Los grandes desafíos a los convencionalismos adquiridos por siglos se han producido invariablemente por mentes prodigiosas. Individuos que supieron ver más allá de lo establecido, cuestionando sus bases e instaurando nuevos paradigmas surgiendo “nueva pintura”, una “nueva política”, una “nueva poesía” hasta finalmente una “nueva sociedad”.
Sigmund Freud, primer intuitivo del valor supremo del inconsciente en la vida del hombre, cuyos aportes nunca serán del todo bien valorados y comprendidos, fue un individuo capaz de nutrirse de una multiplicidad de disciplinas (leyó la Biblia, Shakespeare, Molieré, Cervantes y muchos más) y de un sinfín de individuos diferentes. Hay una anécdota fantástica del padre de Freud que habría dicho, entusiasmado por los talentos de su hijo: “El dedo meñique de Sigmund es más inteligente que mi cabeza”.
Albert Einstein fue capaz de llegar a su hallazgo por desconocer, ¡intencionalmente!, los postulados de la física de su época. Su visión, casi primitiva, instaba a volver a los primeros principios para llegar a nuevas conclusiones. Nos es un dato menor, pero muy alentador para el común de los mortales, que Einstein de niño comenzó a hablar más tardíamente que la media, era un estudiante mediocre, disléxico pero… un diamante en bruto. Dijo alguna vez: “yo vivía en soledad en el campo, y me dí cuenta de cómo la monotonía de la vida tranquila estimula la mente creativa”, aunque quizá su frase más celebre haya sido “Dios no juega a los dados con el universo”. Destacaba especialmente el valor de la fantasía y la imaginación en sí mismo y la representación de imágenes mentales para la resolución de problemas.
Gandhi (en el postulado de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, la persona más ejemplificadora de la inteligencia interpersonal) revolucionó conceptualmente la metodología de protesta social. Su utilización de medios constructivos y pacíficos desafiaron los métodos adoptados por los líderes de la época. Una de sus convicciones partía que la diferencia del individuo estribaba en otros parámetros superiores a la inteligencia. Dijo: “Soy un hombre medio con menos capacidad que la media. Reconozco que no soy brillante intelectualmente. Pero no me importa, hay un límite para el desarrollo del intelecto pero ninguno para el corazón”. Al igual que los anteriores creativos tenía fuertes rasgos de infantilidad en varias facetas de su vida, infantilidad que, en apariencia, es un ingrediente constructivo para desarrollar facetas creativas y divergentes.
Para una profundización de aspectos creativos de estos y otras grandes mentes recomiendo leer “Mentes creativas” de Gardner, citado con anterioridad, de quién me nutrí para escribir estas líneas.
• Prof. Germán Castaños. Creativo. Consultor en creatividad. www.ideavip.com.ar.
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