por Dr. Horacio Krell*
Las heridas narcisistas enfrentaron a las creencias egocéntricas a lo largo de la historia.
El hombre creía que la Tierra era el centro del universo hasta que Nicolás Copérnico en el siglo XVI demostró que, del mismo modo que lo hacen otros planetas, giraba en torno al Sol.
El amor propio se encontró así con su primera afrenta cosmológica.
El hombre a lo largo de la historia se creyó superior al resto de las especies. Pero Darwin en el siglo XIX demostró su teoría de la evolución, según la cual el hombre no era más que cualquier otro animal y ni siquiera la cumbre de la evolución, que está siempre por llegar.
La segunda herida al narcisismo fue la biológica.
Pese a estas heridas, a su narcisismo, el hombre todavía se sabía dueño de sí mismo. Su conciencia le permitía tomar decisiones armónicas con sus necesidades. Pero al comienzo del siglo XX, el psicoanálisis mostró que su mente era controlada por fuerzas inconscientes.
Freud descubrió que el hombre no era dueño de sus pensamientos y de sus acciones.
Mc Luhan, produjo la cuarta herida narcisista cuando concibió a la tecnología como una extensión del sistema nervioso humano que terminaría por atraparlo.
Aldous Huxley predijo en 1930 al hombre actual que aceptaría con satisfacción ser esclavo a cambio de satisfacer sus deseos primitivos de consumo, placer y entretenimiento. Condicionado por la herencia, los instintos, los genes y los memes culturales, no sería libre de elegir su futuro. La libertad de pensamiento existe siempre y cuando uno sea capaz de tener pensamientos propios. La educación que debería ser la base de la libertad está hoy, en muchos países, al servicio de los que pretenden destruirla. Satisfacer sus deseos es la alternativa que más seduce a los hombres y es quizás la única que les queda.
Diferentes tipos de narcisismo
El narcisismo es una energía vital imprescindible de la especie humana necesaria para que haya vida y queda marcada en el nacimiento por una vivencia de plena satisfacción nunca repetible, un paraíso donde no existen los demás, ni las diferencias, ni las frustraciones, ni el malestar y al que querríamos regresar para revivirlo.
En el mito de Narciso un oráculo presagia que vivirá siempre que no se mire en ningún espejo. Narciso era hermoso y un día siente sed y se inclina sobre un espejo de agua que le devuelve una imagen de sí que lo enamora. Atrapado cae al agua y muere ahogado.
Enamorarse de la propia imagen se paga con la necesidad de ser admirado, de recibir halagos y tributos.
En esa inseguridad comienza el malestar, el brillo se desvanece porque pierde las fuentes ilusorias que alimentan esa falsa estima. El aplauso cesa y queda merced de la rabia y el miedo sin saber cómo reactivarse. En la personalidad narcisista la autoestima no es una energía vital e impide relacionarse. Apoyado en la vanidad es un delirio, un falso espejo. La realidad es que está vacío y ese narcisismo solo le demuestra que no tiene nada que exhibir.
Autoestima: me quiero mucho, poquito o nada
Junto con otros términos psicoanalíticos como “complejo de Edipo”, el concepto de autoestima se instaló en la cultura popular. Fue acuñado analizando el desdoblamiento del «Yo» en un «Yo-conocedor» y un «Yo-conocido».
De cómo se toma conciencia de ese desdoblamiento, nace un tipo de autoestima distinto.
Lo interesante fue que ayudó a jerarquizar la vivencia subjetiva, es decir cómo se ve cada uno a sí mismo y cómo influye en la autoestima el lugar en el que vive e interactúa.
Algunos evalúan su autoestima como alta, normal o baja. Pero ¿se puede medir y es realmente saludable hacerlo? ¿Es necesario esforzarse por lograr algo que debería ser natural?
Es cuestionable el motivo por el cual alguien debe llevar la carga de obligarse a tener éxito.
Otra faceta negativa es medirse según los parámetros impuestos por la sociedad de consumo, que exige objetivos a cumplir. Sería una especie de radar que obliga a imitar a los ricos y famosos. Es frustrante y destructivo tener que crear un ego, una imitación burda de sí mismo, basada en premisas arbitrarias y en un pensamiento común, perfeccionista y ostentoso.
Las comparaciones siempre son odiosas
Hay una tendencia aprendida socialmente a evaluarse permanentemente, rasgo de dudosa utilidad, pues cada uno debiera adoptar el criterio de aceptar su existencia con la idea de seguir estando vivo y mientras se viva con la de ser feliz.
Es irracional buscar el sentido de la vida en lo que opinan los otros. No precisamos aprender a querernos. Es algo natural que todos podríamos hacer si no aparecieran tantos condicionamientos exteriores, como la exigente y devoradora comparación con los demás.
