Demóstenes soñaba con ser un gran orador, sin embargo su trabajo era humilde, lo hacía a la intemperie, no tenía dinero para estudiar y era tartamudo.
Hacer del defecto una virtud
Demóstenes sabía que la voluntad hace milagros y se entusiasmaba escuchando a los oradores y filósofos de la época, como Platón.
Ansioso por empezar, preparó su primer discurso que terminó en un gran fracaso. Lo agredían por su tartamudez: ¿Por qué repite diez veces la misma frase? ¡Hable más alto! No se escucha, ¡ponga el aire en sus pulmones y no en su cerebro!
Se genera un círculo vicioso. Las burlas acentuaron su nerviosismo y tartamudeo y se retiró entre los abucheos sin siquiera terminar su discurso.
Si el deseo es muy grande cualquier obstáculo se vuelve pequeño
Otra persona hubiera olvidado su sueño. Algunos se lo aconsejaron y otros lo humillaron. En vez de sentirse desanimado, Demóstenes los tomaba como un desafío que quería ganar. Usaba la frustración para agrandarse, para llenarse de fuerza, para mirar más lejos. Sabía qué premios de la vida lo esperaban si tenía la paciencia y la persistencia suficientes para aprender cómo cambiarse a sí mismo.
El que tiene un por qué puede superar cualquier cómo
¡Tengo que trabajar en mi estilo! Así se embarcó en la aventura de hacer lo necesario para superarse. Se afeitó la cabeza, para resistir la tentación de salir a la calle. Solo, practicaba día y noche.
Los métodos son la mayor riqueza del hombre
En el atardecer corría por la playa gritándole al mar con todas sus fuerzas para ejercitar sus pulmones. Entrada la noche, se llenaba la boca con piedras y se ponía un cuchillo afilado entre los dientes para hablar sin tartamudear. Al regresar se paraba horas frente a un espejo para mejorar su postura y sus gestos. Así pasó el tiempo, hasta que un día volvió a la asamblea y defendió con éxito a un fabricante de lámparas, a quien hijos le querían arrebatar su patrimonio. La seguridad, la elocuencia y la sabiduría de Demóstenes fue ovacionada. Demóstenes fue posteriormente elegido embajador de la ciudad.
No hay mejor práctica que una buena teoría
Edison dijo una vez que “el genio es un 10 % de inspiración y un 90 de transpiración”. El entrenamiento es el ensayo que une el saber con la acción y aminora la distancia entre lo que es y lo que todavía no se logró. En la elección el trabajo importa más la preferencia que la competencia.
Resiliencia: el poder de la adversidad
El deseo siempre encuentra sus límites: los recursos, el tiempo, las reglas y la técnica, pero el inconsciente maneja infinitos repertorios para conectarse con las voces de la inspiración y de la realización.
El obstáculo y el error son oportunidades
Lincoln perdió 49 elecciones antes de ser presidente de los EEUU. El error es la materia prima del aprendizaje, la historia está llena de errores afortunados. Fleming ideó la penicilina viendo como el moho contaminaba sus platos, la adversidad se convierte en un bien para el que aprovecha la fuerza del adversario o cuando al caer se levanta apoyándose en el lugar en que cayó.
Cambiarse a sí mismo
La vida nos enseña que la dificultad engendra la solución. Cuando la arenilla penetra por error en la ostra que la enquista, ésta segrega una sustancia que se endurece y la convierte en perla. La ostra transforma el error, hace de la intrusa una parte de sí misma adaptándola a su naturaleza.
La mala educación castiga el error y premia a quien lo oculta, pero el que no hace no se equivoca pero tampoco aprende. Watson el legendario presidente de IBM dijo: “el buen juicio viene de la experiencia, la experiencia viene del mal juicio”. Mirando hacia adentro de nosotros mismos el inconsciente es el alimento del creador, mirando hacia fuera, el error, el accidente y los límites pueden ser perlas, si se los sabe cultivar.
Doctor Horacio Krell, director de Ilvem, propulsor de UP, [email protected]