La vida es breve, por eso el primer paso del pensador es determinar a dónde quiere llegar. Un día tiene 24 horas y eso no se puede cambiar. Pero si puedes pensar en cómo mejorar, en el modo de conseguir más en esas 24 horas. Hay gente que logra maravillas, se las ve siempre bien y ni siquiera se despeinan. En un mundo acelerado el culto por la rapidez se asocia al poder de la inteligencia y el la lentitud al peso de la autoridad.
Pero de nada sirve correr rápido si corres en la dirección equivocada. La perfección de una maniobra se mide por su precisión, su velocidad y por sus resultados. La eficiencia permite hacer las cosas bien, y la efectividad parte de elegir lo correcto. Para ser competitivo hay que combinarlas. Porque algunos hacen eficientemente algo que no sirve para nada. El desafío es saber describir lo que no está, pero que se anhela. Hablar de un “sueño” aún no presente, reclama una capacidad de convencerse de que esa realidad de hoy puede ser distinta a la realidad mágica en el mañana.
Intuir el futuro. Las personas exitosas se anticipan a lo que vendrá, de tal modo el futuro las encuentra preparadas.
Cuando le preguntaron al legendario jugador de hockey Wayne Gretzky sobre su genialidad como jugador dijo: todos van hacia donde el disco está, yo patino hacia dónde el disco va a estar.
Solamente se puede prever bien a corto plazo, a largo plazo el futuro es impredecible. Como los cambios se aceleran en diferentes ámbitos es imposible vislumbrar cuál será el producto de sus interacciones. Cuando el cambio era más lento el pez grande se comía al pez chico, hoy triunfa el más veloz. Para llegar a tiempo el pez rápido obtiene buena información. Usa la proactividad (su deseo es activo). Comienza analizando las tendencias que le informan hacia dónde va el mundo y así la reactividad (su respuesta) lo encuentra siempre listo para responder con rapidez en el momento oportuno. Churchill dijo que cuánto más atrás mires más adelante verás.
La historia muestra que siempre que un invento acerca el comercio a una comunidad produce rupturas y beneficios para los creadores. La rotación veloz de inventarios hace que, con márgenes pequeños se gane mucho más. Los ciclos de vida de los productos se aceleran. Para ganar velocidad hay que adaptar las creencia a la realidad, cuestionar lo que uno piensa, preguntando más veces por el cómo y el por qué.
En la religión hindú la vaca es sagrada y nadie come su carne. La respuesta no viene de la religión sino de que en la antigüedad la vaca era más valiosa por la leche que por su carne. Pero los que fundan su creencia en la religión se olvidan de la causa.
El que lucha por sostener su negocio puede morir con las botas puestas porque no puede dejar de lado sus creencias para prever qué otra cosa podría hacer. Hay técnicas como el brainstorming que lo pueden ayudar:
El facilitador debe aclarar las reglas de juego: No hay malas ideas. A veces de la idea más loca, surgen los resultados más fabulosos. Sin juicios. Las críticas pueden limitar la creatividad. Desafío. Se entrega a los participantes el reto, el tema alrededor del cual girará la dinámica. Lluvia de ideas. Los participantes hablan o escriben sus ideas. Si son expresadas en voz alta, un facilitador las registra. Libertad. Es importante que el moderador permita que las ideas fluyan, los resultados no serán iguales si se intentan direccionar. Se acerca el final. Cuando las personas dejen de dar ideas se esperan uno o dos minutos antes de anunciar el cierre, ya que pueden surgir nuevas ideas tras el silencio. El final. Se señala el final y se mueven, clasifican y evalúan las ideas, las cuales podrán ser confrontadas y procesadas a través de métodos subsecuentes de agrupación, priorización y evaluación. Finalmente, puede abrirse un espacio para reflexionar acerca de la experiencia, ya que con frecuencia los participantes se sienten animados y sorprendidos por la gran cantidad de ideas que surgieron durante el proceso.
La destrucción creativa. En el mundo de los negocios hay que ser un poco paranoico y pensar que siempre hay alguien que nos quiere abatir. Según Joseph Schumpeter la destrucción creativa, que concreta el innovador, es beneficiosa para la sociedad pero destruye al que antes era exitoso. Por eso la solución es destruirse a uno mismo antes que lo haga un competidor.
El pensador progresista es un planificador de escenarios futuros y posibles. Nuevamente el brainstorming puede ser la solución.
Cada una de las ideas puede escenificarse mejor planteándose preguntas como estas: ¿se puede ampliar la idea?, ¿se puede reducir?, ¿se puede invertir?, ¿se puede sustituir?, ¿esa se puede aplicar de otro modo?
La empatía y el pensamiento veloz. Consiste en tener la sensibilidad necesra para captar las ideas de otros aunque no digan nada.
En 1854 los libreros se aterrorizaron con la aparición de las bibliotecas gratuitas que eran financiadas por el gobierno y estaban abiertas a todos ¿Quién podría competir cuando cualquier libro se podía leer gratis y se lo prestaban para leer en casa? Además los libros eran caros, había que guardarlos y no tenían valor alguno una vez leídos.