Si bien no vivimos en una burbuja, como para abstraernos de todo lo que ocurre alrededor, ni podemos prescindir de lo que otros hacen y piensan; porque en la comparación suele haber algún tipo de aprendizaje. Pero hay que limitar esa acción continua de pensar como deberíamos ser, en base a lo que los demás son o nos inculcan, y no tener que actuar en base a lo que los demás hacen o muestran, con ejemplos de lo que logran fulanito, menganito o sultanito.
Fulano, mengano, zutano y perengano no existieron o al menos no hay hechos históricos en los cuales algunos lleven estos nombres. Se trata de formas gramaticales que se utilizan para aludir a alguien del que no se sabe su nombre o no se quiere decir por algún motivo.
Vivir comparándose
Esa necesidad de compararse e imitar es una traición a la que debió ser una búsqueda más personal e íntima, porque en lugar de mirarse en el espejo de otro, como si fuera un radar, debimos optar por la brújula del autoconocimiento, para hallar a nuestro genio interior y conectarnos con nosotros mismos para ser los arquitectos de nuestro propio destino.
Y si decidimos observarnos (yo observador), debemos hacerlo amablemente con profundo afecto y sin perder de vista nuestro proceso, nuestro camino y no dejar nunca de ser auténticos. En el reconocimiento de nuestra humanidad perfecta en sus imperfecciones, vital y sagrada, está el camino de redescubrir el amor por uno mismo. No hay algo que ganar o que alcanzar.
Sólo hay que aprender a Ser, a Aprender, a Hacer y a Convivir.
Un activo invisible
Groucho Marx refleja la baja autoestima: “Nunca me haría socio de un club que me aceptara como miembro”. La autoestima es invisible como otros valores, pero es un factor clave para sobrevivir y un activo económico en un entorno competitivo.
Esta época de cambios demanda recursos psicológicos nuevos: donde había repetición se necesita innovación, donde regía la obediencia se pide independencia, donde existía la centralización ahora reina la delegación. La autoestima responde a la pregunta: ¿me quiero mucho, poquito o nada? Si nada me quiero a nada me atrevo. Si mucho me aprecio asumo grandes proyectos. Como la mente tiene la capacidad autosugestiva de transformar en acto lo que se decide a aceptar, aquello en lo que se cree se concreta como en la “profecía que se autorrealiza”, según la cual, tanto pensando que se puede o que no se puede, igualmente la creencia ocurrirá. Por eso conviene poblar la mente de imágenes positivas. La autoestima es la convicción de poseer los recursos para alcanzar la felicidad y afrontar las dificultades.
El nivel actual de autoestima
Conocerlo es la clave para superarlo: por eso es importante saber ¿dónde estaba ayer?, ¿dónde estoy hoy?, ¿dónde quiero estar mañana?, y ¿cómo haré para conseguirlo? Tomar conciencia de la realidad ,evitar reprimirla o negarla, implica abrirse a la información -la buena o la mala-, analizar sus causas, actuar sin esperar instrucciones detalladas, invertir en innovación, y así poder mejorar.
Aceptar el problema
Para resolverlo no basta con que esté al alcance intelectual y que se pueda hacer algo; hay que aceptarlo como propio. Aceptar como uno es y conocer el deseo que lo mueve, es una buena base, porque si el querer es grande el obstáculo se vuelve pequeño. También se debe crear autoestima en los que conviven o trabajan con nosotros, porque al hacerlo crece el capital social con el cual uno cuenta. Implica respeto, criticar con propuestas, no reprochar sino señalar las consecuencias del error y hacerlo en privado.
Asumir la responsabilidad
Salir de la tentación de buscar culpables reconociendo las malas elecciones realizadas. Para que otros crezcan hay que aumentar y clarificar su campo de acción, premiar la iniciativa, sostener las pautas de rendimiento.
Ser auténtico
Es defender lo que se piensa aunque no convenga. Para generar autenticidad en los demás se les debe permitir aprender de la experiencia, a equivocarse sin temor, a respetar el disenso, a cambiar la cultura autoritaria, a que cada cual pueda hacer lo que le gusta.
Tener un rumbo
Relacionar lo que se hace con lo que se pretende, ser proactivo y no reactivo. Para enseñar a lograrlo hay que otorgar poder de decisión y recursos, enseñar a coordinar objetivos personales e institucionales y a comparar los resultados con las metas.
Ser congruente
Entre lo que se dice con lo que se hace y cumplir con los compromisos. Quien traiciona se traiciona. Predicar con el ejemplo, reconocer el error, alentar a que lo critiquen, fomentar la ética, evitar el haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.
