Muchos países han intentado crear su propio Silicon Valley. Todos, en mayor o menor medida, han fracasado. ¿Todos? No. Chile se halla cerca de lograrlo. Y lo ha conseguido aprovechando las flaquezas de los demás. Frente a la cerrada política de inmigración estadounidense, que impide la llegada de emprendedores a Silicon Valley e incluso a algunas de sus universidades de mayor prestigio, los chilenos han abierto las puertas. En el control que franquea el paso en el aeropuerto de Santiago de Chile, algunos aseguran haber leído la frase: “Bienvenidos a Chilecon Valley”.
Juan Andrés Fontaine, exministro de Economía, revela de qué hablan los chilenos cuando hablan de emprender: “Estamos aprovechando una ocasión inmejorable, en la que los ojos de muchos emprendedores se han vuelto hacia las economías emergentes intentando dejar atrás Estados Unidos, con sus restrictivas políticas inmigratorias, y una Europa en crisis”. De esta forma, el programa estatal Start-Up Chile guía el cambio. Esta iniciativa selecciona ideas de jóvenes talentos de cualquier rincón del planeta y les ofrece 40.000 dólares (31.000 euros), un visado de un año, una oficina y seis meses para que desarrollen su idea, que tiene que tener potencial de crecimiento y contar con una mirada global. Pero hay algo que es todavía más singular: el Gobierno no toma participación en estas empresas.
Entonces, ¿dónde reside el negocio para Chile? “Lo que exigimos a los participantes es que se comprometan en actividades que tengan impacto social, como charlas, eventos o clases personalizadas que ayuden a difundir entre los chilenos las oportunidades que internacionalmente genera emprender”, desgrana Horacio Melo, director de Start-Up Chile. “Es una forma de que compartan sus conocimientos con nosotros”.
O sea, palabras e ideas a cambio de financiación y un entorno donde emprender. La fórmula, claro, seduce. Si en la primera convocatoria de 2010 se presentaron 100 solicitudes (22 start-ups seleccionadas), a la última, que se dio a conocer el martes pasado, llegaron 1.577 proyectos (100 seleccionados). En apenas tres años se han lanzado 684 iniciativas. “Me da una envidia enorme este programa. Es una propuesta bastante mejor que la mayoría de las que tenemos en España”. La voz procede de Luis Martín Cabiedes, uno de los principales business angels españoles. “El mensaje es que emprender es un virus y se propaga por contagio”, apunta. “Cuanto más contagiados haya, mejor”.
La enfermedad se extiende tan rápido que Chile ya pugna con Brasil y México por convertirse en hub emprendedor de América Latina. Para ello cuenta con ser un país cada vez más atractivo para la inversión extranjera. Entre enero y junio de este año se han aprobado seis fondos de capital riesgo, que aportarán 124 millones de euros a nuevos proyectos. De esta cuantía, 90 millones provienen de Corfo, una entidad pública —de la que forma parte Start-Up Chile— que alberga más de 40 programas y cuyo objetivo es apoyar a diferentes clases de emprendedores. Pero lo que supone un hito para la industria local es que tres de esos fondos sean foráneos (NXTP Labs, Amérigo Chile y Ecus Agri-Food). “Esto demuestra que los esfuerzos por convertir a Chile en un polo de emprendimiento e innovación están rindiendo sus frutos”, relata Hernán Cheyre, vicepresidente ejecutivo de Corfo.
En el fondo, detrás de estos números reside una idea clave. “Chile sabe que el salto cualitativo económico no lo hará ni con el vino ni con la minería, sino con la innovación”, describe Tomás Pablo, consultor y antiguo delegado de Corfo en España.
Este cambio de modelo económico descansa, por tanto, en las manos de los emprendedores. La española Beatriz Cardona llegó en marzo pasado al país con el deseo de participar en una de las rondas de Start-Up Chile. Su propuesta original era Tripku, una aplicación social para organizar viajes de aventura en grupo y conectarlos con proveedores locales. Al ver que era difícil hacerla crecer, la transformó en Kuotus, un sistema de gestión de reservas y distribución de tours que ya está en marcha en el país andino y que acaba de lanzar en España. “Start-Up Chile fue clave para quitarnos parte de la presión económica y poder equivocarnos sin que tuviera para nosotros un alto coste”, describe Beatriz Cardona.
Lucía y Mercedes Iborra son dos hermanas apasionadas de la agricultura. Formadas en ingeniería agrícola, saben que las semillas arraigan muy bien en tierras cultivadas con tecnología. Por eso creyeron que Chile, con su evidente peso agrícola, y una iniciativa como VisualNACert, que ayuda a geolocalizar fincas agrarias, eran un buen injerto. Acertaron. Ya cuentan con una filial en el país sudamericano y desde ahí acaban de entrar en el mercado estadounidense. “La verdad es que en Chile nos han dado toda clase de facilidades para crear la empresa”, relata Mercedes Iborra, quien participó en la primera ronda de Star-Up Chile, cuando el programa era casi desconocido.
Ahora bien, ¿no estarán los chilenos tirando piedras contra su propio tejado? ¿Tiene sentido captar trabajadores extranjeros en una tierra donde se mantienen las desigualdades sin que la riqueza que generan se quede en el país? “Start-Up Chile se pensó para atraer, al menos temporalmente, a jóvenes emprendedores con proyectos de vanguardia. Y a partir de ellos crear la masa crítica de innovadores capaz de impulsar la economía de la innovación. Esto promoverá el clima económico adecuado para generar mejores empleos, combatir la pobreza y reducir las desigualdades”, prevé Fontaine. “Hablamos de una oportunidad para crear alianzas entre los emprendedores e internacionalizar sus negocios”, incide Alejandro Espinosa, socio de ventas de KPMG en Chile.
Sin embargo, el camino es duro. No hay suficientes fondos de capital riesgo para atender la demanda, muchas de las firmas más brillantes que se crean en Chile más pronto que tarde querrán probar suerte en Silicon Valley y la normativa legal que regula la bancarrota complica empezar de cero a quien fracasa en el negocio. Además, las universidades chilenas aún no generan tantos emprendedores como las estadounidenses. Y la historia también avisa. Ahí fuera, solo una de cada diez start-ups consigue triunfar. En el caso chileno, el porcentaje de mortandad es del 40%.
Pese a todo, el emprendimiento, como las buenas ideas, se abre paso. TOHL es una start-up que produce tuberías flexibles, las cuales pueden ser instaladas desde helicópteros con el propósito de distribuir agua en lugares de acceso remoto o en zonas que han sufrido desastres. Su presidente, Benjamin Cohen, narra la experiencia: “Que Chile ofreciera financiación gratuita por una idea fue razón más que suficiente para unirnos al programa. Además, es muy difícil lanzar una empresa en un país extranjero sin residencia, cuenta bancaria o red de apoyo. Start-Up Chile proporciona todo esto. Desde Madrid, Carlos Pérez lanzará www.moviles.com en Chile durante 2014. “Será uno de nuestros mercados principales. La gran dificultad para salir fuera es quitarnos el miedo”.
Miguel Ángel García Vega
Fuente: El País (España)