Wikipedia fue la primera. Pero cada vez son más las iniciativas, como explica Clay Shirky, que se basan en la participación coordinada y voluntaria de personas de todo el mundo para generar nuevo conocimiento
Más de una vez le han dicho que se parece al actor Tom Hanks, y hasta tiene el mismo tono de voz. Acostumbrado a dictar conferencias y clases en la Universidad de Nueva York, Clay Shirky habla con entusiasmo del impacto social y económico de la tecnología. Sostiene que en las últimas seis décadas, más precisamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, el tiempo libre de los habitantes del mundo industrializado ha ido en franco crecimiento, entre otras cosas por una mayor expectativa de vida y, en muchos países, por la reducción de la jornada laboral. En un principio, la gente destinó esa mayor cantidad de horas libres a ver televisión. Durante los últimos años, sin embargo, el consumo pasivo empezó a decaer. En contrapartida, sobre todo entre los jóvenes, aumentó la participación: ven videos online, comentan el contenido, lo comparten, y hasta tienen la posibilidad de rotularlo y clasificarlo. Por primera vez en la historia, las generaciones más jóvenes pasan menos tiempo frente a la televisión que sus mayores.
Las ideas de Clay Shirky se vuelven más interesantes a medida que profundiza en las consecuencias de esta tendencia. Estudioso de la cultura online, en la siguiente entrevista habla de la creación de conocimiento en la era de Internet, de las diferencias entre las distintas generaciones y de cómo capitalizar la colaboración espontánea en las empresas.
En su último libro, usted se refiere al “excedente cognitivo” (en inglés, cognitive surplus) y las repercusiones que tiene en la vida contemporánea. ¿Cómo define ese fenómeno?
Como la capacidad de usar el tiempo libre para producir y compartir conocimiento en el mundo conectado. Es un fenómeno que tiene dos dimensiones. Por un lado, el tiempo libre de la gente. Para dar una idea de la magnitud consideremos que, en total, la población mundial pasa casi 2 billones de horas al año frente al televisor. Es cierto que las personas también tenían tiempo libre en los ’70, ’80 y ’90. La diferencia es que ahora hay un medio de comunicación que permite combinar los esfuerzos individuales a escala global. Y esa conexión es la segunda dimensión del “excedente cognitivo”. El software de código abierto, por ejemplo, es el producto de la contribución de miles de programadores; cada uno incorpora alguna mejora, soluciona un problema, agrega una nueva característica. Y la suma de esfuerzos voluntarios a escala planetaria permite crear software de gran calidad. Conectividad y escala son la clave. Si alguien quiere reunir a una docena de personas que escriban sobre el planeta Plutón, puede elegir individuos al azar y obtener un artículo razonablemente bueno. Pero si dispone de una población de cientos de millones logrará resultados extraordinarios.
¿Qué otras iniciativas basadas en la participación voluntaria y coordinada despertaron su interés?
Ushahidi es muy interesante. Surgió a partir del blog de Juliana Rotich, una abogada de Nairobi que escribía sobre la violencia en Kenia. Después de las elecciones de 2007, el gobierno había clausurado casi todos los periódicos, y los blogs se convirtieron en el principal medio de difusión de noticias sobre asesinatos, torturas y hechos violentos.
Las personas que hacían denuncias en esa página eran tantas, que Rotich buscó la manera de ordenar la información de forma automática. Dos programadores que escribían en su blog diseñaron la versión alfa de Ushahidi en pocos días. El sistema toma la información sobre incidentes violentos que ingresa la gente y, a partir de esos datos, crea un “mapa de la violencia”.
Desde entonces, Ushahidi se usó para crear “mapas de crisis” que representan desde regiones en las que hay fraudes electorales hasta las áreas más afectadas por el terremoto de Chile. Al igual que Wikipedia, el contenido de los mapas de crisis de Ushahidi nace del conocimiento de una multitud; cada persona sabe un poco sobre algunos temas; en conjunto, saben mucho sobre muchas cuestiones. Ushahidi no se basó en una nueva tecnología; aprovechó una oportunidad.
En Cognitive Surplus, usted menciona los motivos que impulsan a la gente a participar voluntariamente en determinados proyectos. ¿Podría comentarlos?
Las personas trabajan de ese modo porque se conjugan tres factores: medios, motivaciones y oportunidades. Los medios suelen ser tecnológicos. En el caso de Ushahidi, sin ir más lejos, el medio son los teléfonos celulares con acceso a Internet. El motivo es lo que mueve a la gente a participar. El motivo y los medios son el porqué y el cómo, respectivamente. La oportunidad es el dónde y el con quién. Cuando se produce un cambio en el comportamiento de las personas, es frecuente buscar su causa; sin embargo, hay que poner el foco en detectar la oportunidad que lo generó.
