El secreto de la eficiencia está en tomar descansos cada 90 o 120 minutos, según expertos; quien tiene resueltas sus necesidades mentales y físicas, rinde más.
Eran las 9 a.m. y yo ya estaba cansado. Dormí sólo 5 horas, no desayuné y me arrastré por el tráfico hasta llegar a mi destino: un seminario sobre cómo ser un trabajador con energía.
El taller, organizado por el grupo neoyorquino Energy Project, promete un «programa detallado para estimular a un personal completamente comprometido.» Su filosofía: en lugar de trabajar a toda marcha, rendimos más cuando tomamos descansos cada 90 o 120 minutos, cuando nuestras necesidades básicas (físicas, emocionales, mentales y espirituales) están satisfechas, y cuando abordamos una tarea a la vez.
Suena simplista, pero el grupo dice que sus premisas se basan en la «ciencia multidisciplinaria del alto rendimiento.» Su fundador, Tony Schwartz, ha escrito un libro que sintetiza sus conclusiones, ‘The Way We’re Working Isn’t Working: The Four Forgotten Needs That Energize Great Performance’ (algo así como «La manera en que trabajamos no funciona: las cuatro necesidades olvidadas que vigorizan el buen desempeño laboral«).
La primera actividad fue hacernos una «auditoría de energía.» Descubrí que tengo un «importante déficit de energía» porque no duermo al menos siete horas, y porque los correos electrónicos me distraen. Por fortuna, nuestra coordinadora, Annie Perrin, nos dio un descanso de 20 minutos, tiempo suficiente para ir a comprar un café. Perrin, antes una psicoterapeuta, nos enseñó a desarrollar «rituales positivos muy específicos» (como una clase semanal de spinning o una sesión dedicada a expresar lo que sentimos).
El Energy Project predica con el ejemplo. No sólo tomamos pequeños descansos durante el taller, también disfrutamos almuerzos de una hora y ejercicios de relajación. La idea es: Así como debes estar totalmente concentrado cuando trabajas, así también debes estar totalmente concentrado cuando descansas. Pero casi todos los asistentes sacaban sus BlackBerrys en cada descanso.
Luego está el inconveniente: mientras casi todos sabemos que debemos descansar del correo electrónico y comer de vez en cuando fuera de la oficina, pocos lo hacemos. El trabajador de oficina promedio recibe entre 50 y 100 e-mails al día y malcome un sándwich sin apartarse de la computadora. Esa es la norma, ni descansos ni almuerzos.
Pese a mis dudas, decidí probar las enseñanzas de Energy Project. Después de todo, sus gurús de la productividad han sido contratados por Google y Sony Pictures. Así que me obligué a tomar un descanso real cada hora y media mientras trabajaba en este artículo. No fue sencillo, pero después de un rato dejé de sentirme culpable y encontré muchas cosas -no relacionadas al trabajo- qué hacer (llamar a un amigo o leer una revista). Si bien pasé menos tiempo frente a mi computadora, fui más rápido y eficiente.
Una lección que no aprenderé es seguramente la de establecer tiempos para revisar mi correo. Donde vivo, cuando mandas un e-mail, se espera una pronta respuesta, incluso entre amigos. Decirle a mi editor que sólo le responderé dos veces al día sería despedirme de mi carrera. Aunque el taller me inspiró al principio, su brillo desapareció tras unos días. Aún así sigo practicando pausas regulares y más largas mientras trabajo.
fuente: Michal Lev-Ram CNN Expansión