienes hicieron la plata desde cero, los que heredaron pero te cuentan una historia mágica de pobreza inexistente, los rockstars, los inspiradores, los creíbles, etc.
Más allá de las características individuales hay algunos denominadores comunes que diferencian a los realmente exitosos e inspiradores del resto: se ocupan de su vida interior.
Ya sea meditando, haciendo yoga, siguiendo alguna disciplina espiritual, tomando tiempo para sí o en actividades de servicio comunitario, estos emprendedores entienden la importancia de callar la mente por un rato y sacar lustre a ser interno.
Ellos saben que el día del emprendedor es complejo y que requieren estar internamente sólidos para hacer frente a la avalancha cotidiana de temas urgentes e importantes a resolver. Saben también que las mejores decisiones se toman en la quietud y no en medio del vértigo.
En definitiva, tienen la fuerza del elefante y la sabiduría de este cuento:
“Un elefante corría hacia su boda, llevaba en la trompa el anillo de compromiso. Corría por el cauce de un río. De repente tropezó con una roca y en la búsqueda del equilibrio para no caer y mojarse, la trompa soltó el anillo y vio cómo se zambullía en las aguas. Se volvió loco, removió todo con su cuerpo para buscar el anillo, y con cada movimiento, lo único que hacía era elevar la arena y el sedimento del lecho del río, oscureciendo las aguas. Cada vez se agitaba más, y cada vez era más difícil averiguar dónde estaba el anillo. Así llevaba rato.
Cerca, en una de las márgenes del río, sentado en una de las ramas de un árbol, un pájaro multicolor observaba todo suceso, riéndose de vez en cuando. Al final grito:
– Eh tú, para y
El elefante al principio no sabía quién le hablaba,
– Si tu- para ya, quédate quieto-
Al final vislumbró al pájaro tranquilo en una de las ramas del árbol. Se lo quedó mirando embobado.
– Si quédate quieto, por favor, no te muevas más.
El elefante dejó de moverse, las aguas fueron calmándose, y el sedimento bajo hacia el lecho. Poco a poco las aguas se volvieron claras, el elefante estaba quieto, asombrado del hecho. Al final cuando todo estaba tranquilo, en el fondo del río, descubrió algo que brillaba. En plena quietud y calma pudo recuperar el anillo. Una vez alcanzado, descubrió la quietud como elemento de armonía y serenidad.
Reflexión: cuando tratamos de aquietar nuestros pensamientos por medio de la disciplina o el esfuerzo, sólo logramos crear mayor confusión. Mediante el sólo hecho de observar la mente sin identificarnos con los pensamientos, ésta se calma y puede estar en paz”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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Excelente. Me recuerda una frase que siempre que puedo repitoy escuche en algun programa: no se ahoga el que no sabe nadar sino el que se desespera. Muchas gracias
Excelente. Me viene bien, la ansiedad en la búsqueda suele ser un problema. Gracias y saludos.