La autoestima es a la vez un capital individual y social
Por eso hay que incentivar los valores que la promueven en lugar de ignorarlos. Así los demás sabrán lo que importa y no lo que se dice que importa. Autoestima es alto rendimiento, es respeto y escucha, es evitar el miedo, es delegar y permitir el riesgo sin el doble discurso: “arriesgue, pero no falle”, es reconocer los aciertos, humanizar las relaciones y que el aprendizaje continuo se convierta en una forma de vida. Para motivar, hay que ganar la mente y el corazón. No tratar al semejante como uno mismo quisiera ser tratado, sino como él prefiere que lo traten. La suma de nuestra autoestima con la de quienes ayudemos a poseerla, crea la autoestima social. Proyectando el concepto: ¿cómo sería una sociedad donde todos tuvieran alta su autoestima.
Orientación al ser o al hacer
Hay quienes prefieren quedarse en el ser antes que en el hacer. Llevan una vida ensimismada en sí mismos, consagrados a construir su propio personaje. En cambio el que se dirige al hacer, elige ser escritor porque quiere escribir. El otro elige escribir porque quiere ser escritor. Tiene sed de identidad, un continuo deseo por la acción autotestimonial, no sabe lo que quiere sino lo que abomina.
Conócete a ti mismo
Durante la Década del cerebro. (1990-2000) se supo cómo funciona el cerebro pero ese avance no llegó a las aulas. Si resucitara un maestro del siglo XIX podría enseñar sin demasiados problemas. La inteligencia clave es la vocacional, porque es la que le da sentido a la vida. El futuro del niño y del hombre está sentado en el banco de la escuela.
La sociedad de consumo ofrece un radar para imitar a ricos y famosos, la brújula interior nos lleva a conocernos a nosotros mismos. El Ego es una máscara del Yo real que es impuesta por el medio ambiente. Tomar conciencia despierta al Yo real que permanecía dormido.
Descubrir al genio: la teoría de las inteligencias múltiples.
Todos tenemos un genio interior. La educación no sabe detectarlo ni desarrollar su potencial. Entonces los talentos, las virtudes y las capacidades esenciales no se desarrollan. La escuela debería estar abierta y preparada para descubrirlos, sin cortarle las alas a nadie. Ser uno más es ser uno menos, para que exista el genio primero hay que descubrirlo.
La orientación vocacional no debe limitarse a encontrar el llamado de la vocación. Debe analizar las destrezas asociadas con la vocación y con el mercado laboral. No basta con descubrir la vocación. Hay que desarrollar al genio interior para que no quede encerrado dentro de la lámpara de Aladino.
Inteligencias complementarias de la inteligencia principal
Se necesita armonizar la disciplina y el entrenamiento para superar las trabas que la bloquean. Si la energía deja de circular se estanca. Es necesario activar la inteligencia emocional. Saber fabricar nuevas ideas, descubrir oportunidades y neutralizar las amenazas. Centrarse en el aquí y el ahora. Ser más creativos, planificadores, estratégicos y ejecutivos. El iluso crea castillos en el aire, el optimista ve tan solo el lado positivo. El esperanzado activo es el que logra que las cosas ocurran.
Meditando se logra atención plena
Eso activa las emociones positivas y las funciones sociales. Y restringe las emociones negativas. Por eso el creador cuando es innovador es el mejor imitador de Dios en la tierra. De su vocación aprendió a convertir su espíritu en materia.
La Orientación vocacional y la metodología intelectual se asocian y se combinan: los métodos son la mayor riqueza del hombre y potencian la autoestima. La inteligencia fluida recibida de Dios con la inteligencia cristalizada, propia del hombre.
El principal recurso para descubrir al genio interior es la educación. El que le sigue en jerarquía es el tiempo. Hay gente que necesita chocar varias veces con la misma piedra en lugar de hallar tempranamente el llamado de la vocación. No hay que quedarse con una única vocación, sino aprovechar el tiempo libre para buscarla o desarrollar otras alternativas ya sea por no contar con las destrezas que requieran o porque no exista mercado laboral para la principal.
Con respecto a la vocación siempre es útil la frase de Séneca: “No hay vientos favorables para quienes no sepan a dónde quieren llegar”
La autoestima es la base de una estructura psicológica sana que permite relacionarse adaptativamente con el entorno y sentirse bien con uno mismo. Tener una autoestima alta y sana genera un ambiente saludable en el entorno social. Una persona narcisista parece autosuficiente, segura de sí misma y feliz. Sin embargo, sus actitudes son mecanismos de defensa que esconden una inseguridad.
El peligro es que un narcisista afecta a los demás dado que suelen alcanzar puestos importantes en la sociedad. Hay que comprender bien este rasgo patológico y ponerle límites de manera de que afecte lo menos posible al tejido social. Cuando una sociedad es gobernada por líderes narcisistas está infectada por la enfermedad del poder.