por Dr. Horacio Krell
La distracción es lo que detiene al pensamiento.
Hay obstáculos permanentes que impiden que fluya naturalmente afectando a sus aliados estratégicos que son el tiempo y la concentración.
Nunca tuvimos tanta información como hoy pero disminuyó la capacidad crítica por un razonamiento rápido, automático y sesgado propiciado por la demagogia y la publicidad.
El entorno digital, las redes, sus mensajes instantáneos e interrupciones crearon una economía orientada a monetizar a la atención, fragmentándola con armas de distracción masiva.
Dudar activa la inteligencia
Sin dudar no hace falta pensar. Hay que dudar de las corazonadas que surgen de las emociones y no de la reflexión. Aprender a dudar de todo lo que se dice.
El problema es que dudar supone el esfuerzo e incomodidad de advertir las equivocaciones.
Hay toda una industria dedicada a manipular nuestro tiempo, un bien muy escaso y que no podemos guardar. La aplicación TikTok, con sus adictivos videos cortos y sus algoritmos de alta eficacia es una de las que mejor lo consiguen. Mientras las empresas tecnológicas sufren caídas y agotamiento, esta aplicación se convierte en la más descargada y popular.
En 2010, las redes popularizaron los botones de “Me gusta” y “Compartir” que abrieron la puerta a los algoritmos que favorecen la viralización de contenidos polarizados y emocionales. Los comerciantes de la atención la atrapan con anzuelos en la guerra de las distracciones con series de prestigio, coreografías, memes simpáticos e informes con alto valor afectivo.
La instalación de la estupidez. La visión optimista de la tecnología aumentó con internet
Se sabía que existían los trolls pero se evitaban creyendo que ese y otros problemas se superarían. Pero en 2011, comenzó la Primavera Árabe y la aparición del movimiento global Occupy. Parecía que los jóvenes del planeta se unían para democratizar la vida política y económica.
Facebook puso a disposición de sus usuarios el botón “compartir” y Twitter inventó “retuitear”.
Cualquiera, con un simple click, podía difundir lo que le parecía importante y comenzó la debacle de las democracias exitosas, que se fundamentan en el capital social (extensas redes sociales con altos niveles de confianza), las instituciones fuertes y las historias compartidas.
Con los botones los seres humanos dejaron de estar disponibles para lo esencial y se sumaron a la dinámica viral. Sólo vale lo que excita. Lo viral hace aflorar el deseo de mostrar indignación u odio por lo que hace el otro bando. Algo que parece tan sencillo desde el “me gusta” al más complejo compartir o retuitear le permitió a cualquiera meterse en mundo viral.
Las que más se difunden son las emociones negativas
Lo que une más es ser parte de un grupo. Eso nos domina irracionalmente sin que podamos advertirlo. La democracia tiene su talón de Aquiles en el juicio colectivo del pueblo, sujetado a la turbulencia de las pasiones.
Para evitarlo las constituciones crearon mecanismos para enfriar las pasiones, lentificarlas y proteger a los gobernantesde las manías del momento. Hoy es más sencillo compartir la indignación que detenerse a pensar. Ya no hay historias compartidas ni verdades admitidas, ni instituciones en las cuales creer: todo es visto según el bando al que se pertenece.
¿Es posible seguir viviendo juntos en un mundo en el que se cree que los otros son los malos?
Ya no tenemos una casa en común, ni relatos compartidos ni instituciones en las que todos creamos. Las hemos destruido y hoy vivimos en este desamparo.
Reflotar el pensamiento
Metidos en la inercia debemos reflotar pensamiento crítico, difícil de practicar desde los sesgos de la condición humana, exacerbados hoy por intereses de terceros.
Un primer paso es entender la dinámica del mundo actual, cómo resistirse y defender la libertad de pensamiento, mostrando los riesgos y las posibles soluciones. Si tú no piensas otro lo hará por ti mediante la manipulación mediática. Somos las personas, no ya las redes ni las marcas, ni siquiera los llamados “influencers”, los que nos hemos convertido en un ejército de cazadores de adhesión. Así proliferan los sistemas de afiliación masiva, y los cuentos del tío.
El esquema de estafa piramidal o sistema Ponzi promueve que cada participante invite al menos dos conocidos a invertir en un negocio y que ellos involucren a su vez a otras dos y así sucesivamente. El hombre es el único animal que choca dos veces con la misma piedra.
Los intentos de las redes sociales por maximizar su papel activo en la sociedad, se volcaron a una carrera alocada basada en una visión ingenua de la psicología humana, con poca comprensión de su complejidad y subestimando sus efectos negativos.
Qué está haciendo internet con nuestras mentes
El foco está puesto en las características adaptativas de nuestra especie, a un entorno de información inmediata e ilimitada.
