BERNANKE VERSUS ASIA ¿Y ARGENTINA?
Tal como lo esperaba la mayoría de analistas y operadores, el comité de la Reserva Federal de EE.UU. decidió interrumpir el ciclo de diecisiete aumentos consecutivos de la tasa de descuento de referencia, y la mantuvo en 5,25%. La decisión se tomó al costo
de perder unanimidad en el comité y apostando a que la desaceleración de la economía norteamericana (2,5% de crecimiento en el segundo trimestre versus 5,6% en el primero) modere la inflación, hasta ahora en ascenso y por encima de la "zona de confort", con 2,4% anual de core inflation y 3,2% de aumento en los costos laborales.
La reacción inicial de los mercados financieros no fue tan favorable porque son cada vez más los que piensan que no se trata de una interrupción definitiva del alza de tasas, sino de una pausa. Crece la percepción de que las presiones inflacionarias se deben, sobre todo, a la guerra en Medio Oriente, las tensiones geopolíticas y la finalización del largo ciclo de combustibles fósiles baratos, todo esto motorizado, principalmente, por el vertiginoso crecimiento de Asia, con su escasez estructural de recursos naturales respecto de la población.
Lo más probable es que esta percepción sea correcta y, por ello, no será tan fácil resolver la amenaza de una estanflación (menor crecimiento con inflación) más acentuada que la que se está empezando a vivir. Si lo único que se hace para combatirla y para resolver el insostenible aumento de la deuda de los EE.UU. es el alza de las tasas, el resultado puede ser un enfriamiento global. Porque para frenar Asia desde los EEUU haría falta una desaceleración muy fuerte de la economía norteamericana. Son tiempos que reclaman soluciones concertadas a nivel del G8 más China o aun del G20, para inducir un realineamiento de las monedas, depreciando el dólar sobre todo respecto de las monedas de Asia y, en menor medida, también del euro. Esta es la condición necesaria para que los desajustes de la economía mundial sean suaves, no bruscos. Pero en el contexto geopolítico actual esto no aparece factible.
¿Qué decir entre tanto de Argentina? La aún suave desaceleración mundial tendrá idéntico efecto aquí, pero así y todo puede pensarse en un crecimiento del PIB de 7,8% en 2006 y 5,5% en 2007. Las distorsiones de precios relativos en energía y en alimentos seguirán aguantando hasta después de las elecciones de 2007. Estos son, pues, problemas (serios) para 2008 y 2009. Ahora, lo que hay que mirar es la evolución de la situación fiscal. La recaudación tributaria marcha a muy buen ritmo y con evidencias de que la evasión en el IVA, pieza central del sistema, se está reduciendo.
Del lado del gasto, las noticias no son buenas, porque está creciendo cerca de 30% anual, todavía en vísperas de un año electoral, con presiones crecientes como el fallo de la Corte sobre movilidad de las jubilaciones y la aparición de déficit en muchas provincias, doblemente preocupante por estar en un pico del ciclo económico. Con
vencimientos de capital e intereses de la deuda del orden del 5% del PIB el año próximo es clave mirar lo que ocurra con el superávit primario. Mientras se mantenga al menos en 3,5% del PIB -hoy es 4,1%- la situación es manejable. Es aquí donde hay que concentrar la mirada
Juan Llach
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