Más de medio centenar de impresoras 3D funcionarán de forma simultánea las 24 horas del día para dar vida a palabras de textos del premo nobel colombiano Garbriel García Márquez con motivo de la exposición ‘Travesía por los estados de la palabra’, que se abrirá al público en Madrid (España) el 27 de febrero de 2015 y que organiza la compañía Telefónica. La muestra podrá contemplarse hasta el 3 de marzo en la Casa del Lector de Matadero.
Según informa Telefónica en su página web, ‘Travesía por los estados de la palabra’ se enmarca en la feria de arte internacional ARCOmadrid, donde Colombia es país invitado este año y se consolida como uno de los países de habla hispana con mayor proyección cultural, tanto en Iberoamérica como en el resto del mundo.
La exhibición interactiva simboliza un recorrido por la obra del autor colombiano, a través de una selección de fragmentos literarios que hacen referencia al mar que une a ambos países y que está presente en casi todas sus obras.
El concepto creativo de la muestra nace del discurso ‘Botella al mar para el dios de las palabras’, que el escritor colombiano pronunció en el I Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas, Méjico, en el año 1997. En dicho discurso, Gabriel García Márquez reflexiona sobre el poder de la palabra en la era de la imagen y la necesidad de liberarla de sus fierros normativos (Reproducido al final de la información).
El visitante partirá desde la ciudad de Cartagena de Indias a través de la proyección de un vídeo arte en el que distintos colectivos artísticos y personajes del panorama cultural colombiano han participado en una lectura colectiva de fragmentos de García Márquez. Cartagena de Indias es uno de los principales destinos turísticos de Colombia y la ciudad en la que el Nobel colombiano tenía su segunda residencia.
Esa lectura “liberará simbólicamente” las palabras, que serán intervenidas por distintos artistas para finalmente ser materializadas en palabras en 3D.
Más de 50 impresoras 3D trabajarán durante día y noche al unísono para ir dando vida a cada una de esas palabras y volver a ordenarlas en una nueva obra, esta vez en forma de instalación interactiva.
La exposición ‘Travesía por los estados de la palabra’ contará además con una experiencia digital que busca ampliar el alcance del concepto y abrir la participación a todo el mundo.
En www.losestadosdelapalabra.com se creará un mar de palabras interactivo, a través del que se podrá navegar y participar en la lectura colectiva de una selección de fragmentos de la obra de García Márquez.
A través de las redes sociales y del uso del hashtag #EstadosDeLaPalabra, el público podrá interactuar y compartir la experiencia.
Además, cabe destacar que ‘Travesía por los estados de la palabra’ cuenta con un fuerte compromiso social en pro del futuro aprendizaje y la cultura digital, ya que cuando acabéela exposición, sus palabras continuarán la travesía, a través de una gira que recorrerá colegios en España y Colombia, donde se desarrollarán talleres con las impresoras 3D y las palabras que formaban la escultura.
Esta exhibición ratifica el vínculo permanente de Telefónica con Iberoamérica, donde tiene una fuerte presencia desde hace 25 años, y forma parte del compromiso de la compañía con el fomento y promoción del patrimonio cultural común y el fortalecimiento de la lengua española en el mundo de las comunicaciones digitales, a través de la innovación y la divulgación tecnológica.
Impresión 3D, Big Data o Programación creativa son disciplinas y tecnologías que están siendo impulsadas por Telefónica y su iniciativa de innovación abierta Open Future en ámbitos como el emprendimiento o el aprendizaje de nuevas tecnologías a través de distintos programas y propuestas por todo el mundo.
Botella al mar para el dios de las palabras
Gabriel García Márquez
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?». Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual.
Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo.
Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en la palabra condoliente,que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado.
A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos Para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros.
Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñamos y enriquecemos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos.
Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
fuente; Imprimalia