Dijo Alfred North Whitehead en 1927: «la tragedia del mundo es que aquellos que son imaginativos tienen poca experiencia, y los que tienen experiencia tienen imaginación débil».
Curiosa definición para un mundo donde se producía una sobrevaloración de todo lo comprobable y verificable dejando el espacio de las imaginaciones disruptivas a unos pocos “locos” que salían de los cánones que marcaba la ortodoxia.
Aún hoy día esa definición tienen plena vigencia aunque, por suerte, con una flexibilidad estratégica superior donde, en algunos casos, se combinan ambas cualidades que no son necesariamente excluyentes.
En la flexibilidad del mundo moderno, posmoderno en la definición de otros, los opuestos conviven con una naturalidad nunca vista.
Nos es casualidad que los imaginativos carezcan en algún punto de experiencia. Es justamente la experiencia la que va limitando opciones. Para el imaginativo no hay imposibles. Todo está por ser combinado. Para el experimentado la acumulación de experiencias forma patrones mentales, muchas veces inconscientes, que permiten calificar una nueva oportunidad como “no va a andar” en cuestión de milisegundos.
Por ello es que la conformación de equipos con individuos con tendencia a la imaginación (¡cuanto más desmedida mejor!. No están para diagramar la mejor opción sino la más divergente) e individuos experimentados con tendencia a la racionalización (caracterizados por el pensamiento convergente) es la opción estratégica recomendada.
No tengo dudas que las empresas del siglo XX se caracterizaron por una desmedida opción de esta segunda posibilidad de racionalidad y convergencia, mientras que en los inicios de este siglo XXI las tendencias van mutando a un equilibrio en la conformación de las cualidades cognitivas y emocionales de los individuos donde las estadísticas se van haciendo cada vez más amigas de procesos de comprensión heurística.
La gente de gran experiencia se encuentra “muy atada” hacia atrás, hacia todo lo que vivió, recurriendo en forma permanente a su acaudalado background, lo que en sí mismo es un activo muy valioso para cualquier compañía pero….insuficiente.
Para el imaginativo no hay límites (¿saben que Einstein alguna vez dijo que la imaginación es más importante que el conocimiento?), no hay cercos, no hay vallas, solo hay posibilidades.
Veamos algunas opiniones de gente con gran caudal experiencial en definiciones que, con el tiempo, se han transformado en célebres:
1. “El fonógrafo no tiene valor comercial” (Thomas Alva Edison, 1880)
2. “Es imposible que las maquinas que son más pesadas que el aire vuelen” (Lord Kelvin, 1885)
3. “Creo que existe un mercado mundial para cinco ordenadores”. (Thomas Watson, presidente de IBM, 1943)
4. “No existe razón para que un individuo tenga un ordenador en su hogar” (Ken Olson, Digital Equipment Corporation, 1977).
¿Hay alguien que pueda atreverse a cuestionar la “sabiduría” de estos “celebrities”? ¿Y en esos momentos?…estamos hablando de presidentes de IBM, Digital nada menos…
Nadie sabe donde se dirigen la tecnología, los mercados y las oportunidades. Son los individuos imaginativos los que nos pondrán en los nuevos escenarios.
Las compañías que puedan alinear elementos cognitivos de estas características serán las que tengan más posibilidades de ubicarse en los “mercados del futuro”.
El artículo termina…como comienza. Lo más importante es lo que dijo Alfred North Whitehead en 1927: «la tragedia del mundo es que aquellos que son imaginativos tienen poca experiencia, y los que tienen experiencia tienen imaginación débil».
La tragedia tiene solución.
• Prof. Germán Castaños. Creativo. Consultor en creatividad. www.ideavip.com.ar.
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