Cinco años después de su muerte, Jobs sigue siendo el visionario por excelencia y el CEO tech que todo el mundo quiere ser.
Fue el 5 de octubre de 2011. El mundo se despertaba con una noticia que no por esperada fue menos sorprendente: Steve Jobs había muerto. Aparecieron rápidamente los largos reportajes, las sentidas necrológicas y los artículos en profundidad que hacían sospechar que llevaban ya un tiempo escritos, a la espera de la noticia para darle al botón de “publicar”. Hace cinco años murió Steve Jobs y parece que todavía no lo hemos superado.
El protagonista forzoso de estos cinco años fue su sustituto, Tim Cook, que sigue teniendo que aguantar las comparaciones con el icónico cofundador de Apple. Y eso que (o quizá precisamente por esto) su Apple es distinta a la que dejó Steve Jobs. Sigue siendo la misma en los temas importantes (es decir, sigue haciendo mucho, mucho, mucho dinero), pero se ha ido separando con una forma distinta de llevar algunos temas.
¿Qué habría hecho Steve Jobs si le hubiese tocado capear el vendaval de Apple Maps? Son muchos los que aseguran que el fiasco no se habría producido, pero lo que es casi seguro es que, de haber cometido el error de lanzar una app tan poco testeada, no habría hecho lo que hizo Tim Cook: escribir una carta pidiendo perdón. En casi 14 años como CEO de Cupertino no se recuerda ninguna disculpa (a ese nivel, por lo menos). Tim Cook dijo “lo siento” a los consumidores cuando apenas llevaba un año en el puesto.
El Apple de un mundo sin Steve Jobs se distingue también por no haber logrado sacar ningún producto nuevo que haya revolucionado la industria como lo hicieron en su momento el iPhone y el iPad. ¿Lo habría hecho Jobs? ¿Habría ya Apple TV –en forma de televisión, no de set-top box –, coche compitiendo con Tesla o algo que no seamos capaces de imaginar? Nunca lo sabremos.
La sombra de Steve Jobs no es alargada, es eterna
Al menos de momento. Los nombres Apple y Steve Jobs siguen estando tan unidos que es difícil imaginar que pueda llegar un día en el que ningún analista mente al visionario al día siguiente de una keynote de Cupertino. “Steve Jobs se estará retorciendo en la tumba”, dice o escribe siempre alguien cuando Apple lanza algo nuevo no-digno-de. Cuando lanzan cualquier cosa, en realidad.
La muerte hizo con Steve Jobs lo que hace con casi todos: borró las manchas de su carrera, que incluso cuando se mencionan se hace dejando siempre claro que no fueron para tanto. Se achacan a su espíritu visionario, a lo de que “para triunfar hay que fracasar”. Incluso cuando esas manchas no son productos lejanos perdidos en el siglo XX. Steve Jobs es el mismo que sin sonrojarse culpó a la gente de no agarrar bien el iPhone 4, que por eso se perdía la señal de la antena, no porque el smartphone estuviese mal hecho.
Y en el plano personal, el mismo también que negó en público, incluso cuando el ADN decía lo contrario, que Lisa Brennan-Jobs fuese su hija (por mucho que luego la reconociese cuando le obligó la ley e incluso llamase a su comptuadora Apple Lisa, esa forma que tenía Jobs de disculparse).
Cinco años después, Steve Jobs sigue siendo también el CEO tecnológico por excelencia, el último gran visionario, el más inspirador. Es el que todo el mundo quiere ser, el que llena artículos de “los rituales de Steve Jobs para el éxito”, el que no está claro que Elon Musk –quizá el que más se acerca a él ahora mismo –llegue nunca a ser.