Más allá de recursos literarios (bien o mal traídos), no parece que en principio se deban poner en tela de juicio las cualidades bondadosas de estos inversores conocidos como «business angels». Si hasta hace relativamente poco su papel como fuente de financiación alternativa a la financiación bancaria para pymes no era muy destacado, como consecuencia de la grave crisis financiera que vivimos, su protagonismo va creciendo.
En los últimos meses hemos visto referencias frecuentes a este tipo de inversores en los medios. El programa electoral del Partido Popular de las últimas elecciones se refería a ellos en varias ocasiones, señalando que el gobierno de Mariano Rajoy establecerá medidas financieras y fiscales que fomenten la financiación empresarial alternativa. A nivel local, hemos asistido a la creación del primer fondo de «business angels» alicantino y el Ayuntamiento de Alicante ha adoptado entre sus principales objetivos el fomento del emprendimiento y la búsqueda de capital.
Para aquellos que se pregunten qué son los «business angels» les podemos definir cómo personas físicas con amplio conocimiento de determinados sectores de la economía y con capacidad de inversión, que impulsan el desarrollo de proyectos empresariales con alto potencial de crecimiento en sus primeras etapas de vida, aportando capital y valor añadido a la gestión.
Se trata de inversores que invierten su propio dinero y que, además, lo suelen hacer en los momentos incipientes de la vida de una empresa o en las fases de crecimiento de ésta. Sus inversiones se centran en proyectos normalmente ubicados cerca de su lugar de residencia, para así poder participar en la gestión de la empresa, no en la del día a día pero si en el establecimiento de los planes que definan la trayectoria y expansión del negocio. Tenemos que tener en cuenta que los business angels se diferencian de los inversores tradicionales y del capital riesgo en su implicación en la gestión del negocio. Otros de los rasgos que diferencian a los «business angels» de las entidades de capital riesgo vienen dados por el hecho de que la cuantía de sus inversiones suele ser muy inferior a las del capital riesgo, sus procesos de desinversión son más lentos y la rentabilidad que pretenden obtener a la salida es también menor que la de las citadas entidades de capital riesgo.
El capital de estos inversores tiende a cubrir el vacío de financiación entre los fondos aportados por los emprendedores y su entorno y la financiación bancaria o de entidades de capital riesgo. Los primeros suelen contar con ciertas limitaciones de liquidez, la financiación bancaria exige unas garantías que no siempre son viables cuando se trata de proyectos incipientes y las entidades de capital riesgo no suelen realizar inversiones por debajo de determinadas cantidades. Por lo tanto, las inversiones «angelicales» pueden constituir la vía de financiación para muchas empresas «start-up» con alto potencial de crecimiento.
En Estados Unidos, el capital «angelical» ha llegado a realizar más inversiones y a invertir más dinero que las entidades de capital riesgo. De acuerdo con los datos del Center for Venture Research de la Universidad de New Hampshire, en 2010 el capital «angelical» en Estados Unidos realizó inversiones por, aproximadamente, 20 billones de dólares e invirtió en 61.900 proyectos, creando 370.000 nuevos puestos de trabajo.
Más allá de todas las virtudes y cualidades que sobre el papel puedan tener estos inversores y más allá también de los estímulos que desde el Gobierno se puedan realizar para fomentar este tipo de inversiones, si queremos que el capital «angelical» invierta en los proyectos empresariales de nuestra provincia es importante que empresarios, emprendedores y asesores entendamos el papel de estos inversores y sepamos integrarlos en las estructuras empresariales sin sentir que están «robando» la autonomía empresarial de los fundadores.
No podemos obviar que por su propia naturaleza y perfil empresarial, el «business angel» participa en la gestión del negocio pero no en el día a día de la empresa. También es cierto que aunque sus motivaciones no son siempre estrictamente financieras, espera obtener un retorno y de ahí que su entrada en un proyecto lleve aparejada la negociación de una estrategia de salida que le permita capitalizar su inversión. Tampoco podemos olvidar que a diferencia de la financiación bancaria, la inversión del business angel sigue la suerte del negocio y que los retornos y procesos de salida de estos inversores son también menos agresivos que los de las entidades de capital riego.
En definitiva y teniendo en cuenta los aires que corren en la economía y la restricción del crédito, cabría preguntarse si no ha llegado el momento de encomendarse a un «ángel».
Autora: Marta Mañez
Fuente: Diario Información