La empatía hubiera puesto el acento en por qué un lector querría tener libros en su casa. La biblioteca propia era un signo de que una persona era culta y educada. Si usted quiere mejorar su capacidad de empatía debe invitar a los demás a hablar, a contar su visión del mundo, detectar los detalles y sentir sus emociones, buscando encontrar analogías con las suyas. Así el otro pensará que usted tiene telepatía.
El pensador veloz no pierde el tiempo defendiendo sus antiguas creencias, es innovador y se despoja de su ego para aceptar la mejor idea sin que le importe de qué cerebro partió. Como sabe que al predecir puede equivocarse, controla la marcha de sus planes, actúa con celeridad pero sin precipitación. No mira donde está la pelota, intuye dónde estará.
No existe el oráculo de Delfos. Como vimos para avizorar el futuro el pez rápido conecta el pasado con la actualidad y diagnostica la tendencia. Estudia en qué etapa se encuentra el ciclo del producto y cómo convergen otras tecnologías. Es perspicaz para comunicar, desarrolla un modelo de negocios para cubrir una necesidad insatisfecha e intenta que se consolide en sus manos. Está atento a investigar cuáles son los impulsores del cambio para formar parte del grupo de los pensadores que tienen idea del negocio. Hay quienes hacen que las cosas sucedan, son los protagonistas del cambio. Están los espectadores que miran pero no hacen nada y los que no entienden nada y se preguntan ¿Qué es lo que ha pasado aquí?
Sabe combinar de otra manera. El especialista tiene un martillo, está limitado por su propio conocimiento, por eso lo único que puede ver es un clavo. Una de las habilidades principales es juntar dos ideas para combinarlas y generar algo nuevo.
Una forma de hacerlo es preguntarse qué compra su cliente. Cuando lo hizo Ted Tyler se dio cuenta que la gente no compraba lechuga sino ensaladas, creó un producto enlatado donde la ensalada se mantenía fresca por varias semanas.
El pensador veloz puede ver el negocio con los ojos del consumidor, sabe que algunos compran para sí y otros para hacer negocios.
Aun así pasa su idea por un molinete de selección:
No piensa que todos son tontos (porque no lo son). No nada contra la corriente. No juega a todo o nada. Verifica los cálculos. Tiene un plan B por si las cosas salen mal. Y en ese caso pretende quedar mejor posicionado. Que la idea no lo distraiga de un objetivo mayor. Se pregunta si puede hacerlo con menos dinero. Si no se está metiendo en el mismo lío que la última vez. O si se asemeja al éxito inesperado que tuvo antes. Si no es el ego el que lo está haciendo meter en esto. Si puede crear barreras para que no lo copie un competidor.
Decide con rapidez. El pensador veloz tiene principios rectores. Sabe que la burocracia traba las decisiones. Como decía el general Perón: si quieres que un problema nunca se resuelva crea una comisión. Una organización burocrática peca de exceso de análisis, y esos produce parálisis. Siempre hay que consultar con un superior. Las decisiones eficaces deben tomarse cerca de la acción. La necesidad de lograr consenso frena la capacidad de tomar decisiones rápidas.
El tamaño es parte del problema, antes el pez grande se comía al pez chico, hoy triunfa el pez rápido, porque la celeridad reduce los costos, aumenta las ganancias y la experiencia. Y el que pega primero pega dos veces. El pez rápido supera a los ladrones de tiempo. Los ladrones de tiempo externos aparecen como piedras en el camino, los internos en la manera de pensar, decidir y actuar. El futuro es impredecible porque en su gestación intervienen numerosos e invisibles agentes y factores incontrolables como el azar, el clima, etc.
La lentitud puede hacer quebrar un negocio. Las academias que enseñaban dactilografía cerraron porque que no vieron el mercado de las computadoras. Miraban hacia dentro del negocio pero no desde afuera, del lado de la realidad, para ver el potencial de sus recursos buscando que el cambio interno emule al cambio exterior. Planifica escenarios futuros, tiene empatía, para saber lo que el otro siente y cómo procesa sus elecciones.
El pez es el último en darse cuenta que el agua existe porque es su medio natural. Del mismo modo el hombre no advierte muchas cosas, (como el aire que respira), se acostumbra a sus hábitos, no advierte los cambios y pierde el tiempo de recuperación. La ventaja del pensador veloz no consiste en correr más rápido sino en pensar mejor. Porque como dijo Napoleón: “vísteme despacio que estoy apurado”.
El problema está en la condición humana que suele poner frenos que le impiden hacer lo que tiene que hacer.
En 1967, García Márquez escribió en “Cien años de soledad”: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel recordaría aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” El juego de los tiempos allí colocado, con el trasfondo de una escena tan persistente en la historia, llama a rescatar la fuerza de la memoria como algo ineludible. Y no siempre le damos el espacio que debe tener cuando miramos al futuro buscando progresar. García Márquez intuyó que, aun en las circunstancias más duras de la vida, el ser humano necesita de la esperanza para llegar a algo más allá de lo normal. Allí es donde sus lecciones del “realismo mágico”, enriquecido y promovido por sus textos, se convierten en base del actuar. Porque también debe estar presente el otro relato, el que habla del sueño que se quiere realizar.
Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem. Mail de contacto [email protected]
Es exlente para tener ideas claras y ser alguien mas un poko mas desarrollado la mente