El desplazamiento de una cantidad de operaciones mentales que antes eran indispensables a “máquinas” anticipaba la situación actual aunque no tanto sus efectos. También a comienzos de la década pasada llegó la omnipresencia de los dispositivos móviles con el lanzamiento del iPhone. Las estadísticas de salud mental alertan sobre alarmantes cifras de ansiedad, desesperanza, angustia y suicidios. Especialmente en los jóvenes, que son los más expuestos.
Cuando se profundiza se advierte siempre la misma alteración de la relación con el tiempo. Necesidad de respuesta y aprobación inmediata y dependencia de la aprobación externa.
El clickbait es un anzuelo
Se usa para generar ingresos publicitarios usando titulares de manera sensacionalista y engañosa para atraer la mayor cantidad de clicks posibles, apuntando a explotar la «brecha de curiosidad», proporcionando la información para provocar curiosidad al lector, pero no para satisfacerla si no se hace click en el contenido enlazado.
¿Qué nos pasa cuando encontramos de manera inmediata una respuesta a una consulta simple o profunda? ¿No habremos subestimado también el efecto de semejante maquinaria informativa? La instantaneidad es la regla, las esperas se convierten en desesperantes. Es un trastorno de ansiedad reflejado en la ruedita que gira mientras los dispositivos piensan por nosotros.
El capitalismo de vigilancia
Se refiere al comercio de datos personales, es decir, a la transformación de información personal en una mercancía de compraventa con fines de lucro.
Pero se cruzó la raya con experimentos sobre contagio emocional, mientras que el juego de «realidad aumentada» Pokémon Go condujo a las ubicaciones físicas, planteando la pregunta de si los capitalistas de vigilancia podrían estar diseñando «arquitecturas de elección».
Los experimentos de modificación de las conductas realizados en la Guerra Fría, condujeron a una reacción legislativa, pero ahora las empresas privadas avanzan, sin trabas, en la búsqueda de «resultados garantizados». La conciencia del consumidor se convierte en una amenaza para las ganancias. El capitalismo de vigilancia encarna un nuevo tipo de capitalismo no menos trascendental que el industrial, que incluye la modificación de la conducta humana.
El totalitarismo movilizaba por la violencia
Ahora se observa y se modela la conducta. Skinner fue su profeta. Para los conductistas, la libertad debe superarse mediante la extensión de la ciencia conductista a la sociedad, y ahora la visión se concreta por los capitalistas de la vigilancia que buscan certidumbres. La física social es un intento de sustituir la política por un plan tecnocrático en nombre del bien mayor. ¿El bien mayor de quién?, es la pregunta clave.
El individuo queda enganchado a modos patológicos de sociabilidad con técnicas derivadas de la industria del juego, incapaz de forjar un sentimiento de identidad. Efectos escalofriantes que llegan a la vida a medida que se modela el comportamiento. El hogar debería ser entendido como un espacio meditativo para el cultivo del yo. Hace falta legislar, como el derecho a ser olvidado y el reglamento de Protección de Datos, respaldados por la acción colectiva.
Salimos del intercambio de mercado
Hoy esta asimetría de conocimientos se vuelve problemática. ¿Vamos a estar sometidos a una manipulación digital? Aquellos que se muevan más allá de los rituales habituales de la participación democrática: ¿van a ser rastreados y neutralizados antes de que puedan plantear una amenaza real? ¿Van a ser las inequidades sociales fortalecidas por las clasificaciones que impongan los que supervisan?
Responder estas preguntas implicará comprender el Estado como una fuerza activa en el desarrollo tecnológico, como un ámbito que dista de ser neutral. La regulación normativa del capital de vigilancia no es suficiente, porque sería también un reto al Estado de vigilancia.
La tecnología y el cerebro
Más allá de los componentes culturales hoy es notable la dificultad en concentrarse a fondo en una sola tarea, en escuchar una larga sinfonía, en sostener un pensamiento o una experiencia, en leer sin ser invadido por ideas parásitas y en generar relaciones estables. Crece una atención saltarina, vagabunda, fragmentaria, multidireccional y multitarea que descrema la superficie de cosas y personas sin penetrar en su fondo.
La sensación concomitante es que se pierde algo importante, que intoxicarse con sucesos impide culminar con las tareas. Los medios generan una ansiedad que ellos mismos incentivan. Así se percibe un universo atractivo que magnetiza una atención flotante que se sorprende por su falta de linealidad, por su multiplicidad de opciones y por su capacidad de acercar realidades lejanas en un formato multimedia.
La ilusión de que no existen el espacio y el tiempo ofrece una percepción de presente continuo, en la que el tiempo pasa sin dejar secuelas y evita el vacío de la soledad. Para McLuhan los medios son extensiones del cerebro. Hoy las redes extienden el sistema nervioso y es posible que el hombre sea una prótesis de la tecnología que el mismo inventó.