Pensemos en las diferencias generacionales. Abundan los analistas especializados en describir las características de los baby-boomers, de la generación X y de la generación del Milenio, pero buena parte de lo que dicen carece de valor sociológico. Consideran, entre otras cosas, que los nacidos en determinadas décadas tienen las mismas características. Es como una suerte de astrología china que, en vez de basarse en el año del nacimiento, tiene en cuenta las décadas. Sin embargo, la naturaleza humana varía muy lentamente. Las generaciones son diferentes porque las oportunidades cambian. Las motivaciones son las mismas: queremos ser amados y exitosos.
Lo que se modifica de una generación a otra es la oportunidad que tienen sus integrantes de concretar esas motivaciones. Hacia finales de los ’80 y principios de los ’90, por ejemplo, se creía que a los integrantes de la generación X no les gustaba trabajar. Pero no era así. Simplemente, habían llegado a la adultez durante recesiones y les resultaba difícil encontrar empleo. Cuando la economía repuntó, se volvieron emprendedores. En definitiva, para detectar posibles cambios es más importante enfocarse en las oportunidades que en las motivaciones. Y tenemos la posibilidad de aprovechar enormes oportunidades a partir de la participación coordinada.
¿Un ejemplo?
PickupPal, un servicio diseñado para poner en contacto a personas que hacen el mismo recorrido y quieren compartir un vehículo. La misión de PickupPal es mejorar el transporte; en vez de verlo como un desafío que exige más vehículos, lo considera un problema de información que se reduce a encontrar un automóvil que vaya del lugar en el que alguien está al que quiere ir. El sistema calcula los recorridos y horarios coincidentes de conductores y pasajeros, y los pone en contacto. PickupPal apela a distintas motivaciones para atraerlos: “usted debería participar porque lo hará más feliz”, “será mejor para el medio ambiente”, “es más económico”.
Estas motivaciones, combinadas con las posibilidades tecnológicas de un mundo conectado, abren una oportunidad para que el servicio tenga éxito.
La mayoría de los proyectos de participación coordinada se dan fuera de las empresas. Son pocas las que, como YouTube, logran capitalizarla. ¿Surgirán otras?
Las empresas se dieron cuenta de que la temida pérdida del control ya es algo del pasado. Hace cinco años se negaban a aceptar que los clientes dialogarían entre sí vía Internet. Creían que sólo había dos maneras de comunicarse: ellas hablaban y los clientes escuchaban, es decir, la publicidad; o bien, los clientes hablaban y las empresas escuchaban, o sea, la investigación de mercado.
Ahora, en cambio, los clientes se comunican entre sí y con la empresa; critican los productos y los servicios. Y nada puede hacerse para impedirlo. Las empresas dispuestas a albergar el diálogo de los consumidores en sus sitios están en mejor posición de aprovechar la participación voluntaria.
YouTube es un capítulo aparte. No se trata de un grupo de consumidores que comentan online los productos y servicios que les interesan; se trata de la generación ininterrumpida de contenido. No creo que otras empresas consigan competir con YouTube porque, al igual que Flickr y otros sitios similares, tiene la gran ventaja de la economía de escala.
Sin embargo, cuando se habla de capitalizar la colaboración es posible dividir el tema en dos partes: cómo aprovechar la participación de los clientes y proveedores por un lado, y cómo convertirse en un medio de comunicación multi-propósito, por el otro. No habrá muchas empresas en el segundo grupo, pero cualquiera puede incentivar la participación de sus clientes.
IGN, un sitio web especializado en noticias y reseñas de videojuegos, les preguntó a los usuarios en sus foros de discusión cómo harían para mejorar las descripciones de productos; también les propuso escribir un documento con las especificaciones. En poco tiempo, esas personas redactaron un documento de 10 páginas en el que detallaban las categorías y los datos imprescindibles para una buena descripción de producto. Fue como si hubieran estado esperando que la empresa les preguntara.
¿Las redes sociales cambiaron la manera de consumir la información?
Durante buena parte del siglo XX nos convencimos de que vivíamos en un ambiente saturado de información, aun cuando había pocos medios y teníamos pocas opciones. Desde hace varios años, en cambio, cualquiera puede decir cualquier cosa en una plataforma global.
Y nos planteamos cómo encontrar algo bueno en medio de todo ese contenido. No por casualidad, las empresas que tuvieron éxito en los primeros días de Internet, como Amazon y Google, daban una respuesta a esa pregunta. Pero, a partir de 2002 o 2003, la gente empezó a recurrir a las redes sociales para encontrar buen contenido. Yo mismo he dejado de suscribirme a “feeds” (Nota del editor: en la jerga informática, “feed” es un formato de noticias digital al cual es posible suscribirse para recibir información de un sitio web); leo lo que recomienda la gente que sigo en Twitter. Confío en que me sugerirán artículos y videos que me gustarán. Y también confío en que mantengan a distancia lo que no me gustará. Las redes sociales actúan como amplificadores de la información, pero también como filtros.
Hay una transición de la producción profesional de contenido a la producción amateur.
¿Cómo afecta esa generación masiva de contenidos a la industria editorial?
