“Y te invito a pasar al salón de baile del castillo de arena que construí este mediodía. Para que el vals de las flores nos sacuda las hojas del otoño. Tengo una rama de palo borracho en la cabeza. Y un sauce llorón completo en el medio de todo lo que tengo. Pero conservo esas ganas locas de bailar en cualquier lado. Me gusta ese salón de baile del castillo de arena que construí en la playa. Era nuestra orilla. Y siempre, las opciones. O dejamos que la ola arrase con tan aparente poca cosa, o nos la llevamos para el lado de la ciudad donde estará a resguardo si estamos juntos.
Nunca llegaste. Y finalmente el mar me robó mis pertenencias. Denuncié que me apuntaste con tu razón, que me disparaste un sin fin de palabras, y me secuestraste las ganas. – ¿Y qué no te robó?, me preguntó la autoridad, – Me dejó las alas, señor. Allí no me disparó porque ni siquiera pudo verlas”.
Gisela Vanesa Mancuso, en Orilla.
¿Viste que el aire es distinto según donde estás?
Porque de pronto te das un permiso y te trasladás con tu empresa de verano: una reposera, el mate, y las ganas de hacer castillos en la arena, y entonces la mirada cambia. No todo tiene porque ser absolutamente real en vacaciones: en esas instancias pocas dificultades te amenazan, y podés permitirte soñar e imaginar los cambios a emprender en el transcurso del nuevo año, berlinesas y churros bañados en chocolate mediante. No importa que aumentes algunos kilos. En vacaciones – en lo posible- hay que darle felicidad a todo nuestro ser. Cuando volvemos, ya sabremos cómo menguar lo que tomó más ‘cuerpo’.
Y no sería alocado que te animes a inventarte un cuento de hadas, y sentirte un rey o una reina por un momento y que alguien venga a desafiar al dragón –que en este caso sería el mar que amenaza con arrebatarte tu construcción arenosa- y te invite a pasar al gran salón de baile antes de que todo lo que construiste con tanta ilusión se derrumbe con la fuerza de una ola nocturna.
Soñar es ese verbo que, conjugado, torna más llevadera la vida, sobre todo cuando una ametralladora de cantos rodados parecen dirigirse hacia vos. Y en eso, tal vez, consiste: armar, construir, a lo largo del camino y del andar una empresa de recursos para enfrentar situaciones o resolver problemas.
Por eso, irse de vacaciones es una vía de escape para permitirle al cuerpo conocer un nuevo aire, una nueva manera de respirar, un saber que no todo es ‘como suele ser durante el resto del año’. Y que la mejor calidad de vida es alcanzable.
Reírse –al punto que te duela la panza y las berlinesas que te comiste- es otra actividad que puede aprenderse, emprenderse e incorporarse para aplicarla durante el resto del año. Porque también es verdad que en vacaciones uno está más predispuesto, y entonces lo más nimio y trivial es motivo para nuestra gracia.
Definitivamente. Estamos de acuerdo, amigo emprendedor: el aire se respira de otra manera en vacaciones.
Pero a no olvidar que es tal vez en esos momentos cuando surgen las grandes ideas que te propondrás concretar cuando regreses, aunque adaptándolas a las circunstancias y contexto diversos. Porque ya el propio asfalto tiene de liso lo que el mar de movilizador. Y es más difícil concretar en el bullicio y entre gente frecuentemente malhumorada y apurada, que hacerlo descalzo mirando atrás solo para ver si quedaron marcadas profundamente las huellas en la arena.
Construir castillos en el aire, es cosa imposible, y verso de una bonita y añeja canción. Yo sólo propongo un castillo de arena, posible, moldeable a tu gusto. Luego cada granito se incorporará como cemento, al regresar, cuando pongas tu energía en ese gran proyecto que se te ocurrió en la playa o en la montaña.
Ojalá que tu castillo tenga muchas puertas. Muchos caminos, opciones, atajos. Y que puedas derrotar a cada dragón-obstáculo que se interponga en el camino hacia el horizonte de tu emprendimiento.
Y que, de alguna manera, sepas ver el sol todos los días, aunque llueva muy fuerte. O saber que el sol está en algún lado mientras disfrutás de la lluvia. Yo no lo sé, también soy mi lectora, también me lo deseo, pero si reconozco que hay muchos que lo intentan más fácil es sentirse estimulado. Si encontrás otra manera de enriquecer el camino, te observaré mientras camine sobre la arena, y tomaré nota con mi mirada de esa forma lúdica que has encontrado para hilvanar tu camino emprendedor. En eso estamos, andando por la vida, reconociéndonos, enseñando y aprendiendo incesantemente.
Yo aquí, en palabras, todos los miércoles. Pero si vos, lejos. Te deseo unas felices vacaciones emprendedoras.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios. [email protected]. autora del libro Abrazo Mariposa http://ar.geocities.com/abrazomariposa/abrazomariposa.html