La vida rutinaria puede generar que el cerebro no produzca buenas ideas y que por lo tanto no se lleven a la práctica. Un buen entretenimiento para mantener la mente en forma es la resolución de acertijos o desafíos a la inteligencia.
El aburrimiento fue un factor en la evolución del hombre primitivo que tenía que luchar por su supervivencia. Con el descubrimiento del fuego y la semilla, descubrió el tiempo libre, el sedentarismo y el aburrimiento. Para combatirlo surgió la creatividad. Al aburrimiento se le asocia con algo negativo. Nos invaden con estímulos que hacen imposible aburrirse.
El aburrimiento puede ser una válvula de escape ante una actividad excesiva. Pero cuando aparece parece indicarnos que algo no funciona. El problema quizá esté en los verbos “ser” y “estar”. No es lo mismo estar aburrido que ser aburrido. El aburrimiento es un sentimiento y la conciencia que se tenga sobre él, puede constituir un problema grave.
¿Quién dijo que aburrirse es malo? Los chicos pierden su tiempo frente a la computadora para no aburrirse, pero eso no los ayuda a regular sus emociones y a conocerse mejor. Aburrirse los llevaría a que florezca la cadena de pensamientos. La estimulación actual apunta a la respuesta refleja, no a la reflexiva. La creatividad está ausente. Sólo deben apretar teclas para obtener respuestas programadas. El aburrimiento, en cambio, resuelve emociones complejas como el enojo, la frustración o la angustia. Remite a un fracaso, a no sentirse bien en el mundo. Otros desarrollan su creatividad con confianza y curiosidad, sin inhibiciones ni bloqueos, inspirados en lo que suscita su interés. La oferta ilimitada de entretenimiento atenta contra eso.
Necesitan acción todo el tiempo
Las actividades en vacaciones empiezan temprano: El hijo le dice a la madre: Estoy aburrido. Necesita acción todo el tiempo: actividad física o jueguitos en la computadora. Si no, se fastidia. Ante la pregunta sobre si ella y su marido se aburren responde no, ¡No tenemos tiempo! La intolerancia al aburrimiento obliga a pensar en un menú que no venga servido en bandeja y a crear uno propio. La cultura imperante provoca la sensación de que cuando uno no hace nada, pierde el tiempo. Se confunde el aburrimiento con el ocio –que significa fuera del negocio, de la actividad laboral-. En el ocio se puede disfrutar de un descanso, de un hobby o de un deporte. Las mejores ideas surgen cuando no hay algo que hacer. Los sitios donde surgen las mejores ideas siguen siendo la cama, el baño y el colectivo.
Volver a motivarse
El apático a diferencia del aburrido no manifiesta interés por nada. El aburrimiento prolongado podría tratarse de un estado depresivo. El aburrimiento se conecta también con la fatiga crónica y con la frustración laboral (que lleva al cerebro quemado o burn out ), por la baja motivación que generan las tareas diarias. Sin expectativas de progreso hay desmotivación por el trabajo. En muchos casos los líderes eligen para sí las tareas interesantes y el empleado se siente aburrido. Para contrarrestarlo se está implementando el neuromanagement con desafíos, metas y resultados estimulantes. Las neurociencias analizan cómo funcionan estos mecanismos. Para contrarrestar la fatiga, se puede modificar la conducta con recompensas que activen los circuitos de la motivación. Uno nota que con el correr de los años va perdiendo facultades, la facultad de la vista, la facultad del olfato, la facultad del oído, la facultad del habla. Lo que hay que tratar de no deteriorar al cerebro. Sólo sabe que está aburrido el que alguna vez no lo estuvo ¿Por qué probar de repetir de nuevo la primera fase?
El aburrimiento es la evidencia de la dependencia de los demás, de poca creatividad, de no poder estar consigo mismo, de no conocer la hermosa soledad.
Una vida sin problema
Una vida sin problemas se puede convertir en un gran problema. Hoy todos tenemos reloj pero no tenemos tiempo o no lo queremos porque no lo sabríamos llenar. Por eso el aburrimiento es una enfermedad de ricos. En medio de costosas diversiones, rodeados de gente que se ocupa de hacerles la vida agradable, se aburren. Es que no sólo aumenta su riqueza, crecen con ella la instrucción y las posibilidades de acceder a mundos distintos, pero no se desarrolla el arte supremo y más sencillo del espíritu, el arte de dialogar.
Se lanzan a mundos posibles que, una vez alcanzados, los decepcionan.
