LOUIS BRAILLE
El hombre reconoce en su interior una escuela en la que es simultáneamente educador y alumno, y a partir de este rol dual tratará de subvertir dificultades creando los medios para superarlas. Aún con ellas emprenderá un camino admitiendo que su discapacidad es sólo un elemento más en su mochila, porque aprenderá a compensar sus faltas con otras herramientas que la llenen. Así satisface sus necesidades allanando el camino de quienes se encontrarán en su condición. Así persigue un objetivo desde la lucha cotidiana a través de un trabajo de hormiga, cuyo fin es el comienzo para otros que encontrarán entre sus útiles un alfabeto adecuado para comunicarse. Louis Braille perdió la vista tras un accidente y, aunque la ceguera le hizo palpar un camino pedregoso, también le hizo sentir que tenía la capacidad de asfaltar algunos de sus tramos.
Ya en 1786, Valentín Hay, un filántropo francés, había fundado la primera escuela para limitados visuales, donde los alumnos aprendían a leer mediante un sistema de lectura inventado por el propio Hay. Mediante éste los alumnos palpaban las letras ordinarias impresas en alto relieve. Sin embargo, la lectura era lenta y dificultosa; los libros eran grandes, pesados y costosos. Braille pudo comprobar estas falencias; aunque podía percibir cada letra sin dificultad, tardaba algunos segundos para leer cada palabra, y, al llegar al final de la oración, casi no recordaba el principio.
Por su parte, un capitán de artillería del ejército francés llamado Charles Barbier de la Serre, había creado por esa época un sistema de lecto-escritura sobre la base de puntos y rayas en relieve para que los soldados pudieran enviarse mensajes en la oscuridad. Al percatarse de la utilidad de éste en 1821 lo puso a disposición de la Institución de Jóvenes Ciegos. Sin embargo, este sistema no permitía el deletreo de las palabras, la acentuación de las vocales, el uso de los signos de puntuación, ni tampoco preveía la realización de operaciones matemáticas o la escritura de partituras musicales.
A los 13 años Luis Braille se propuso abordar la tarea de simplificar el método sonográfico de Barbier y completarlo en los aspectos que resultarían imprescindibles para disponer de un auténtico alfabeto. Tras unos meses de trabajo había encontrado un medio de formar todas las letras, los acentos, los signos de puntuación y los signos matemáticos, utilizando sólo seis puntos y algunas rayas horizontales que más adelante eliminaría. En 1829 publicó un volumen, impreso en relieve lineal y en caracteres comunes, donde daba a conocer su sistema, y en 1837 presentó una segunda edición corregida. La primera obra hecha en una imprenta para la producción de libros en el nuevo sistema fue una historia de Francia publicada en tres tomos en 1837.
A partir de Louis Braille, quienes a través del roce de sus manos habían encontrado una hermosa forma de mirar; también aprendieron a ver, palpando rayas y puntos.