James Cameron inventó a Terminator, hundió el Titanic y creó una raza: los Na´vi de Avatar. James Cameron tiene 64 años pero parece mayor.
Tiempo atrás tenía pelo rubio y barba pelirroja, ahora su cabellera es blanca y anda por la vida afeitado. Quizás sea el rasgo más visible del paso de ser un joven con ilusiones de cineasta, a ser uno de los directores más taquilleros de los últimos tiempos. Considerado un gran visionario, y no conforme con ser un pionero de los efectos especiales, filmó Avatar en 3D con un sistema de cámaras que él mismo ayudó a perfeccionar.
Con Avatar recaudó más de 2.700 millones de dólares, rompiendo su propio record anterior (Titanic sumó 1.800 millones)… pero no siempre el director las tuvo fáciles.
Cameron nació en Canadá y creció en un pueblito cerca de las cataratas del Niágara. Su padre era ingeniero; su madre, un ama de casa dedicada a sus cinco hijos. James, el mayor de todos, creció teniendo como ídolo a Jacques Cousteau, soñando ser buzo cuando sea grande. Pero, a los catorce años, ocurrió algo que lo marcaría para siempre en lo que es su pasión y el causante de los miles de millones de dólares en su cuenta bancaria: «2001, una odisea espacial», obra maestra de Stanley Kubrik, inició el romance de Cameron con el cine, para siempre.
Lentamente fue adentrándose en el oficio del cine. Su ingenio y creatividad lo hicieron ascender muy rápido, y en el año 1981 ya estaba dirigiendo Piraña 2. Problemas en el rodaje hicieron que Cameron deba abandonar el proyecto y regresar a Los Angeles… pero de toda crisis nace una oportunidad, y es entonces cuando comenzó a escribir la que sería un hito insoslayable en la historia del cine del género: Terminator, cuyo guión circuló por Hollywood hasta caer en las manos correctas, las de Arnold Schwarzenegger, quien interpretaría al inolvidable robot. La película costó seis millones y recaudó ochenta. Las carreras de Cameron y de Arnold se dispararon.
Talento, tenacidad, imaginación y mucha capacidad para enfrentarse a los comentarios adversos: son cualidades que una y otra vez se presentan en todo aquel que tiene una pasión y logra, a través de ella, el éxito. }
En proyecciones previas de Avatar, siendo Cameron un director consagradísimo, decían sarcásticamente que el filme sería una versión mejorada de Los Pitufos. ¿Cómo reaccionó el director?: “Está perfecto. Una reacción negativa antes del estreno te inmuniza, te da energía”. Y así fue. La vio todo el mundo y la nominaron a nueve Oscar.
Pero, sobre todo, la pasión por lo que se hace y el rodearse siempre de un buen grupo humano: “Lo mio no es una obsesion. Hacer películas es una pasión, y a mí lo que más me apasiona es trabajar con las mejores personas que pueda hallar y lograr el mejor filme posible. ¿Está mal?”.
Les dejamos este videoreportaje a James Cameron, una clase magistral sobre liderazgo y emprendedorismo