En el aforismo romano: “al pueblo, pan y circo”: el pan simboliza el deseo de la gente. Una vez alcanzado, hay que darles el circo para que no se aburran. El aburrimiento popular es trivial y, por eso más difícil de curar. El aburrimiento juvenil no es agudo, y a veces se sabe esconder, con la diversión y la actividad. Pero es más serio cuanto menos se lo toma en serio.
El aburrimiento es una muerte social causada por la insuficiencia filosófica que provoca la desaparición del diálogo. Alguien se aburre porque su filosofía se encuentra bajo cero. El que se aburre rechaza, no acepta, aborrece y no se interesa. Se dirige hacia fuera, a objetos, a personas y cuanto más los rechaza, más se va quedando solo con su propia vida.
¿Por qué nos aburrimos?
Deseamos algo que llene nuestras aspiraciones, nos de la paz, el entretenimiento, la aventura feliz y perpetua, y todo ello en plenitud y sin esfuerzo. Pero eso no es posible. Entonces nos dejamos caer, nos deprimimos, nos aburrimos. Ante la cantidad de veces que el deseo nos muestra su engaño, muchos piensan que la culpa del aburrimiento es el deseo y tratan de suprimirlo. Pero eso es cobardía. Lo valiente es aprender a desear.
Para saber qué y cómo desear, no tenemos que suprimir el deseo, sino suspenderlo. Requiere esfuerzo y valentía. Eso significa dialogar y el diálogo tiene su origen en el esfuerzo de dejarse maravillar por la realidad. Es verdad que en la variedad está el gusto, pero eso es su parte accidental. El mayor gusto se obtiene en la repetición, por el fruto conoceréis al árbol.
El amor y la fuerza dan lugar a la palabra en el diálogo: tengo algo que decir, porque me he vencido a mí mismo, al negarme me he llenado de lo otro o del otro, que me entusiasma.
Así, puedo responder. Ese responder es un activo, es dar a luz una verdad.
Dejar de lado el aburrimiento significa abandonar todas esas secuelas suyas tan típicas: afán inmoderado de novedades, dispersión, inquietud, indiferencia ante lo grande, espíritu pequeño, maldad o desesperación. En realidad, el aburrimiento es una desesperación encubierta.
Para no aburrirse, hay que seguir tres pasos: hay un primer deseo que despierta nuestra atención. Pero enseguida vemos que lo deseado no nos llena, que su apariencia era engañosa. Si por debilidad, debida a la excesiva juventud o al descuido – dejar de lado el entrenamiento que fortalece-, abandonamos el interés por lo deseado -ya que nos frustró-, caemos primero en el aburrimiento, y luego en la desesperación. Pero si, tras el primer deseo, ponemos la constancia, realizamos el segundo momento. El esfuerzo del estudio significa mirar algo con amor. El que tiene deseo y añade estudio, el que tiene buena disposición y con esfuerzo adquiere el oficio, está en condiciones de recibir el favor divino, y llegar al tercer momento: descubre infinitas novedades en lo que era el brillo fugaz de un deseo inicial. Consigue así, gracias a una filosofía verdadera, que se demuestra en la vida, y que es, por tanto, también práctica -filosofía práctica-, un diálogo, que le da alegría permanente. No superamos de verdad el aburrimiento por la excitación de la guerra ni por el frenesí, sino por la verdadera fiesta del espíritu.
Espacios vacíos
Hay dos formas de impedirnos pensar: obligarnos a trabajar sin descanso u obligarnos a divertirnos sin interrupción. Entonces aburrirse puede ser de gran utilidad.
No hay nada de malo en aburrirse: hay que enseñar y aprender a aburrirse más, sin ningún otro motivo o fin que el de instalarse, de lleno, en el aburrimiento. Como una especie de acto de rebeldía, o de recogimiento, como un estado de autoconciencia neutro, ni bueno ni malo, pero del cual en algún momento hay que salir. Y para una terapia de shock: zambullirse de cabeza en él. Cuando el aburrimiento te golpee, entrégate a él. Que te aplaste, te sumerja, te haga tocar fondo. Mientras más pronto toques fondo más pronto te levantarás. La idea es mirar de frente a lo peor. La razón por la que el aburrimiento merece semejante escrutinio es que representa el tiempo puro, incontaminado, en todo su repetitivo, redundante y monótono esplendor.
Si la gente se aburriera más y se concentrara en sí mismo, tal vez diría menos estupideces, tendría menos conversaciones intrascendentes, se producirían menos programas de televisión idiotas, se filmarían menos películas olvidables y se publicarían menos libros banales.
El espacio es más importante cuanto está vacío, el temor a la falta provoca el horror al vacío. Aristóteles creyó que la naturaleza lo aborrecía. Nada debía quedar vacío. Hoy algunos artistas no descansan hasta que no ven su obra llena y otros no pueden llenar el vacío del silencio o de la página en blanco. Entonces se limitan a copiar y pegar. Así se retrasó por siglos la idea de Demócrito según la cual los átomos se mueven en el espacio vacío hasta que por fin Einstein mostró que el vacío podía transformarse en energía y que es el substrato de lo real. Entonces se dejó de considerar al vacío como opuesto a lo real y hasta se aspira a encontrar en él la solución de los problemas energéticos. Sobre el poder del espacio vacío se habla desde hace siglos:
Así, pues, en lo que tiene ser está el interés, pero en el no ser está la utilidad. Para el oriental el vacío es la realidad profunda, occidente tardó mucho en verlo necesario para la presencia de las cosas. Pero el vacío no se llena porque el universo se encuentra en continua expansión. De lo que se trata es de llenar el vacío visible con ideas que generen valor. Son las buenas ideas –las que no ocupan espacio- las que pueden mover al mundo hacia un futuro mejor.
Enamorarse de la vida.
El hemisferio izquierdo del cerebro aplica el poder duro de la razón. El poder blando habita en el derecho, prefiere la persuasión a la fuerza, la atracción a la coacción.
Quien no conoce su misión en la vida, o la perdió está triste, depresivo o aburrido. Le falta la pasión. Puede ser una pareja, un proyecto que no lo deja dormir, la ciencia, el trabajo o el estudio. La pasión lo aleja del triste destino de durar, de asustarse ante una arruga, de encerrarse para no disfrutar del presente. Lo importante es descubrir la pasión y ser protagonista. No es tan malo morir, la muerte no se olvida de nadie. Lo trágico, es no animarse a vivir y a ser feliz,
Valentía es aprender a desear porque el deseo es un motor. Querer lo que deseamos y desear lo que queremos. Al principio Yo soy mi deseo y me identifico con lo que Yo quiero. Pero debo limitar al deseo egoísta para que aparezca como es y no como se fantasea. Así empieza la conexión. El diálogo es el esfuerzo por olvidarse de uno y maravillarse por lo real. En la variedad está el gusto que proviene de la repetición y por el fruto que surge al unir el amor con la fuerza, para dar a luz a la verdad. La información es poder pero al aburrido su afán por lo nuevo lo lleva la dispersión, a la indiferencia y a la desesperación. Hay que borrar el brillo fugaz del deseo inicial y entrenarse para verlo con amor y vivir así de fiesta. Porque sólo se aburren los que son aburridos. Como decía Dylan Thomas: “Alguien me aburrió. Creo que soy yo”.
Un buen entretenimiento
La vida rutinaria puede generar que el cerebro no produzca buenas ideas y que por lo tanto no se lleven a la práctica. Un buen entretenimiento para mantener la mente en forma es la resolución de acertijos o desafíos a la inteligencia.
La cuestión no es sólo resolverlos, esta es sólo la primera etapa. El objetivo ulterior es aprender a movilizar los recursos internos para generar ideas relacionadas con la vocación. Sólo puede ser eficaz el que sabe lo que quiere. El verdadero problema no resuelto por el sistema educativo es la motivación. La gente pasa horas en los juegos de Pc, pero no tiene tiempo para leer. Este ejemplo contradice la esencia de la educación como el proceso de búsqueda y desarrollo del genio que todos llevamos dentro.
La gimnasia mental neuróbica entrena para resolver problemas, expandir la imaginación creadora, generar proyectos, trabajar en equipo y convertir los conocimientos en resultados. Desarrollada la destreza en problemas artificiales hay que entrenarse con casos reales con técnicas de observación, fábrica de ideas, destrucción creativa, hasta convertirse uno mismo en un emprendedor.
La solución es expandir la creatividad y generalizarla para construir el capital social de la economía, sin reservarla para una elite de inventores cada vez más ricos y poderosos, pero sin mercado. El sentido común – el menos común de los sentidos- sugiere que no podemos seguir usando tan sol el 10% del cerebro. La gimnasia mental neuróbica puede movilizar al gigante dormido, para que el entretenimiento sea su mejor entrenamiento