Sabemos que la creatividad del artista puede aparecer en soledad y aislamiento, buscando momentos de quietud o estados contemplativos.
La creatividad de los realizadores se desarrolla en movimiento, en relación con los otros y la realidad.
Ese espacio puede ser el equipo de trabajo, entrenado para conectarse de modo que fluyan la intuición, la empatía, la fecundación de ideas.
Pero también, por fuera de su propio equipo, el líder en red se pone en sintonía con el entorno, creando un equipo ampliado con cada persona que encuentra, que dialoga y colabora con sus ideas. Los otros, las cosas, los hechos cotidianos pasan a ser así sus socios creativos.
Al mismo tiempo, el trabajo con su propia persona lo pone en contacto con el equipo interno de sus diferentes personajes. Estos también funcionan en red, permitiendo que surjan ocurrencias entre el explorador y el censor, el aspecto femenino y el masculino, el niño y el sabio. Así, los personajes internos son convocados e interactúan con las personas, ideas y elementos de la realidad.
Cuando se llega a la categoría de experto, se han integrado los talentos, la experiencia y la capacidad de usar la intuición, para entender en un instante lo que está sucediendo.
Ese es el momento en que el líder debe cambiar su visión y su modo de trabajar. Revisar sus ideas preconcebidas acerca del esfuerzo como único valor, examinando aquellas aptitudes lineales de las que estuvo tan orgulloso y ver si no son anacrónicas o contraproducentes para mantener una visión en red. Y estar satisfecho de lograr algo con poco esfuerzo, o en menos tiempo, gracias al talento que maduró con la experiencia.
Es el momento de dejar de arremangarse, de remar, y colocar sólo el toque justo de maestría. Este suele ser un momento crítico, ya que aparecen la culpa por trabajar menos o el miedo de que los otros los consideren haraganes e improductivos. Sin embargo, la expertise no se mide en horas de trabajo, y el ascenso a la categoría de experto no tiene nada que ver con el sueldo, ni siquiera estrictamente con el cargo.
Esto no quiere decir que el líder deba abandonar a su gente, ni desentenderse de los proyectos; al contrario, su mente y su tiempo deben estar libres para acoger, contener y procesar lo que el equipo genera. También para desanudar los conflictos y reencauzar la energía productiva.
Por otra parte, al estar inmerso en el fluir de la organización, el líder registra las necesidades que van apareciendo. Su atención flotante complementa y amplía su atención focalizada. No necesita observarcada detalle, ya que ve lo que otros no ven, sin necesidad de espiar a nadie, ni pedir informes detallados de cada procedimiento. Y su gente le acerca naturalmente la información que necesita.
Dra. Sonia Abadi – Médica, psicoanalista e investigadora en innovación y redes humanas