Casi sin darnos cuenta, hay días en que quizás has tenido una exigencia normal y terminas exhausto. Lo que sucede es que determinados comportamientos adquiridos, conscientes e inconscientes, te consumen totalmente la energía.
Estos son los siete principales, que, si logras reconducirlos, cambiarán por completo el panorama:
La queja
Es un hábito sumamente nocivo, que no conduce a nada nuevo, ya que no cambia el estatus de las situaciones. Recursos: Ni bien está por aparecer una expresión de queja -desde sutil hasta las muy evidentes-, reemplázalo por una expresión constructiva. De esta forma, el patrón de queja irá disminuyendo paulatinamente, hasta desaparecer.
Tener visiones negativas permanentes
Si no logras fluir y flexibilizarte ante las situaciones, tendrás miradas catastróficas sobre todo y agigantarás tu negatividad. Recursos: utiliza la actitud neutral, que está situada justo al medio entre lo positivo y negativo; te permite observar las cosas en perspectiva. Toma tiempo para reflexionar antes de que salgan tus peores expresiones.
Ser desorganizado
Si tu vida es un caos en cuanto a la organización básica, desde tu hogar hasta el espacio de trabajo, tus relaciones, agenda y situaciones cotidianas, eso será exactamente lo que replicarás con mayor énfasis en tu energía vital. Tu cerebro estará permanentemente sin saber qué hacer. Recursos: ordénate paso a paso. Empieza por lo más sencillo y sigue por las cosas más complejas. Por ejemplo, llevar una agenda diaria, limpia tu hogar y recicla lo que ya no utilices. Despeja tu energía estancada, y verás como muy pronto el orden será incorporado naturalmente a tu vida.
Ser opinólogo y discutidor permanente
Los seres humanos tenemos la posibilidad de expresar las opiniones, y esto es muy saludable. Sin embargo, estar en pie de guerra todo el día, haciendo observaciones sobre los demás, te consume energía. Recursos: enfócate en ti; expresa todo lo que quieras, apoderándote de la comunicación (“En mi parecer…”, “Desde mi perspectiva…”). Esta es una buena forma de seguir participando, aunque no necesariamente en todo lo que te desagrada del mundo y de los demás.
Vivir preocupado sin motivo aparente
La rigidez y estrechez de pensamiento lleva a una inflexibilidad no conducente a tu felicidad. ¿Te adelantas a los acontecimientos y los pre-calificas siempre como negativos y catastróficos? ¿Imaginas toda serie de desgracias? Recursos: Detente y reflexiona. No sabrás el resultado de las cosas hasta que tengas la experiencia. Céntrate en tu presente y afronta paso a paso lo que se presenta.
Procrastinar
El hecho de postergar las cosas te da una aparente sensación de calma y control. Sin embargo, nada hay más errado en el mundo: lo único que consigues es dejar un círculo de energía abierto, que, hasta que no se complete, estará dándote vueltas como un mosquito molesto. Recursos: abre y cierra cada círculo. Cumple tu palabra. Haz listas y prioridades. Establece al menos las tres cosas impostergables. De esta forma enfocarás tu energía en lo fundamental que debe realizarse.
No poner límites
El adverbio más poderoso que existe en la lengua humana es “Sí”. Le sigue el “No”, que te ayudará a fijar el umbral más allá del que no se puede pasar. Si estás enredado en muchas situaciones porque tienes un “Sí fácil”, empieza a practicar con el “No” para fijar límites. Recursos: practica lo suficiente, hasta no sentir culpa por decirlo e incorporarlo. Te ayudará a estar más libre y con menos ataduras emocionales, que, de tan invisibles, se han convertido en tus carceleros inconscientes.