Las palabras “publicar”, “publicación”, “publicidad” y todas sus derivadas aludían a la increíble dificultad de hacer público algo. Pero eso ya no exige ningún esfuerzo. No es difícil, ni complicado, ni caro. Lo hacen hasta los niños. Por otro lado, el viejo modelo de la empresa editorial, propietaria de equipamiento costoso y empleadora de profesionales que crean contenidos, sufrió una profunda transformación. Hoy, cuando cualquiera puede decir cosas en público, el editor profesional tiene que distinguirse por decir algo muy valioso.
¿Qué alternativas tienen los medios de comunicación social?
Varias. Una de ellas consiste en ser el mejor recopilador de información. La idea es reunir la mayor cantidad de contenido y ponerlo al alcance de la mayor cantidad de gente posible; un ejemplo es Google News. Otra posibilidad es crear contenido de nicho. Para eso, hay que conocer muy bien el comportamiento de los usuarios y lectores. No se trata de mezclar un poco de información deportiva, críticas de cines y algo de noticias bursátiles, sino de crear sitios con contenido dedicado a cada segmento. En tercer lugar, hay personas que escriben de manera maravillosa, y que son insustituibles.
Muchos especialistas sostienen que, para destacarse en el mundo online, hay que ser auténtico, tener una voz propia. ¿Qué opina al respecto?
Soy un poco escéptico. El concepto surgió en el ámbito de la blogósfera: el blogger tenía una voz personal, hablaba por sí mismo. Pero me resulta difícil hablar de autenticidad en el caso del cantante Justin Bieber, por citar un caso. Tiene tantos seguidores que cerca del 2 por ciento del espacio en los servidores de Twitter está dedicado a atenderlos. Hay muchas personas auténticas que no tienen multitudes de seguidores, y muchos individuos “no auténticos” con miles de fanáticos. Creo que la clave para tener muchos seguidores en Twitter es lograr que la gente se interese por lo que uno escribe. La autenticidad fue una estrategia en el pasado, pero no estoy seguro de que siga siéndolo porque el ambiente de los medios de comunicación ha madurado. Cuando uno sólo se comunica con los amigos les cuenta cosas cotidianas: lo que comió en el almuerzo o hizo durante el día; pero a medida que la base de seguidores en Twitter crece, y el círculo de amigos se transforma en una audiencia de desconocidos, nuestro comportamiento cambia.
¿El excedente cognitivo tiene consecuencias negativas?
Sí. Una de ellas es el aumento de lazos sociales débiles —es decir, la relación con personas que apenas conocemos—, que puede socavar los vínculos más fuertes con la gente que nos interesa. Siempre hubo un equilibrio entre la cantidad de lazos fuertes y débiles; pero, en los últimos tiempos, la lista de los amigos de Facebook excede con creces a la lista de amigos que realmente importan. Otra consecuencia negativa es que la tecnología digital favorece la formación de grupos que preferiríamos que no existiesen, como los de jóvenes que alientan la anorexia.
¿Qué tendencias vislumbra?
Desde la llegada del e-mail imperó la idea de darle la máxima libertad al individuo. Pero, cuando se combinan los grupos y se maximiza la libertad individual, el resultado es un show del horror. La discusión y las peleas constantes son terribles. Es muy difícil mantener una conversación coherente, en particular si son muchas personas y están dispersas por el mundo. En un ambiente grupal sin restricciones, los modales de la gente se vuelven desagradables, y ninguna tecnología puede evitarlo. Dicho de otro modo, es imposible diseñar una herramienta que fomente la libertad individual y, al mismo tiempo, la buena conversación.
Por eso, están surgiendo infinidad de sistemas que imponen restricciones y coordinan una conversación civilizada. Un ejemplo es el GIT HUB, un sistema de control usado por los programadores para ordenar sus archivos durante la creación de software. Establece métodos rigurosos para coordinar el trabajo de un grupo y ya se está usando fuera del ámbito
de la tecnología. Varios grupos políticos, por ejemplo, lo aplican a los debates de propuestas de leyes. Uno de mis alumnos usa el GIT HUB para impulsar la colaboración entre artistas.
Ya no se trata de que “cualquiera pueda hacer cualquier cosa, en cualquier momento”, sino de adoptar una manera estructurada de que las personas analicen y discutan el trabajo de los demás. Es un modelo que se extenderá en los próximos años, y habrá más sitios que impondrán restricciones a la participación de la gente: desde periódicos y revistas hasta las páginas en las que se comparten fotos y videos. El objetivo es limitar la discusión poco civilizada y aumentar el valor de la colaboración mutua. <
CKAY SHIRKY: Un sociólogo influyente
Considerado uno de los 10 analistas de tecnología más brillantes por la revista Fortune, Clay Shirky es profesor de la Universidad de Nueva York y autor de los libros Here Comes Everybody: The Power of Organizing Without Organizations y Cognitive Surplus: Creativity and Generosity in a Connected Age. Ha prestado servicios de consultoría sobre diseño de redes sociales en Microsoft, Nokia, la BBC, Lego y Newscorp, entre otras empresas. También escribe en The New York Times, The Wall Street Journal, Harvard Business Review, Business 2.0 y Wired.
Viviana Alonso
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