En el siglo XVII un sabio podía abarcar todo el saber de su época. Hoy es imposible, el conocimiento crece en forma exponencial y sus hallazgos afectan la competitividad de las personas y de las naciones. Para gestionar el conocimiento se necesita un costoso equipamiento. Sin embargo para David Baltimore, de la Asociación para el Avance de la Ciencia la fuerza científica no depende tanto del capital sino de la calidad de los investigadores.
Aprender a pensar
El cerebro es una página en blanco que se completa con la educación. Como la educación falla el buen investigador escasea. Ernest Rutherford, premio Nobel de Química fue el arbitro en un examen. Ante la pregunta: "Demuestre la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro" el estudiante dijo: " llevaría el barómetro a la azotea, lo ataría una soga, hasta que toque el piso, y marcaría la soga para medir la longitud". La respuesta era correcta, pero no certificaba su conocimiento teórico. Rutherford sugirió una segunda prueba que debería responder con conceptos de física. El alumno respondió "tomo el barómetro, lo lanzo desde la azotea del edificio, mido el tiempo y uso la fórmula 0,5 por A por t^2 = altura del edificio". Rutherford le preguntó sobre otras ideas. El alumno contestó: 1) en un día soleado, mido la altura del barómetro y la longitud de su sombra, y la longitud de la sombra del edificio y aplico una simple proporción. 2) Al subir las escaleras marco la altura del barómetro y cuento el número de marcas hasta llegar a la azotea, multiplico la altura del barómetro por el número de marcas y obtengo la altura. 3) Ato el barómetro a una cuerda y lo muevo como si fuera un péndulo. Cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y mido la aceleración de la gravedad al descender el barómetro, aplicando una fórmula trigonométrica". 4) “La mejor es ir a la casa del portero y decirle: aquí tengo un barómetro. Si me dice la altura del edificio, se lo regalo”. Rutherford le preguntó por la fórmula tradicional, “la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos sitios da la diferencia de altura entre ambos lugares”. La sé pero mis profesores me enseñaron a pensar.
El estudiante era Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de física en 1922.
¿Qué es pensar? Lo esencial en esta historia es que sus maestros le enseñaron a pensar. Pensar es 1ro: "comprender el problema", tal como es y no como queremos que sea. 2do: "inventar la solución", que el hemisferio derecho dispare las ideas, el pensamiento divergente. 3ro: "actuar en consecuencia", que el hemisferio izquierdo use el pensamiento convergente.
El pensamiento es como un río: calmo en unos tramos, turbulento en otros y con una cascada hacia la salida. Así como el remolino lleva las aguas hacia arriba, el pensamiento retrocede ante las nuevas dificultades. Hay un estado de flujo que lleva desde la situación inicial a la solución. A menudo el pensador quiere empujar al río o buscar un atajo. El qué y el cómo de la propuesta deben atender al por qué del problema. Cómo en los viejos tiempos hay que retomar el arte de aprender a preguntar. Y para esto no se necesita dinero.
Ciencia normal y revolucionaria
El crecimiento del saber creó especialistas y según Maslow como cada uno tiene un martillo todo lo que ven les parece un clavo. Esto marca la diferencia entre ciencia normal y ciencia revolucionaria. En épocas de teorías aceptadas los científicos barren la basura ( las contradicciones) debajo de la alfombra, los anteojos que tienen puestos les impiden observar. Khun llamó paradigmas a las teorías que no se cuestionan porque las comparten los que dominan el poder del saber. La educación cultiva la disciplina hacia el saber dominante y no la curiosidad, el error se penaliza.
Pasteur decía que el azar favorece solamente a las mentes preparadas. Abundan los descubrimientos surgidos al buscar otra cosa, en los que prevalece el azar, como la penicilina de Fleming, descubierta por accidente en un cultivo de laboratorio, o la manzana de Newton, que encendió las luces de la gravitación universal. Pero no es cuestión de suerte, las narices tienen que estar entrenadas. Horace Walpole en 1754, creó la palabra serendipidad para referirse al descubrimiento inesperado, fruto del accidente y la sagacidad.
Por otro lado hasta un descubrimiento normal puede cobrar trascendencia mucho después. Antes la gente dice "Y eso ¿para qué sirve? Freud escribió: la herejía de una época es la ortodoxia de la otra. Un loco lo es hasta que su idea tiene éxito, y a partir de ahí es un genio.
La serendipidad y los episodios de ciencia inesperada conectan la ciencia con el arte y demuestran que si bien la ciencia consigue trascender los límites humanos con principios universales, el conocimiento científico lo crean los cerebros, inmersos en una sociedad y en una cultura. Cerebros que no son entrenados para extraer de ellos su capacidad potencial. Einstein decía que el arte es la manera de llegar a las verdades más profundas por el camino más sencillo y que la imaginación es más importante que el conocimiento.
La ciencia inesperada florece en el campo marchito de la ciencia oficial
Hoy el conocimiento sin aplicación no es prioritario, los mercados son las brújulas de los recursos dedicados a investigación, la lección de la historia es que la ciencia no solucionó temas claves como la pobreza. Y como dijo Pascal “ la ciencia sin conciencia es la ruina del alma”.
Episodios revolucionarios devuelven la esperanza en la creatividad, en el esfuerzo personal y en la promesa de educar mentes abiertas a nuevas ideas en un mundo que hay que cambiar. Porque ciencia sin conciencia es la ruina del alma construyamos una ciencia con ética ya que según los estudios científicos estamos destruyendo el futuro.
Baltimore aconseja mantener un alto nivel de excelencia en los investigadores, impulsar el desarrollo de instituciones pequeñas, no separar la enseñanza de la investigación y preservar el libre pensamiento. La ciencia básica (sin un fin definido) es insoslayable. Desarrollar ciencia de primer nivel es difícil, se llega a la excelencia después de un proceso largo y trabajoso. Con una máquina, se produce ciencia estándar, son las personas las que hacen la diferencia formulando nuevas preguntas. La calidad de la gente es la clave, se pueden tener máquinas maravillosas, pero sin gente extraordinaria no se crea ciencia extraordinaria. La verdad es una construcción, lo que hoy es verdadero, mañana una nueva teoría demostrará que es falso.
Porque la información no es conocimiento, ni el conocimiento es sabiduría, Elliot se preguntó ¿dónde está el conocimiento que se perdió con la información, dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento?. El poder inteligente no proviene del conocimiento, ya que las verdades cambian con el tiempo, ni de la imaginación ya que sin conocimiento la imaginación es pobre. El conocimiento nos hace razonables y como decía George Bernard Shaw con la razón nos adaptamos al mundo, la imaginación nos hace irrazonables y con ella logramos que el mundo se adapte a nuestras ideas. El progreso humano depende de su armoniosa combinación, el poder inteligente es querer con eficacia.
Doctor Horacio Krell, director de Ilvem, propulsor de UP, [email protected]