En el entramado de la vida se necesitan la luz y la oscuridad; la noche y el día; el bien y el mal; el sol y la lluvia.
En el entramado de la vida económica de un país se necesitan los emprendedores y los empleados. Es una diferencia que no implica que uno sea mejor o más necesario que el otro; tampoco significa que sean condiciones inamovibles. Todos conocemos empleados devenidos en empresarios y empresarios que terminaron empleados. Más aún, el mundo de los negocios está lleno de altos empleados que vencieron sus ataduras internas y se convirtieron en emprendedores.
Hablando estrictamente desde lo profesional, el empleado suele usar más su raciocinio que su pasión; se siente más cómodo usando sus talentos para moverse hacia arriba y hacia abajo en la organización. Es común escucharlos quejarse en la intimidad de sus superiores y opinar sobre como harían ellos aquellas cosas que reconocen que la empresa hace mal. La aparente seguridad del salario es para algunos un resguardo pero para otros es una cadena que los ata.
Muchos emprendedores surgen de la cantera de las empresas. También sintieron que el sueldo era un refugio seguro pero nunca renunciaron a sus sueños y en algún momento de su carrera laboral tienen la necesidad de luchar por hacerlos realidad. Reducen la cuota de razón y potencian su pasión; hacer lo que les gusta es su gran placer y los hace sentirse plenos.
Empleados y empresarios son necesarios; unos no existirían sin el otro. Cada uno de nosotros puede elegir de qué lado quiere estar. Hay una vieja fábula que puede servirte para reconocerte mejor
El perro y el lobo
“En la inmensidad de la montaña más fría y nevada, un lobo muy flaco y hambriento camina en búsqueda de un techo y alimento.
Casi en la ladera se encuentra con un perro gordo, limpio y bien cuidado. El lobo sorprendido le pregunta:
– ¿En qué lugar estás cazando, para estar tan bien comido y tan limpio y bien perfumado?
– Yo cuido la casa de mi patrón y él me da los huesos de su propia mesa y un refugio donde dormir. De modo que, sin cazar, siempre tengo techo seguro y que comer.
El lobo pensó que cuidar la casa del patrón a cambio de tanta satisfacción era demasiado tentador, y le dijo:
– ¡Qué lindo ser perro y cuanto más fácil sería vivir bajo el techo de tu patrón y saciarme tranquilo con la comida que le sobra!…
Mientras caminaban, vio el cogote lastimado del perro.
– Dime, amigo -le dijo-: ¿Qué es esa marca en tu cogote?
– No es nada – dijo el perro, con un poco de vergüenza en su intimidad – es apenas la marca de la cadena.
– ¿Cómo? -se asombra el lobo – ¿Tu patrón te tiene atado? – ¿Entonces el precio de la comida es la cadena…?
– Lo que pasa es que soy demasiado inquieto -repuso el perro- me atan durante el día para que duerma y vigile cuando llega la noche.
– Pues entonces -contestó el lobo- disfruta vos de esa comida, porque yo no quisiera ser ni rico, ni poderoso a condición de no ser libre.
El lobo volvió feliz corriendo a la montaña, con frío y con hambre, pero con la satisfacción de poder elegir su propio destino y con la convicción de ser capaz de pasar el invierno y después disfrutar de la primavera y el caliente verano de la montaña”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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Buenísima la historia