El está trabajando. Lo presiento cansado, seguro que no durmió bien.
Piensa en su futuro. Quisiera adquirir sabiduría, y alcanzar su objetivo para entonces.
Ya plantó la semilla de su naranjo. Tiene un sauce llorón para los momentos inevitables que lo hicieron ser tan noble ahora. Desea poder preparar muchos desayunos para sus hijos. Con jugo exprimido de su árbol.
Lo logrará.
Es tenaz y, sabe, que, aunque a veces parece que se va a caer, no permitirá que talen su tronco, y persistirá para que el árbol crezca erguido.
Es un hombre con sueños. Chapado a la era del deshielo. De la calidez. De la esperanza.
Sus ojos le prometen la gloria.
Ahora está trabajando.
Con los ojitos entrecerrados,
haciendo un trueque con el tiempo.
Gisela Mancuso
Redactemos, sí, sin duda, reescribamos nuestro contrato diario con la vida tantas veces como sea necesario porque, en cada baldosa rota, en el desencuentro, en la frustración y en la diferencia está el germen de nuestro sueño cumplido.
Si todo éxito resultara en el primer intento, será probablemente un triunfo; pero nos perderemos el latir instantáneo y sublime, aunque breve, de la gloria. Tal vez el primer paso hacia todo emprendimiento sea asumir el riesgo de pisarlo fuerte. Tal vez el segundo, el tercero, el camino entero, nos reclamen una actitud constante, un saber “no saber” y, a pesar del error y de la escenografía gris que nos dibuja, atrevernos a volver a intentarlo. Ya sabremos qué baldosa está rota y nos salpica agua estancada, percibiremos cómo se mueve el mundo en el que deseamos brillar, y ya conoceremos, por sobre todas las cosas, con qué valores nos deslizaremos nosotros en ese planisferio concreto.
Tal vez proyectemos ansiosamente que el emprendimiento no cese de dar sus frutos; pero, aunque el plan sea estable en nuestra intención y en nuestras ganas, el contrato es todos los días, con el amanecer y con las estrellas.
Porque la fuerza humana que trabajará para el logro se refractará hacia el mismo lado, y los hombres interrelacionados buscarán comprenderse para que el resultado sea la energía.
Haremos un trato cada vez que sea necesario, y contaremos unos con otros, para que sea el sol quienes nos busque, y las estrellas quienes nos guíen.
Porque los emprendedores persisten.
Porque conquistan el territorio sin dejar a nadie fuera de su espacio.
Colonizan sus éxitos, luego de una lucha intensa de fuerzas. Y no hay derrotas.
Los componentes del aire se conjugan para darle una misma dirección al viento.
Persisten, porque son emprendedores.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios.