Es indudable el papel de los emprendedores en el desarrollo económico de una región: crean empleo, aumentan la productividad, fomentan innovaciones de alta calidad…, en definitiva, dan nueva vida a nuestra estructura productiva
Es indudable el papel de los emprendedores en el desarrollo económico de una región: crean empleo, aumentan la productividad, fomentan innovaciones de alta calidad…, en definitiva, dan nueva vida a nuestra estructura productiva. Y en este sentido, existe un gran consenso en cuanto a que las distintas administraciones deben apoyar al emprendedor.
Pero este positivo impacto que conlleva la creación de empresas podría llegar a ser inútil si la riqueza generada por las empresas recién nacidas desapareciese en poco tiempo por el cierre de las mismas. Por ello, debemos preguntarnos cuál es el objetivo a perseguir: ¿altas tasas de creación de empresas, pero con un gran número de cierres en poco tiempo, o pocos nacimientos pero con una alta supervivencia?
Y es que los primeros años de funcionamiento suelen ser especialmente duros. El comienzo de las actividades, el contacto con clientes y proveedores, el asentamiento del producto, son factores que pueden hacer que una empresa cierre en poco tiempo. Así pues, mantener la empresa en funcionamiento los primeros años de actividad parece un reto en sí mismo, y los emprendedores que lo consiguen son los que deberían haber sido el objeto de las ayudas.
Llegados a este punto, parece lógico preguntarse cómo es el perfil de los emprendedores que crearon una nueva empresa y consiguieron que superase con éxito los primeros años de la puesta en marcha. Esto es, cuál es el perfil de los emprendedores en los que las distintas administraciones deben focalizar sus esfuerzos.
¿Ser mujer, tener padres empresarios o poseer experiencia previa en el sector de actividad suponen una ventaja a corto plazo para el emprendedor?
Estas preguntas nos las hemos planteado en numerosas ocasiones en la Escuela de Negocios Afundación, y por ello, desde hace más de una década hemos realizado diferentes proyectos centrados en los factores que inciden en la supervivencia de las nuevas empresas creadas en Galicia y, de forma especial, en las características que definen la figura del emprendedor.
En relación con el género de los emprendedores, como sucede en otras muchas economías, los fundadores de empresas gallegos son mayoritariamente varones (77,8%). Pero, ¿quién tiene más acierto a la hora de montar una empresa: las mujeres o los hombres? Aunque el porcentaje de éxitos femeninos es ligeramente superior al de éxitos masculinos, la diferencia es tan pequeña que no podemos afirmar que las mujeres tengan un mayor “acierto” a la hora de emprender; es decir, la probabilidad de supervivencia es muy parecida en ambos sexos.
En cuanto a la edad de los emprendedores, la media se sitúa en los 37 años, si bien en el caso de los emprendedores exitosos no llegan a los 36 años, frente a los casi 40 de los que han cerrado sus empresas. Los más jóvenes no sólo son más proclives a poner en marcha un negocio, sino que tienen más posibilidades de mantenerlo en funcionamiento en los primeros años; no obstante, un cierto bagaje previo es necesario. Los emprendedores con edades superiores a los 30 años, todavía con el ahínco de los jóvenes, pero con más experiencia, son el grupo en el que la expectativa de estabilidad es la más favorable a la hora de crear un negocio.
En relación con el nivel de estudios, más de la mitad de los emprendedores que consiguen que su negocio permanezca abierto durante los primeros años, carecen de formación universitaria. Posiblemente la existencia de alternativas laborales más interesante, relacionadas con el hecho de disponer de una titulación superior, es contraproducente para la supervivencia a corto plazo; si disponen de alternativas laborales y tienen miedo por el futuro, tendrán suficientes alicientes para cerrar su empresa ante el primer contratiempo.
Con respecto a la ocupación de los emprendedores en el momento anterior a poner en marcha su negocio, en la mayor parte de los casos se trata de personas que ya tienen una experiencia en el mundo de la empresa: bien con negocios propios previos, bien trabajando en una PYME, o bien trabajando para una gran empresa. Y, contrariamente a lo que se podría pensar, esta experiencia previa no es una condición suficiente para garantizar la estabilidad de un nuevo negocio.
Asimismo, la experiencia en tareas directivas o de gestión tampoco proporciona mayores opciones para crear una empresa estable; haber sido directivo de otra empresa anteriormente no sólo no garantiza la buena marcha de una nueva empresa, sino que más bien parece suponer un lastre. Por contra, son los comerciales los que cuentan con una mayor ventaja de cara al éxito de su empresa, dado que la experiencia del emprendedor en actividades comerciales es un factor que favorece la supervivencia de una empresa en sus primeros años de vida.
También demuestran una influencia positiva las relaciones previas del emprendedor con agentes propios del mercado, como clientes, proveedores o entidades financieras; cuanto mejores sean estas relaciones, mayores son las posibilidades de gestionar una empresa con visos de estabilidad.
En cuanto a los antecedentes empresariales, no parece que el hecho de haber mamado el mundo de la empresa en la propia familia sea un factor determinante para la supervivencia a corto plazo del negocio. Es más, tampoco podemos decir que exista relación entre la existencia de familiares empresarios y la propensión a crear nuevas empresas.
Para terminar, cabe destacar como rasgo diferencial de estos emprendedores, el interés por crear su propio puesto de trabajo y por ser su propio jefe. Esta ansia de independencia, esta voluntad por dirigir su propio futuro, es lo que realmente diferencia a los emprendedores que han tenido un mayor éxito en la supervivencia de las empresas que han creado.
Isabel Caneda González
fuente: La Región