“…Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma;
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas”.
Reír llorando, Juan de Dios Peza.
Aprender a soltar es quizás el desafío más difícil y doloroso que el ser humano debe enfrentar –o ubicarse de su lado- cada vez que alguien nos dice adiós sin decirlo expresamente, cuando un ser querido se despide irremediablemente, cuando un proyecto o un objetivo cumplieron su ciclo, y nos pide que crezcamos para dejarlo ir.
Como si fuera una gran piñata en la que hemos dejado toda nuestra respiración, llena de sorpresas, dulces, ganancias, y hasta harina que nos empapara para hacernos del pan de cada día. Aprender a soltar, amigo, como si no fuera el tibio encuentro con los últimos segundos de vida de algo que nos gustó, alguien que estuvo y se fue, o alguien que, ante todo, debemos dejar morir adentro de nosotros para abordar el cambio, y pensar en reconstruirnos; o en ser, lo que somos con el plus de la nueva experiencia. Como emprendedores, seguimos caminando hacia la tierra de nuestras elecciones, respirando el polen de las flores que reemplazan a las extinguidas.
Metas que no se alcanzaron, personas amadas que se nos incorporaron como hadas en los cinco sentidos, dejándonos la energía de todas sus cegueras para que continuemos luchando con la convicción de estar haciendo nuestra propia experiencia, escribiendo nuestra propia historia.
Aprender a soltar, y llorar riendo, para reír llorando. Sentir el cambio como una ausencia pasajera de algo que se llenará de fortaleza, luego de la transición. Para emprender nuestro crecimiento personal. Para volcar toda nuestra pasión en un nuevo emprendimiento. En inflar, con certeza, amor, y la toma de conciencia de que “estamos vivos”, una gran piñata; ahora, con nuevos regalos que les tocará recibir a quienes en justicia lo merezcan.
Aprender a soltar, amigo. Y ver en tierra firme cómo el hilo se suelta de la mano, y el gran globo histórico se nos escapa para siempre. Volver a tomar un nuevo hilo, creer en un nuevo proyecto, y armarle un camino firme donde pueda desplegarse, caminando, desinflado, respirando nuestra respiración en el aire…
Aprender a soltar. Asumir el riesgo de construir un estímulo inédito. Porque los emprendedores somos “seres vivientes”. Nos cuesta soltar –y sabemos que se aprende- todo eso que otrora nos dio tanta satisfacción; pero sabemos que una nueva ilusión se entrelazará con nuestras manos, y un nuevo abrazo nos ofrecerá la vida.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios. [email protected]