Sintonizar el sistema nervioso y el sistema digital
Hoy se educa para un mundo inexistente. El átomo es pasado, el símbolo de la época son los chips y la red. La red no tiene centro, ni certezas. Combina la simpleza del átomo con el desorden del caos. El chip de silicona y la fibra de vidrio de silicato se unen a velocidades fantásticas para revestir al mundo con un tejido de redes. Las redes tienen sólo nodos y conexiones. Los nodos se hacen más pequeños mientras que las conexiones crecen. Así como células poco inteligentes crearon el sistema inmunológico, las PC conectadas con otras tejieron la telaraña mundial «World Wide Web».
En un mundo de especialistas unidos en red, la sabiduría retornará promoviendo un diálogo global que descomponga el todo en partes pequeñas que contribuyan a entenderlo y mejorarlo. Este entramado se paralizaría sin ideas que motiven a trabajar en equipo.
El poder del futuro consistirá en aprovechar la comunicación. En una red el talento se multiplica por el de todos los demás. De lo que se trata entonces es de sincronizar el cerebro humano con las redes digitales, el sistema de redes que ha creado un peligroso y enigmático cerebro social.
La tecnofilia es la pasión exagerada por la tecnología
Actualmente la tecnofilia crece por la gran dependencia que genera la tecnología. Tecnofobia es el rechazo a lo tecnológico que se justifica por la dependencia que genera. La brecha digital o analfabetismo tecnológico aumenta. “Mientras la tecnología sube por el ascensor el hombre asciende por escalera”.
En 1624 Francis Bacon supuso que la tecnología mejoraría al mundo. Mary Shelley publicó en 1818 “Frankestein” mostrando lo que pasa cuando la tecnología se descontrola.
El Apolo 13 fue una misión espacial para transportar a la luna a seres humanos. Una explosión obligó a la tripulación a abortar la misión y orbitar alrededor de la luna. El ingenio de los tripulantes improvisó un paracaídas para su módulo lunar y así regresaron sanos a la tierra.
La fe en la tecnología hizo creer que se podía bombear petróleo en el fondo del océano sin fallas. El derrame de petróleo en el golfo de Pérsico en 1991 es el argumento de quienes creen que las máquinas terminarán dominando al hombre o que desaparecerá en una guerra desastrosa.
La tecnología cambió la forma en el cual el hombre trabaja. Hoy prevalece el Multitasking, la falsa creencia en que se pueden hacer varias tareas a la vez. La sensación que genera es la de hacer 100 cosas al mismo tiempo y a la vez, ninguna. Los medios de comunicación impusieron la cultura de la interrupción. La consecuencia es un pensamiento episódico, fragmentario, que opera sin secuencias y a saltos provocados por los estímulos. Así se redujo el conocimiento basado en la experiencia y aumentó el que se caza y recolecta en la web.
En 2022 ante la crisis mundial desatada por la invasión de Rusia a Ucrania renace la pregunta lanzada por Erich Fromm en su libro “¿Podrá sobrevivir el hombre?” Fromm llega a esta triple conclusión: que la Unión Sovietica y Estados Unidos estaban condenados a entender políticamente; que, en Occidente, el «renacimiento del espíritu del humanismo» era la única solución a la crisis generalizada de valores; y, finalmente, que si no se llegaba a un desarme general y un modus vivendi entre las superpotencias, el cataclismo nuclear sería inevitable.
El cerebro trino
Se puede crecer en edad o en tamaño pero el desarrollo no es sólo crecer o tener sino saber qué hacer con eso que se tiene. La materia prima del cerebro es la materia gris, ella no crece simplemente como la lechuga sino con una educación diferente. El cerebro no fue creado para el hombre, es el resultado de la evolución. Heredó los instintos del reptil, las emociones del mamífero y en su corteza instaló el pensamiento. Como estas áreas no conviven armoniosamente, el cerebro desarrolla sólo el 10% de su capacidad potencial. Si no se desarrolla lo moldea la realidad y corre detrás de los sucesos.
En piloto automático no planea el futuro y se limita a reaccionar cuando algo le pasa. Las habilidades blandas, las esencialmente humanas, son las que están devaluadas y requieren entrenamiento. Los métodos son la mayor riqueza del hombre. Una metodología intelectual permite optimizar el rendimiento y de ese modo cambiar el estilo de vida. Debemos invertir en el cerebro, si no creemos en la educación de la mente, seguiremos probando con la ignorancia. Si no aprendemos a pensar, alguien estará pensando por nosotros. La industria pesada es la educación porque es la que fabrica ciudadanos